Reflexiones

Alianza de civilizaciones y conciencia

2023-10-18

Si estoy con una persona que me quita la paz, es que todavía no la tengo.

Llucià Pou Sabaté

La alianza de civilizaciones está en relación con la globalización, algo que “es mucho más que una nueva tendencia económica internacional. Es un proceso histórico de larga duración que se anuncia hoy en el ámbito económico y que va expandiéndose por todas las dimensiones humanas". El panorama de hoy es global, también los peligros del llamado “choque de civilizaciones”. Pero si aumentamos el nivel de consciencia de cada persona, habrá una cultura de amor universal, y una auténtica alianza de civilizaciones basada en la fraternidad que dejará de lado el odio.

1. Un panorama gris

La guerra de los Balcanes fue una plaga del siglo XX, donde hubo un genocidio con excusas religiosas. Cuando haya una minoría indefensa y maltratada, la solución no es nunca matar al pueblo opresor, sino crear unos pasillos humanitarios para defender a esas minorías.  Es la diplomacia la que tiene que dar paso a la justicia, pues al comenzar una guerra ya hay una perdedora, y ésta es la verdad…

Por aquellos años, nos mostraron un Sadam Hussein dictador, Gadaffi loco megalomaníaco, pero no nos mostraban los motivos económicos que estaban detrás de esas guerras: ¿no serían guerras que tenían oscuros motivos financieros?

Han sido menos mediatizados, por no tener intereses financieros para Occidente, las guerras de Somalia, Rwanda, etc. Y en muchos casos vemos que los pregoneros de la implantación de la justicia por las armas son promotores de una industria bélica que mueve muchos más millones que la del automóvil. Potencias económicas que quieren dar “salida” a esos productos (armas de guerra).

La guerra, el hambre, la miseria y el subdesarrollo amenazan aún hoy muchos países y esto supone un desafío a una sociedad deshumanizada, que tiene los medios para arreglar esto, y no lo hace. El dinero que Europa o Estados Unidos gastan por ejemplo en helados, por decir una actividad secundaria, bastaría para arreglar el abastecimiento de agua, o de medicamentos, del mundo no privilegiado.

La ONU no cumplió en Rwanda, ni en el Sahara que fue español, ni en Timor en su proceso sangriento de independencia (prometieron sus funcionarios apoyo al proceso, y huyeron sin mantener la palabra dada).

La intolerancia de los países musulmanes es un problema que comienza a preocupar cada vez más. Los extremismos hinduistas y el régimen chino también, pero están “más lejos” culturalmente, en cambio la sombra del fundamentalismo islámico aletea sobre occidente. Vemos con pena cómo las minorías quedan masacradas en sus derechos Pakistán, con la excusa de que la religión se convierte en régimen del estado. Y en Indonesia abundan los ataques a las personas faltando a la libertad religiosa.

En muchos Estados de mayoría islámica, la libertad religiosa de convertirse por ejemplo la cristianismo es “apostasía” que es considerada como un delito y en algunos sitios, se castiga con la muerte, como en el caso de Sudán, Mauritania y Arabia Saudita.

Aquel 11 de septiembre de comienzos de milenio vivimos un día amargo, se nos encogió el estómago viendo por la televisión el ataque terrorista a las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y al Pentágono en Washington. Ha sido un acto terrorista que ha ido más allá de toda ficción que han publicado en las novelas del género, nos ha hecho ver que somos vulnerables, que no controlamos tantas cosas, que basta unas personas fanáticas para que todo cambie, que cosas que parecían seguras como los rascacielos queden como estructuras ingenuas, expuestas a cualquier atentado. Sentimos que no estamos seguros, que no podemos controlar todas las posibilidades, y esas torres que pensábamos inexpugnables, se han demostrado débiles como de papel.

¿Qué puede haber de bueno en una cosa tan maligna? Quizá podamos comenzar una nueva era de relaciones entre todos los pueblos donde impere el amor y tanto egoísmo como ha habido en el siglo XX deje paso a un nuevo orden internacional.

Aquellos días recordé mucho Pearl Harbor, el ataque japonés a la base naval hawaiana que provocó la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. La horrible respuesta de las bombas atómicas que aniquilaron dos ciudades con la muerte de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki, fue un acto sin ninguna ética, de terrorismo, donde se pretende que el fin justifique los medios. Nadie pensaba que la violencia se propaga como la peste, y cuando la vemos entrar en la casa de nuestros vecinos hemos de ayudarles porque si no mañana entrará en nuestra casa: “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.

