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Ruinas, rescate y esperanza en epicentro de sismo en Turquía
Por MEHMET GUZEL
NURDAGI, Turquía (AP) — Zeliha Hisir intentó hablar, pero a duras penas se podía mover después que el martes tardaran horas en rescatarla cerca del epicentro de un poderoso sismo que ha devastado partes de Turquía y Siria.
Los ojos de la mujer de 58 años se movían con sorpresa y alivio mientras un equipo de rescate la cubría con una suave manta rosa y verde. Vestida sólo con shorts y una camiseta, sobrevivió a las gélidas temperaturas en Kahramanmaras.
Su hijo, Mufit Hisir, le dijo a The Associated Press que los bomberos que llegaron de Antalya habían rescatado a sus familiares.
“Hace dos horas mi hermano fue rescatado tras seis horas de trabajo. Y el rescate de mi madre tardó dos horas. Los dos están bien”, manifestó.
Multitudes de personas se reunieron en lugares en ruinas en Turquía, y se podía el vapor formándose en el aire mientras inhalaban y exhalaban con la expectativa de encontrar a más sobrevivientes.
Quienes salieron o escaparon de los derrumbes causados por el sismo de magnitud 7,8 del lunes y sus réplicas, ahora tenían que dormir en autos, al exterior o en albergues del gobierno.
Muchos se sentían abandonados.
“No tenemos una carpa, no tenemos una estufa, no tenemos nada. Nuestros hijos están en mal estado. Todos nos estamos mojando bajo la lluvia y nuestros hijos están afuera en el frío”, dijo a la AP Aysan Kurt, de 27 años. “No nos morimos de hambre ni por el temblor, pero moriremos congelados por el frío. No debería ser así. Nadie está enviando ayuda”.
En la provincia de Kahramanmaras, en donde los estantes de supermercados estaban vacíos, algunas personas se formaron para conseguir pan de pita en un restaurante propiedad de Mevlut Ercan.
“Necesitamos harina. No hay harina”, señaló Ercan. “Las personas están desesperadas. Nosotros también estamos desesperados. Haremos lo que podamos para las personas siempre y cuando podamos”.
Yasar Magara, quien esperó para conseguir un pan, dijo: “Llevamos días con hambre. Nuestro municipio y los otros no nos han ayudado todavía”.
En el pueblo de Nurdagi, los residentes que perdieron seres queridos dijeron que algunos familiares podrían haberse salvado si los equipos de rescate hubieran llegado antes. Varillas de acero sobresalían del concreto destruido como enredaderas alrededor de las cuales los rescatistas tuvieron que trabajar en el pueblo ubicado bajo las colinas con cimas nevadas.
“Mi hermana tiene cuatro hijos. Tiene una cuñada, suegros y sobrinos. Todos se han ido. Todos se han ido”, sollozó Nilufer Sarigoz con las manos sobre el rostro.
Hombres lloraban mientras bendecían con sus manos cuatro cadáveres envueltos en mantas en la parte trasera de una camioneta pickup.
Havva Topal, de 16 años, no sabía nada de su tío, la esposa de éste y sus hijos, quienes estaban en un edificio en llamas.
“No hemos sabido nada, nada de noticias”, dijo. “El edificio colapsó por el sismo y unos 15 o 20 minutos después empezó el incendio. No llegaron los bomberos ni los excavadores. Tratamos de salvarlos por nuestra cuenta, sacando agua con platos”.
“Ayer sacaron a la esposa de nuestro casero”, agregó después. “Estaban carbonizados, en pedazos, en un estado horrible”.
aranza
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