Mujeres

El sentido común de Raquel Welch cuando lamentó las consecuencias de la «liberación sexual»

2023-02-20

Aunque estaba casada con el padre del bebé, Jim Welch, no estaba preparada para esta...

Carmelo López-Arias

El pasado miércoles falleció en Los Ángeles, a los 82 años de edad y tras una "breve enfermedad", según indicó su representante, la actriz norteamericana Raquel Welch (Jo-Raquel Tejada).

La mayor de tres hermanos, había nacido en Chicago en 1940, hija de un ingeniero aeronáutico boliviano que se trasladó a vivir a Estados Unidos y era primo de la futura presidenta del país Lidia Gueiler Tejada (1979-1980). Su madre, de ascendencia inglesa, la llevaba todos los domingos a una iglesia presbiteriana.

Tras completar sus estudios como actriz, uno de sus primeros papeles fue una breve aparición en una película de Elvis Presley (El trotamundos, 1964).

Pero lo que lanzó realmente a Raquel a la celebridad como sex symbol fue su papel en Hace un millón de años, una imaginaria recreación de la prehistoria rodada en las Islas Canarias.

Fue el despegue de su carrera, que incluye títulos como Viaje alucinante (1966), Bandolero (1968), Cien rifles (1969) o Los tres mosqueteros (1973), por la que recibió un Globo de Oro en 1975 a la mejor actriz de comedia. Seguiría combinando actuaciones cinematográficas, producciones televisivas y participaciones en Broadway.

Raquel Welch se casó cuatro veces, tomando de su primer marido, James Welch, el nombre con el que alcanzó la fama. Con él tuvo sus dos únicos hijos, Damon, nacido en 1959, y Tahnee, nacida en 1961, actriz y modelo. Al año siguiente se divorciaron.

A pesar de su condición de 'mito erótico' justo en los años de la revolución sexual, Raquel Welch se consideraba conservadora, y durante la Guerra de Vietnam participó en varios actos de apoyo a los soldados norteamericanos allí destacados.

Tras su último divorcio, en 2003, no volvió a casarse, y el 9 de mayo de 2010 sorprendió a la opinión pública con un artículo para la CNN (It's sex o'clock in America, un juego de palabras) donde censuraba implícitamente el aborto, elogiaba la institución matrimonial -confesando su fracaso en ella- y lamentaba el desplome moral y la destrucción de la juventud que eran consecuencia del "sexo libre".

Lo reproducimos íntegro a continuación, con la advertencia de que hace una puntual valoración positiva sobre los anticonceptivos que no responde a la moral cristiana y por tanto no es compartida por ReL.

En Estados Unidos, es la hora del sexo

Cuando en 1916 Margaret Sanger abrió la primera clínica de planificación familiar de Estados Unidos, nada volvió a ser lo mismo. A partir de ese momento, la proliferación de métodos de control de la natalidad ha afectado de forma extraordinaria a ambos sexos, produciendo un cambio radical en los valores morales.

He vivido a lo largo de las últimas cinco décadas (de 1960 a 2010) este periodo revolucionario en la sexualidad femenina y he visto cómo ha cambiado la sociedad estadounidense, para bien o para mal.

El lado positivo es que desde principios de los años 60 la píldora facilitó a la mujer la opción de retrasar los hijos hasta asentarse profesionalmente. Sin embargo, las jóvenes en edad fértil (como era mi caso) necesitábamos un cuidadoso examen de conciencia (y considerar los efectos a largo plazo de los anticonceptivos orales) antes de tomar una decisión tan personal. Una decisión que yo también tuve que afrontar cuando a los 19 años descubrí que estaba embarazada.

Aunque estaba casada con el padre del bebé, Jim Welch, no estaba preparada para esta circunstancia. Significaba que debía hacer un alto en mis ambiciones profesionales. Pero “la decisión [the choice]” no era solo mía. Siempre había querido tener hijos con Jim, pero no estaba del todo segura de cómo reaccionaría. En aquella época éramos unos recién casados de 19 años a quienes les costaba llegar a fin de mes. Pero él fue muy firme en su deseo de tener a nuestro hijo, y su actitud positiva y optimista le dio la vuelta a la situación. Siempre he querido a Jim por cómo respondió en ese momento.

Durante mi embarazo, comprendí que en ese proceso no era yo la protagonista. Yo solo era una espectadora de la metamorfosis que estaba sucediendo en mi vientre para que otra vida pudiese nacer. Todo se reducía a un acto de sacrificio personal, especialmente para mí, como mujer. Pero ambos nos implicamos totalmente en ello, y no solo en ese momento, sino durante el resto de nuestra vida. Asusta pensarlo. Tal vez creas que puedes desentenderte del asunto y eludir la decisión, pero nunca he conocido a nadie que pudiera. Jim y yo tuvimos dos niños preciosos que han sido y siguen siendo una bendición para nosotros.

Luego tuve que arreglármelas sola con mis pequeños como madre soltera para continuar mi carrera cinematográfica. Estaba lejos de ser lo ideal, pero mis hijos no impidieron mi progresión. Me aterrizaron en la realidad y me obligaron a madurar. Y debo añadir que tener dos hijos no descompuso mi figura.

Pero si hubiese tenido una actitud diferente sobre el sexo, la concepción y la responsabilidad, las cosas habrían sido muy distintas.

Una consecuencia importante y duradera de la píldora sobre las actitudes sexuales femeninas durante los años 60 fue: “Ahora podemos tener sexo cuando queramos, sin consecuencias. ¡Aleluya, vámonos de fiesta!”

Y sigue siendo así. ¡Actualmente, nadie parece capaz de, o bien “mantenerla dentro de los pantalones”, o bien honrar un compromiso! Y se plantea la cuestión: ¿sigue siendo el matrimonio una opción viable?

Imágenes sin sonido de la boda de Raquel Welch en 1967 con el productor Patrick Curtis, su segundo marido.

Me avergüenza reconocer que yo misma he estado casada cuatro veces, y sin embargo sigo pensando que el matrimonio es la piedra angular de la civilización, una institución esencial que estabiliza la sociedad, ofrece a los niños un santuario y nos salva de la anarquía.

En marcado contraste, la ausencia de inhibiciones sexuales o, como algunos la llaman, la “libertad sexual”, ha descartado la prudencia y el discernimiento a la hora de elegir una pareja sexual, lo que solía ser equivalente a escoger un compañero de vida. Si no hay un compromiso, la confianza y la lealtad entre las parejas en edad fértil desaparece, y obviamente conduce a situaciones de infidelidad. Nadie parece inmune.

Como resultado del ejemplo ofrecido por sus mayores, en los años 90 la promiscuidad sexual adolescente con muchas parejas se ha convertido en habitual. Hace algunos años, muchos amigos míos, padres de adolescentes, se quedaron mudos de consternación cuando se supo que el sexo oral se había convertido en una práctica popular entre las adolescentes en los centros de enseñanza media de todo el país.

La hija de 13 años de una de esas amigas admitió que hacía felaciones de forma habitual a varios chicos en la escuela. “¡Venga, mamá, no es para tanto! Todo el mundo lo hace”, le dijo. Parece que, como no hay coito, los chicos no lo consideran sexo. ¿Puede alguien en su sano juicio no reaccionar ante esto?

Os lo digo en serio, amigos: si una anciana sex-symbol como yo empieza a agitar la bandera roja de peligro por el desplome de los estándares morales, es que la cosa está realmente mal. Precisamente por mi imagen sexy es importante para mí hablar y decir: "¡Vamos, chicas! ¡Es hora de hacer un esfuerzo! Podemos hacerlo mucho mejor".
 



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