Acabó así la Gran Guerra, que supuso la muerte de cincuenta y cinco millones de personas, y una profunda división entre los países del mundo. La violación de los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos solo llevan a la destrucción de la humanidad.

2. La perversa propuesta de “choque de civilizaciones”

Samuel Huntington, con su libro The Clash of Civilizations siembra la desconfianza sobre el diálogo de las civilizaciones. Está claro que Occidente tiene problemas con la cultura islámica, es un hecho. Es más, muchos países islámicos tienen problemas con su cultura: "El Corán marca a la sociedad desde el principio hasta el final". Además, hay un sometimiento de la mujer al hombre, y muchas cosas de derecho penal que se contraponen a la sociedad moderna. Ellos responden diciendo: "sí, nosotros somos la fuerza esencial de la religión". Y esto incluso fascina a muchos, les da un momento de vivencia especial. Pero resalta la falta de respeto a la persona, ciertas concepciones de la guerra santa, una estructura social medieval como consecuencia de la falta de interpretación del Corán… Estamos asistiendo a una ola de integrismo en muchos países, que están bajo la bandera de un fundamentalismo musulmán. Hemos visto cómo el tesoro artístico de Afganistán se desmoronaba por la fiebre iconoclasta (en los países europeos no somos muy ajenos a estas fiebres, por cierto, basta recordar la última guerra de España).

Y Occidente tiene problemas con nuestra cultura (falta de dignidad de la persona, cerrarnos al individualismo en lugar de abrirnos a la solidaridad con el prójimo cercano y lejano como son los países africanos, etc.).

El respeto habría de ayudarnos a ir conviviendo con los que van siendo cada día más en nuestra sociedad. Ellos tendrán que conocernos mejor a nosotros, que tenemos una profunda separación entre religión y Estado. Nosotros a ellos.

En Europa, se ha pasado de la presencia de musulmanes a la presencia del Islam, es decir de unos inmigrantes han pasado a ser una cultura. ¿Qué significa esto, una invasión? ¿Hemos de acogerlos o tenerles miedo? ¿Van a conquistarnos con hijos? Son algunas de las preguntas que se hacen en los medios de comunicación. Al ver cómo viven en los países musulmanes, salen a la luz cosas preocupantes.

Paralelamente, diversos tipos de fundamentalismo islámico han proliferado en Argelia y otros países, y en muchos lugares de la geografía, como en las islas Molucas, hay procesos de islamización brutal, con miles de muertes y torturas.

Hay muchos millones de musulmanes en Europa, y hay quienes no esconden su espíritu de conquista a través de los hijos, como decía una mujer señalando el niño que llevaba dentro: “os conquistaremos así”.

En Europa hay un miedo a la invasión. Se deja morir a mucha gente en el mar, independientemente de que las mafias trafiquen con personas… También habría que profundizar en el conocimiento de la historia, y ver que las grandes migraciones a la larga han enriquecido las civilizaciones que tenían síntomas de decadencia, y en esa esperanza abriremos las puertas a los que tienen derecho a ser acogidos, pues todos los problemas citados son menores comparados con el derecho de ser acogidos, las fronteras son un invento humano y las personas que no tienen tierra tienen derecho a ir a las tierras que no tienen pobladores, como los que tienen una familia y carecen de trabajo tienen derecho a ir donde hay empleos que necesitan brazos.

¿Y qué decir de las guerras capitaneadas por los Estados Unidos? ¿Aunque se excusen con lemas como “justicia infinita”, ¿no tendría más que ver los intereses económicos: petróleo, industria de armas?

La metedura de pata en Irak fue hacer una “guerra preventiva”, que es algo así como “para que tú no me dispares yo te disparo primero”. Desde el punto de vista ético es algo inaceptable. La prevención además no tiene un límite. Además no está bien ver a los demás siempre como posibles agresores, porque es volver a la ley de la selva. Sin una situación concreta de amenaza, actual o sólo “posible”, no se puede atacar violentamente. Hay otras formas de prevención. Sin agresión real no puede haber justificación para un ataque. Y no podemos poner de ejemplo la destrucción de poblaciones inocentes muertas por decisión de soltar bombas atómicas, como hizo el presidente americano en la segunda Guerra Mundial.

