Internacional - Seguridad y Justicia
Los ataques nocturnos rusos aterrorizan a la población en la capital de Ucrania
Por SAMYA KULLAB
KIEV, Ucrania (AP) — Los ataques llegan de noche, cuando la mayoría está durmiendo en Kiev. Las sirenas resuenan en toda la capital ucraniana y despiertan a los vecinos adormilados, que tras 15 meses de guerra han creado sus rutinas para lidiar con cada ataque aéreo ruso.
Olha Bukhno, limpiadora de 65 años, dice que durante la reciente escalada de ataques reza todas las noches. “Por favor”, pide al cerrar los ojos y apelar a los cielos, “que sea tranquila”.
Junto a su cama hay una bolsa con objetos esenciales: documentos, comida seca y agua. Cuando suena la alarma, corre escaleras abajo hasta el sótano de su edificio y busca cobijo. Hace casi dos semanas, los restos de un misil derribado cayeron en el edificio contiguo al suyo en el distrito de Darnytsia de Kiev, y provocaron un gran incendio.
“Todas las noches tenemos miedo”, dijo mientras se le escapaba una lágrima.
Cuando suenan las alarmas, algunos vecinos se ven consumidos por el miedo e imaginan la peor situación posible que podría ocurrir: desplazamientos, quedar atrapados bajo los escombros, morir. Otros se refugian en la apatía y se quedan despiertos en la cama mientras se oyen explosiones en el aire.
Pero en el último mes los ataques rusos han ocurrido casi cada noche y la mayoría de la gente se queja de la falta de sueño. En el bullicio que desafía a la guerra en cafeterías, restaurantes y comercios de Kiev, la actividad continúa pese a todo, aunque todo el mundo tiene una historia sobre lo cansado que está.
“¿Qué podemos decir? Todo el mundo está agotado”, dijo Oleksander Chubienko, farmacéutico en Darnytsia, describiendo el ánimo de sus clientes estos días.
Rusia realizó otra ronda de ataques sobre Kiev la madrugada del lunes, con una combinación de drones y misiles de crucero. Más de 40 objetivos aéreos fueron derribados en el 15mo ataque nocturno contra la capital este mes, indicó en Telegram el responsable de la administración militar de Kiev, Serhii Popko. Restos de los proyectiles rompieron el tejado de un edificio residencial en el distrito de Podlisk, aunque no había reportes inmediatos de bajas.
“Otra noche difícil para la capital”, dijo el alcalde de Kiev, Vitaly Klitschko.
A menudo, las explosiones son el sonido de las defensas antiaéreas ucranianas que logran hacer frente a la peligrosa combinación de misiles y drones rusos. El 16 de mayo hubo un bombardeo especialmente intenso, con 18 misiles lanzados sobre Ucrania, 14 de ellos contra Kiev, según el vocero de la fuerza aérea ucraniana. Ucrania dijo haber derribado seis misiles hipersónicos Kinzhal esa noche, algo que no tenía la capacidad de hacer el año pasado.
El sábado por la noche, las autoridades locales en Kiev dijeron que la capital ucraniana había sufrido el mayor ataque drones desde que comenzó la guerra de Rusia. Al menos una persona murió. El aluvión llegó la víspera del Día de Kiev, que conmemora el aniversario de la fundación de la ciudad.
Los ataques cada vez más frecuentes forman parte de una nueva campaña aérea rusa contra la capacidad contraofensiva de Kiev, según expertos y funcionarios ucranianos. El incremento se percibió tras el 19 de abril, justo después de que Ucrania anunciara que había recibido misiles Patriot de fabricación estadounidense, un deseado escudo nuevo contra los ataques aéreos rusos. Los observadores señalaron que la nueva intensidad de los ataques rusos parecía tener como objetivo sobrepasar y atacar esos nuevos sistemas.
El ataque del 16 de mayo causó daños “menores” a un sistema antiaéreo Patriot cerca de Kiev, según las autoridades estadounidenses, que dijeron que seguía estando operativo.
La nueva ronda de ataques también ocurría tras una escalada anterior en los ataques aéreos durante el pasado invierno, centrada en infraestructura crítica como centrales eléctricas y centros logísticos militares. Las fuerzas ucranianas se han vuelto más eficaces a la hora de derribar misiles rusos, en comparación con hace unos meses, algo que muchos atribuyen a los sistemas estadounidenses.
Pero los sistemas de defensa no pueden proteger a los civiles de todo daño. Los restos de los misiles rusos destruidos han caído sobre los civiles, provocando incendios y lesiones.
Para muchos en la ciudad, el sonido de la alarma antiaérea va acompañado de las notificaciones constantes en Telegram, la app preferida en Ucrania para compartir los últimos datos sobre los ataques aéreos. A cada actualización, “otro llega desde el este”, “¡más lanzados desde el mar! ¡Pónganse a cubierto!”, la gente responde con un emoji que expresa palabras malsonantes.
Pero a menudo, las estimaciones que hacen los civiles sobre qué hacer a continuación varían mucho. Algunos se quedan en casa, resignados a su destino, mientras otros huyen hacia lugares más seguros.
En Darnitsya, los restos del incendio se veían amontonados en un gran contenedor de basura. Había restos chamuscados de madera y aislamiento bajo el sol de primavera, mientras pasaban familias con niños y los vecinos charlaban sobre los últimos chismes.
Pavlo Chervinskyi, de 45 años, le dice a su hija de cuatro años que todo es un juego cuando las ventanas del apartamento vibran con el estallido distante de las explosiones nocturnas. Cada vez que hay un ataque aéreo, la lleva al pasillo y espera a recibir luz verde para regresar a casa.
Con cada estruendo, le dice que “Putin está armando jaleo de nuevo”, en referencia al presidente de Rusia, Vladímir Putin. Es mejor que intentar explicarle lo que ocurre en realidad, dijo mientras la niña hacía castillos de arena en el parque del vecindario. No es exactamente mentira, explicó. “Cada noche nos someten a un juego de ruleta rusa”.
Aun así, dijo, es mejor evitar decirle toda la verdad a su hija. “Es mejor que sea una broma entre nosotros”, comentó. “Ahora está acostumbrada, y no se asusta”.
La niña durmió durante los ataques del fin de semana, comentó el empresario. “Al menos alguien descansa”, añadió con una sonrisa cansada.
Mariana Yavolina, fisioterapeuta, tuvo la mala suerte de mudarse al complejo residencial en Darnitsya el día del ataque. Regresó a su nuevo apartamento pasada la medianoche. La alarma antiaérea seguía sonando, pero Yavolina estaba harta.
Se tumbó en el sofá y miró al techo, su primer momento de reposo en un largo día. Las explosiones se oían a lo lejos.
Una, después otra. Miró a su app de Telegram para mirar las actualizaciones.
“Intento no tomármelo tan en serio”, dijo Yavolina. “Es muy molesto, y si quieres vivir tu vida no puedes dejar que te consuma todo el tiempo”.
Poco a poco esa noche, se convenció de que podía dormir.
La siguiente detonación remeció todo el apartamento, despertándola de golpe. Fuera, columnas de humo ocultaban la vista mientras las llamas salían del tejado del edificio contiguo. El hedor a quemado era abrumador.
Pronto llegaron bomberos y policías, que prohibieron que nadie tomara videos de los daños. Pero Yavolina grabó de todos modos y le envió las imágenes a un amigo que sirve en el ejército.
“Sólo flores”, respondió él, una expresión local que significaba que podría haber sido mucho peor.
Jamileth
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