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El de México es un futbol ‘estrellado’

2022-12-08

La necesidad del mercado interno es poderosa y los equipos han llenado sus nóminas de...

David Faitelson | The Washington Post

El imam de la mezquita de Al Mana llamaba a la oración en el barrio de Lusail, Qatar, justo cuando el director técnico de la selección nacional mexicana, Gerardo Martino, cerraba los ojos y agachaba la cabeza. La pesadilla, supuso él, había terminado.

“Mi contrato con la Federación Mexicana de Futbol expiraba en el último partido del Mundial. Quiero decirles a todos: muchas gracias”, fueron sus primeras palabras ante la televisión mientras los futbolistas mexicanos, también cabizbajos, abandonaban la cancha de juego a pesar del triunfo de dos goles a uno sobre la selección de Arabia Saudita. Por primera vez desde 1978, México había sido eliminado en la fase de grupos de un Mundial. Lo que sucedió aquí en Qatar pareció ser el resultado contundente de un equipo que perdió la brújula futbolística desde hace ya algunos meses. La selección mexicana, simple y sencillamente, se estrelló contra su realidad.

Mi madre suele decirnos que, en esta vida, hay quien nace con “estrella” y hay quienes nacen “estrellados”. El futbol mexicano nació, definitivamente, “estrellado”.

Nadie sabe, sin embargo, cuándo y cómo ocurrió ese descarrilamiento futbolístico. Los primeros dos años del proceso del prestigioso entrenador argentino, donde sumó 19 victorias en 22 partidos, parecían encaminados al éxito y a la posibilidad de que una selección mexicana pudiese dar el paso de calidad en un Mundial, hecho que tanto añoran las y los aficionados.

Sucedió todo lo contrario. Hubo un claro retroceso. Hoy, el legado de la gestión de Martino es totalmente frustrante. Perdió tres partidos consecutivos con Estados Unidos, el principal rival de México en el área futbolística. Cayó en la Copa Oro, en la Liga de Naciones de la Concacaf y terminó segundo en la eliminatoria mundialista, por debajo de Canadá.

Al final, sabíamos a lo que venía México a la Copa del Mundo, pero también se esperaba algo que en el futbol y en la vida misma es difícil de conseguir: un milagro, uno que significara la recuperación de la memoria futbolística y que le permitiera, al menos, sostener el mismo nivel que la selección había logrado en los últimos 30 años de Mundiales. La mayor parte de esa esperanza, alimentada por lo que significa comercialmente la industria del futbol mexicano. Las televisoras, que manejan directamente la parte deportiva y sobre todo comercial del equipo, empezaron a dispersar la idea de que, de acuerdo con las experiencias pasadas, México era capaz de reivindicarse y alcanzar un nivel individual y colectivo que no había mostrado en los últimos dos años. Sobra decir que eso no ocurrió.

México ha sido bendecido por una economía boyante alrededor de sus clubes y de su liga, que le permite vender sus marcas, su televisión, sus productos a dos mercados diferentes: el mexicano, de alta pasión y tradición, y el de Estados Unidos, donde los connacionales tienen un poder adquisitivo mayor y que ven al futbol como un nexo con su pasado y su cultura.

A partir de ahí, entendemos que el futbol mexicano está siempre más preocupado y ocupado por generar pesos y dólares que por tomar el camino de un proyecto que le conduzca a mejores resultados deportivos. Durante años, se le ha dado más valor al consumo que a la producción y la realidad es que la mayor parte de las decisiones van enfocadas en mejorar el negocio. La fuente, la materia prima, se ha ido agotando. A México le cuesta trabajo producir jugadores y, por ende, le cuesta trabajo enviarles a los mejores clubes y ligas del mundo, donde pueden continuar con el desarrollo de sus habilidades y luego verterlas en la selección mexicana cuando esta afronta eventos como el de este otoño en Qatar.

La necesidad del mercado interno es poderosa y los equipos han llenado sus nóminas de futbolistas extranjeros, con lo cual, al jugador mexicano le cuesta más trabajo recibir una oportunidad. Luego, se han tomado decisiones poco sensatas e inteligentes, una de ellas, suprimir el ascenso y el descenso en la Liga MX, objetando que no hay demasiado interés ni personajes o empresas dispuestas a invertir en el futbol. Esa también es una gran mentira.

El sueño, más que una idea o un plan, radicaba en que México se acercaría poco a poco a las grandes potencias del juego. En algunas experiencias mundialistas, desde 1994, se ha aproximado a ello, ofreciendo exhibiciones competitivas ante algunas de las mejores selecciones del mundo. Esta vez, se ha retrocedido. El segundo juego ante Argentina significaba la oportunidad de mostrarse ante un candidato a campeón del mundo. México salió a defenderse a ultranza y jamás inquietó a la portería argentina. 60 minutos después, apareció Lionel Messi y se destrabó la noche en el estadio Lusail.

El fracaso en el Mundial de Qatar es el resultado del deterioro administrativo que existe en el futbol mexicano. Un monopolio televisivo, encabezado por la empresa Televisa y convertido más tarde en un duopolio con la incorporación de TV Azteca, y otros grupos incapaces de ver más allá que el florecimiento del negocio. “Es tiempo de revisar las estructuras del futbol mexicano”, leía la periodista Denise Maerker, la semana pasada, en un inusitado comentario editorial en el noticiario principal de Televisa. “Es necesaria una crítica y también una autocrítica”.

Al final, queda la idea de que Martino, el entrenador que devengaba un salario anual de casi cuatro millones de dólares, se equivocó en la selección de futbolistas o el planteamiento táctico que hizo de los juegos. Pero, también, es verdad, que el futbolista mexicano dejó de surgir y de desarrollarse como lo hacía en otras épocas. El tema del entrenador se resuelve sin demasiadas complicaciones. Ya, desde la renuncia de Martino, existe una lista interminable de posibles sucesores, de todos los estilos, personalidades y nacionalidades. El problema no es ese. El verdadero problema es que si no se admite revisar y transformar las maneras en la cuales se administra el juego en México, no ocurrirá ese cambio. Y dentro de cuatro años, sucederá lo mismo. Se “inflará el globo” para poder vender el producto. La expectativa tomará su curso habitual sustentada en la gran pasión que tiene el aficionado mexicano en los dos países y al final, se aguardará por un milagro mientras el futbol mexicano, nuevamente, se estrella contra su realidad.
 



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