3. Alianza de civilizaciones, una propuesta inteligente

En Irak, Afganistán, y otros conflictos de Estados Unidos en Oriente próximo : ¿de qué han servido las guerras? O en Oriente lejano: Corea, Vietnam…

Además la guerra dejan pueblos oprimidos, humillados, que son luego un problema: el oprimido siempre levanta la cabeza. Se revuelve contra el opresor. La violencia –que siempre es injusta- genera violencia. Las armas de “destrucción masiva” también las tiene Estados Unidos o Israel (y por tanto si no cumplen las resoluciones de la ONU, cómo pedir ese cumplimiento a otros países?).

Zapatero propuso en 2004 esta idea "como representante de un país creado y enriquecido por culturas diversas": "una Alianza de Civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán". Pero como digo se debe ampliar el universo a todos los pueblos. Esta idea asumida por la ONU tiene una red de “Amigos” con la participación de 120 países y organizaciones internacionales.

El reciente encargado por la ONU para dirigir la iniciativa, el que seguramente fue el ideólogo de ella y Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, resume así el itinerario de esta idea: “El ataque a las torres gemelas, los atentados de Madrid y Londres, las consecuencias negativas de la guerra de Iraq, así como toda una percepción negativa hacia el mundo musulmán llevaron a políticos, analistas y expertos a buscar nuevos instrumentos y proyectos que evitasen el auto-cumplimiento de esa profecía. En este sentido, la Alianza de Civilizaciones fue una iniciativa recibida con entusiasmo y de manera unánime por toda la comunidad internacional, tanto por su oportunidad política como por su capacidad para aportar e incorporar nuevas ideas a ese eventual enfrentamiento civilizacional.”

4. Una instancia por encima de los gobiernos

En todos estos casos vemos la falta de una instancia internacional de derecho, que promueva la justicia. De la caída de las torres gemelas ha de surgir un sentimiento de que todos somos hermanos, de que no podemos construir más torres de Babel que nos dispersan (en tantos foros internacionales por ejemplo) sino un nivel mundial la dignidad de la persona, un nuevo orden internacional...

El principal motor de la historia no es la política o la economía, sino la cultura. Si hay un alto nivel de consciencia, evoluciona la humanidad. Si no, puede caerse en lo que explicaba la novela “El Señor de las moscas”, donde un grupo de jóvenes náufragos viven un proceso de degeneración en una isla, frente a otros que se mantienen honestos, que creen en los valores; la conciencia resentida de los pervertidos, que forman una secta aparte cada vez mayoritaria en los habitantes de la isla, va a la caza de los restantes (que son como una bofetada para su conciencia resentida). Pasada la frontera del crimen, nada importa ya...

Decía Susanna Tamaro (“Donde el corazón te lleve”, “Ánima mundi”, etc.) que cuando la inteligencia humana no es humilde y niega la trascendencia, el hombre no es más que un mono que va por el mundo con las manos manchadas de sangre (clara referencia a que, cuando el hombre se cree dios y levanta el puño contra el cielo, pierde el sentido de quién es su hermano y lo mata (Caín mató a Abel), ya en la primera generación. Cuando se pierde la línea ascendente de depender de lo alto, desaparece la línea horizontal de querer a los demás como hermanos.

Y  frente a los fundamentalismos nuevos o antiguos es necesario proclamar la dignidad de la persona, y su componente espiritual no reducible a química, que es la propia consciencia.

De ahí la propuesta no de un “gobierno global”, que demasiado existen en manos de ciertos poderes financieros, sino un “derecho global”, una instancia jurídica. Desde que los humanistas promovieron el Derecho que ahora llamamos Internacional, y Kant propuso la Sociedad de Naciones en su Carta para la Paz, estamos buscando este equilibrio entre intereses, y sin duda hemos de ir a una instancia superior, la consciencia, que es compartida por todos en más o menos medida, y que puede ser fuente de ese equilibrio. No será algo definitivo, pues como ser histórico el hombre va adelante como a tientas y corrigiendo lo que va quedando obsoleto. Por citar una concreción de esta propuesta, citaré a Ratzinger que siguiendo a Juan Pablo II proponía una instancia superior a los gobiernos sin que los controle, sino oriente, para que no haya esta lucha de poderes donde manda el más fuerte: “El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas”.

5. Alianza de civilizaciones, paz y consciencia

La ONU en 1998, a propuesta del presidente Jatami de Irán, declaró el 2001 como Año del Diálogo entre Civilizaciones. El ataque terrorista a las Torres Gemelas, o los ataques en Europa después de la guerra de Irak, ha provocado un cambio de la situación mundial. Sin embargo, precisamente cuando el choque de civilizaciones podría ser más dañino, se trata de que desde la ONU se promueva una alianza de civilizaciones, y con un compromiso de crear un orden internacional donde no se excluya a nadie. Sin colonialismos por motivo de color o economía. Sin recordar rencores y guerras del pasado.

Pero, ¿qué postura tomar ante los ataques de terroristas?: ¿la guerra, o el diálogo? Con un terrorista y en general con las diversas formas de fundamentalismo no hay dialogo posible. La violencia parece que no da cabida al diálogo, pero en realidad sí que tiene un papel importante la mediación, con la diplomacia y el diálogo intercultural. Jesús Villagrasa, profesor de teología en Roma, señala que las dificultades sobre todo son la falta de genuino espíritu religioso (la religión verdadera no es violenta), la intransigencia y violencia de quien no tiene convicciones profundas; la propia incultura y el desconocimiento o desprecio por las culturas ajenas; el recuerdo de dolorosos conflictos pasados, alimentado por propaganda religiosa incendiaria, o por «mitos nacionalistas»; prejuicios profundamente arraigados en la población; la incomprensión por parte de miembros de la propia comunidad y cultura que interpretan la apertura como debilidad o traición a la propia fe o nación; la frustración generalizada ante la falta de reciprocidad en el interlocutor; el secularismo occidental, tan «extraño» a las culturas religiosas de otros pueblos e incapaz de valorar las convicciones religiosas ajenas; la incoherencia occidental que pretende ser un sólido, estable y respetable estado de derecho mientras legaliza acciones tan inmorales como el aborto; la intransigencia e intolerancia de los pequeños grupos integristas que en los dos lados azuzan pasiones y escarnecen al «enemigo» (estos grupos se dan no sólo entre los musulmanes; también hay sectas de «inspiración cristiana»; y también hay funcionarios de gobiernos occidentales que no distinguen entre un grupo fervoroso y una secta peligrosa). Quizás el principal obstáculo es el temor al otro, al diverso.

En mi opinión, la religión no es problema pues cuando hay regímenes ateos (como el marxismo o el sistema nazi) los crímenes se multiplican (se habla de más de 100 millones). Es cierto que Cristianismo e Islam sienten un deber divino de convertir y llevar la salvación a los demás. Pero Jesús no obliga las conciencias, ama la libertad y es fuente de paz. Y lo mismo puede decirse de muchos musulmanes religiosos, pues los terroristas no son religiosos.

El valor que define mejor el acercamiento entre culturas y personas es la solidaridad: la determinación firme y perseverante de obstinarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y de cada uno, a fin de que todos seamos verdaderamente responsables de todos (Juan Pablo II).

En la aldea global, se acercan y pueden unirse los pueblos, pero también vemos intolerables marginaciones, llegando a una auténtica exclusión de los más pobres.

La globalización va unida a la deslocalización, y es una característica de la economía, de la iniciativa de quienes buscan el éxito y fortuna. ¿Cómo conseguirlo? Una mujer salió de su casa y vio a tres ancianos de barbas largas sentados frente a su jardín. Como no los conocía, les dijo:

- No creo conocerlos, pero tal vez tengan hambre. Por favor, entren a mi casa y coman algo. Ellos preguntaron:

- ¿Está el hombre de la casa?.

– No, respondió ella, no está.

– Entonces no podemos entrar, dijeron ellos.

Al atardecer, cuando llegó el marido, la mujer le contó lo sucedido y él dijo:

- ¡Diles que he llegado e invítalos a pasar!

La mujer salió a invitar a los hombre a entrar a su casa.

 – No podemos pasar los tres juntos, explicaron los ancianos.

- ¿Por qué?, quiso saber ella. En ese momento, uno de los hombres señaló hacia los otros dos y dijo:

- Él se llama Riqueza y él Éxito. Mi nombre es Amor. Entra y decide con tu marido a cuál de nosotros tres desean invitar.

La mujer entró a su casa y le repitió la historia a su marido. El hombre se puso feliz.

- ¡Qué bueno!, ya que así es el asunto, invitemos a Riqueza. Dejemos que entre y llene nuestro hogar de abundancia. La esposa no estuvo de acuerdo.

 –Querido, ¿por qué no invitamos a Éxito?

La hija del matrimonio, que estaba escuchando la conversación desde la otra punta de la casa, vino corriendo con una idea:

 - ¿No sería mejor invitar a Amor?, entonces nuestro hogar estaría lleno de amor.

– Hagámosle caso a nuestra hija, dijo el esposo a su mujer.

 – Ve e invita a Amor a que sea nuestro huésped.

La esposa salió y les preguntó a los ancianos:

- ¿Cuál de ustedes es Amor?, deseamos que él sea nuestro invitado.

Amor se puso de pie y comenzó a caminar hacia la casa. Los otros dos ancianos se levantaron y lo siguieron. Sorprendida, la mujer les preguntó:

- Sólo invité a Amor, ¿por qué vienen ustedes también?

Los ancianos respondieron al unísono: - Si hubieras invitado a Riqueza o a Éxito, los otros dos hubiesen permanecido fuera, pero invitaste a Amor, y donde sea que vaya Amor, nosotros vamos con él”.

Podemos leer esta historia por ejemplo en Mabel Ktaz, en su libro  El camino más fácil, y en realidad el camino se hace más fácil cuando hay esta sabiduría de escoger el amor por encima del dinero y el éxito, pues estos sin el amor no valen nada, y escogiendo al amor vienen también de su mano.

Nuestras religiones, nuestra filosofía,  y ahora también la física cuántica, no dejan de repetirnos que la abundancia, el éxito y la fortuna, provienen del corazón. No son ni un medio ni un fin, solo la lógica consecuencia de amar. Es algo parecido a ese “buscad el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”. Pues Dios es amor Infinito.

Es preciso que nos convenzamos de que todos los hombres estamos unidos, formamos una familia. Éste es el sentido profundo de la fraternidad: creados a imagen de Dios, todos los hombres tenemos la misma radical dignidad, somos dignos de ser amados (amables). Y quizá las fronteras entre los países no sean más que un invento artificial (otra cosa es el amor a la patria). Las personas que no tienen tierra tienen derecho a ir a la tierra que no tienen personas; es decir los que no tienen medios para desarrollarse pueden ir a dónde hay más medios para ejercer su libertad de trabajar y formar una familia. Además, hay un problema de fondo y es que no se ha ayudado a la cultura y el desarrollo de esos pueblos, creando marionetas que los gobiernen en manos de las grandes potencias mundiales. Es preciso una educación en la solidaridad; que con la globalización implica una determinación firme y perseverante de empeñarse en el bien común de toda la humanidad; de todos y de cada uno, todos somos verdaderamente responsables de todos. Y no ver nunca al “otro” como un instrumento de explotación a poco coste, sino como un “semejante” nuestro, con la misma dignidad.

Del respeto hacia las personas nacerá una cultura para el diálogo. En medio de nacionalismos que dividen (y que tienen dentro un cierto poder de centralismo en detrimento de los modos culturales de cada pueblo, comarca, etc.) hemos de trabajar con esta confianza en el hombre y pensar que la diversidad de culturas diversas es riqueza.

Si hay por nuestra parte una apertura a las distintas formas culturales, otros no tendrán necesidad de encerrarse en afanes de conquista.

La globalización es un hecho, no una opción: sí o sí la tenemos, y mucho más con la tecnología en sus últimos avances, como la inteligencia artificial.

Mi opinión es que las cosas no se arreglan con legislación, pues también había muy buena legislación, según cuentan, en la Alemania de Hitler. La solución para todos los problemas está en un alto nivel de consciencia, y esto pertenece no al campo de la política sino al de la educación sobre todo. P. Fitzsimons (2000) titula su artículo: Cambiando las concepciones de globalización: cambiando las concepciones de educación. Ya no se espera que la globalización económica hiciera realidad todos los sueños del liberalismo económico. Ha habido una ingenua suposición de que la globalización es positiva sin hacer nada. Hemos de ser proactivos, protagonistas de un cambio; pienso que la aldea global puede favorecer un mundo mejor, pero para ello debemos cuidar la educación, un desarrollo de la consciencia global como fruto de un desarrollo de la consciencia personal de cada uno. No es tanto el acopio de unos conocimientos sino que son unas actitudes las que marcan el cambio, y ello es fruto de la educación, de un desarrollo de la consciencia.

El antiguo paradigma mostraba una idea de progreso que culminaría en una tecnocracia donde la técnica nos organizaría la vida. El progreso se ha hecho realidad social en una parte importante del mundo, y si tuviéramos un poco más de solidaridad sería una realidad en todo el orbe. Pero también hemos visto que el progreso no da la felicidad, esto depende del nivel de consciencia la persona; y como estamos todos interconexionados, mi actitud influye en la cultura, en las leyes, costumbres, que van conformando la vida social; al igual que un ambiente fanático fomenta las acciones terroristas, un nivel de consciencia sabio de las diversas personas influirá en que el ambiente sea se fraternidad universal. Este amor universal no será nunca consecuencia de estrategias ni sistemas ideológicos, sino del nivel de consciencia de unos cuantos. Estas minorías con un alto nivel de consciencia producen una energía tan positiva que como en una reacción en cadena alcanza a todos, y cambia la sociedad. Por ejemplo, pongamos que un 10% de la población alcance un alto nivel de consciencia: entonces no sólo el ejemplo que dan estas personas, sino su energía cambiará todo: irradiarán sabiduría y comprensión a los demás, como formando una masa crítica que a modo de reacción en cadena hará que el mundo viva este amor universal.

Hemos profundizado brevemente en la idea de que la solución vendrá por elevar los niveles de consciencia. La paz no es consecuencia de la guerra, sino de la sabiduría. Se trata de no invertir en armas sino en justicia, que es la mejor garantía de la paz. Se trata de adquirir un nivel de consciencia superior, donde no haya oposición entre “lo tuyo o lo mío” sino una inclusividad de “lo tuyo y lo mío”. Los conceptos son dualistas, la sabiduría no. Hay que dejar conceptos antagónicos de “com-petir”, para llenarnos de la idea de “compartir”. La sabiduría trasciende los contrarios.

La Alianza de civilizaciones es así una herramienta asumida por la ONU para construir, la paz con el islam, que no haya más actos terroristas como las del 11-IX ni guerras como las de Irak. Pero más allá del diálogo entre Occidente y el Islam, se trata de construir un nuevo orden mundial basado en la dignidad de la persona, de los pueblos en sus diferencias, en la integración de unas gentes en culturas distintas, en elaborar –frente a las torres de Babel que construyen edificios culturales antagónicos- una interculturalidad que promueva que todos somos hermanos y queremos lo mejor para los demás, con sus diferencias.

El lema podría ser una paloma con una rama de olivo, que señala el fin del diluvio, del caos, para que el arca de la alianza sea la promotora de una “Alianza de civilizaciones”, el arca de la fraternidad. Todos tenemos la misma dignidad y nadie puede ser amo o esclavo de los demás. La mirada excluyente ha de ser incluyente. Quizá el ser “inclusivo” (como opuesto a excluyente) es uno de los términos más bonitos del pensamiento moderno, como el de “integración” (contrario de “oposición”). Los mismos derechos para todos. Una condena de toda forma de violencia. Esta ha sido la propuesta que en 2019 han firmado en los Emiratos árabes los representantes de la religión católica, el Papa Francisco, con los representantes del mundo del Islam: un documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común.

Se trata de promover un respeto y comprensión, una fraternidad, justicia y misericordia, para que en una evolución de la consciencia nos tratemos todos como personas de buena voluntad. Así decía el citado documento: “Al-Azhar al-Sherif con los musulmanes de oriente y occidente, junto a la iglesia católica – con los católicos de oriente y occidente-, declaran asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el reconocimiento recíproco como método y criterio”.

Si ha habido en los últimos tiempos un deterioro de la ética, un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de la responsabilidad, se trata ahora de mejorar las relaciones entre personas de diferentes culturas, religiones y tradiciones para borrar diferencias, promover el entendimiento y el respeto mutuos y contrarrestar el extremismo y el fanatismo, decía el anterior Alto Representante de las Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones (AOC), Nassir Abulaziz Al-Nasser.

Pero la razón principal de la paz no es la ausencia de problemas. La inquietud es por causa de la ignorancia, y se vence con la sabiduría, comprensión, es decir un alto nivel de consciencia. Cualquier conflicto es por ignorancia, es como si estuviéramos en un laberinto donde nos perdemos, pero si subimos a un nivel superior y vamos por encima en un avión, ya no nos perdemos en el laberinto. Los problemas se resuelven subiendo de nivel de consciencia, a un nivel superior donde se resuelven los problemas que había antes, ampliando el contexto.  

Aparecen nuevos “problemas”, en realidad no hay problemas sino procesos, que comienzan y terminan. Y la mejor manera es alcanzar un nivel superior de comprensión que nos hace ver que aquello que nos preocupaba no tenía importancia, y así también podemos neutralizar aquellos extremos que agobiaban, ya no nos confrontan esas cosas sino que son integradas en una realidad superior, y así hasta se siente una paz hasta “física” (como hemos tratado en el I Congreso Internacional “A la justicia por la noviolencia”, en Granada, el pasado mes de abril de este año 2019).

Esas herramientas de paz elevan así la energía vital a una zona de luz que conecta con las facultades más íntimas, más superiores de la persona. Así  la  paz determina el termómetro de nuestro crecimiento espiritual. La capacidad de manejar situaciones sin perdernos, sin perder la paz. Nos hace estar en luz. Salir de la penumbra, despertar en la consciencia. Y de eso depende que no haya conflictos y guerras, que seamos constructores de paz.

Y ¿cómo se logra la paz social? Con la educación, la consciencia plena, la sabiduría de cada uno. La paz social es la suma de la de cada uno, como hemos visto. Está claro que un importante factor es que “nadie da lo que no tiene”. Para conseguirla hemos de llevarla. Es un asunto interno: cuando desaparece cualquier conflicto interior, cuando se trasciende el ego, no cuando luchamos contra lo negativo, ahí fuera intentando imponer lo positivo… sino cuando estamos de servicio abiertos a ese nivel evolutivo. Abiertos a pensar cada uno en lo que tiene que hacer. Cuando reconozco esas leyes, ese orden. Cuando llevamos esta educación que se puede enseñar sobre todo desde la infancia.

Pensemos en un conflicto actual. Quiero poner el ejemplo de Israel, donde los judíos, musulmanes y cristianos están en conflicto. Pero los niños conectan ahí, por encima de las palabras y del lenguaje (como se ve en la película documental Promises). Podemos llegar a ese niño interior y eliminar nubes, no ver la dificultad sino la oportunidad que como dicen en oriente que la palabra “crisis” tiene dos ideogramas que significan dificultad-oportunidad). Es ver la parte positiva, porque todo lo que nos confronta puede hundirnos o elevarnos, depende de la actitud. Y la virtud mejora con la dificultad. Porque como en la mariposa la crisis es crisálida que nos transforma, nos eleva a un nivel superior.

Por tanto, superando las necesidades básicas del ego, que son el control, el miedo a perder las cosas… con la aceptación, dejándonos llevar con esa cooperación por lo que viene de lo alto, de lo divino, con esa comprensión y entrenamiento que hemos dicho, vamos teniendo una paz que es necesaria para el trabajo bien hecho, para la creatividad, para el estudio, para la contemplación…

Recordemos un triángulo: cuanta más energía vital, más comprensión, y más paz. Lo contrario provoca caída de energía, y ese fluir en la comprensión de amor se crea un feed-back que la va aumentando. Y así como desde lo personal, la paz puede vivirse si se descansa en el orden que rige la realidad y que cuida de cada uno de nosotros, se proyecta ese alto nivel de consciencia en lo social. Y la reconciliación, sabiendo aceptar, comprender…

Para todo ello, no sirve la resignación ante algo que contraría mis planes, sino una aceptación que es comprensión, que nos lleva a quitar la emisora negativa que nos llevaría a la inquietud, y conectar con la emisora positiva que nos lleva a la claridad mental, apartándonos de la negatividad. Algunos llaman a esto “alquimia de pensamiento”, transmutar una cosa en otra, y hay formas de desmaterializar el pensamiento, de no dejarse arrastrar por él sino situarse como testigo del pensamiento de uno mismo.

Si estoy con una persona que me quita la paz, es que todavía no la tengo. Cuando nada me influye negativamente ya no hay violencia, hay paz interior, abro los ojos a que cualquier conflicto que veo es por causa de ignorancia, no aparece rabia en mí, sino compasión. No juzgo a las personas sino que aparece el discernimiento ante las diversas situaciones.

La paz significa también paciencia que es la ciencia de la paz, es hacerse confiable para sí y los demás, no focalizarse en los problemas sino en las  soluciones, es abrirnos a la aceptación del otro en sus diferencias, en apoyarnos en lo que nos une y no centrarnos en lo que nos separa. Así podremos saludarnos todos con paz, como se desean los judíos: Shalom…



JMRS
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