Vox Dei
«Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios»
Llucià Pou Sabaté
Celebramos hoy la fiesta del "Santísimo Nombre de Jesús"
"Jesús es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo"
Lecturas
Juan, 2,29;3,1-6
Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él. Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no le ha visto ni conocido.
Reflexión
San Juan nos dice hoy: -“Todo el que practica la justicia «ha nacido» de Dios. Mirad qué magnífico regalo nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de Dios... y además lo somos”. Podemos ir saboreando interiormente estas palabras: «soy un hijo de Dios»... «Dios es mi Padre»... -“La razón de que el mundo no nos conozca es que no ha descubierto a Dios”. La verdadera grandeza del hombre es el hecho de ser «hijo de Dios». ¡Es algo inaudito! El que no conoce a Dios, desconoce también lo que es esencial en mí.
“Amigos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos”. Lo esencial, mi vida divina... Ya ha empezado, desde ahora, desde hoy, desde este mismo instante. Es una realidad que se está haciendo, también en la medida que yo ayude... -“Sabemos: Cuando el Hijo de Dios se manifieste, seremos semejantes a él...”: llegar a ser completamente «semejante» a Jesús, el perfecto «Hijo de Dios». -“Lo veremos tal cual es”. Ver a Jesús. ¡Ya le vemos... un poco! Le veremos un día... a plena luz. Para Juan se trataba de un "volver a ver". Recordaba aquellos momentos pasados con Jesús, y aspiraba al nuevo reencuentro, definitivo.
“Todo el que tiene puesta en Jesús esa esperanza se purifica para ser puro como El lo es”. El camino que conduce a Dios es el de una purificación cada vez más perfecta. «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios», había dicho Jesús.
“Todo el que comete pecado, comete rebeldía contra Dios. Como sabéis, Jesús se manifestó para quitar el pecado, y en El no hay pecado”. Ver a Dios. Ser semejante a Jesús. Estar sin pecado. Mantengo en mí ese deseo. Esa gracia pido. Admiro a Jesús en quien no hay pecado, quien jamás hizo mal alguno.
Salmo 97,1.3cd-4.5-6
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad.
Tañed la cítara para el Señor suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor.
Reflexión
Dijo el salmista: “Un día los confines de la tierra contemplarán la victoria del Señor”. Ese día cantaremos juntos un cántico nuevo de gozo, de gloria, de paz. Hoy nosotros, alzando la voz, podemos decir más que el salmista: El Señor está con nosotros... Aclámele la tierra entera.
Jesús ha nacido para mi la noche de Navidad, y queremos acercarnos a este misterio, queremos participar de esta Vida, queremos emprender el camino justo que es la Humanidad Santísima de Cristo. Queremos entender el sentido de nuestra vida en Cristo. Queremos mirar, abrir los ojos, tener los ojos abiertos y dejar que el Señor haga, realice este milagro en nuestra poquedad. La tierra, la tierra estéril, la tierra agreste, se transformaba en tierra esponjosa, en tierra amorosa: -"Ya no serás la desolada, serás la amada", porque el Señor cultiva nuestro campo, nuestra alma, como su jardín, donde va realizando su obra. Vamos a abrir las verjas de nuestro jardín, para que el Señor entre, vamos a contemplarlo, para saber mirar a Cristo, dejarle hacer en nuestra alma, dejarle entrar en nosotros y colaborar con Él, en tener sus mismos sentimientos, en participar en sus afanes, en participar en el amor a su Madre -y Madre nuestra, Santa María-, y participar de nuestra nueva creación, en esta transformación –como en Caná- de lo humano, lo terreno, en divino, el agua en vino, el pobre corazón que tenemos en un corazón que sepa amar a la medida del corazón de Cristo.
"Este es el día que ha hecho el Señor”, la Pascua de Navidad, el día más grande, aunque nos podemos plantear que si Navidad es el día más popular, los teólogos dirán que es mayor la Pascua de Resurrección. Pero también es cierto que si Jesús no hubiera nacido, no hubiera podido resucitar. El Nacimiento es el momento más grande de la historia, al menos en palabras de San Pablo: "Llegada la plenitud de los tiempos, entonces, hijo de una mujer, vino Dios al mundo". Así pues, "éste es el día que ha hecho el Señor", en este día las cosas humanas, la tierra agreste, las cosas que todavía no son, quedan transformadas en divinas, como dirá el prefacio de Navidad dirigiéndose a Dios Padre: “gracias al misterio del Verbo hecho carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible”. Por Jesús, unidos a él, las cosas humanas se convierten en divinas, es una nueva creación. Jesús, ha venido a traer el sentido de nuestra filiación divina. Nunca más estaremos solos, la tierra nunca más estará desolada. Ésta es la gran verdad que hemos de extender, a la gente que nos rodea, a todo el mundo.
Evangelio, Juan 1,29-34
«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».
Reflexión
«Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí»
Celebramos hoy la fiesta del "Santísimo Nombre de Jesús" –que significa Salvador– e indica su misión, según había el ángel anunciado a la Virgen y a su esposo. Jesu-Cristo tiene ahí asociada la misión (Jesús=Salvador) a su persona (Cristo=Mesías, el ungido, el hijo de Dios). También es inseparable del verdadero cristiano la actitud apostólica, al participar de la filiación divina en Cristo participamos también de su misión redentora.
Juan el Bautista, al ver a Jesús, pronunció estas palabras: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Es la primera vez que sale esta expresión en el Nuevo Testamento, la primera vez que se aplica a Jesús. ¿Qué significan estas palabras, que en la liturgia romana se pronuncian antes de comulgar? ¿En qué sentido Jesús es «cordero» y cómo quita los pecados del mundo, los vence hasta dejarlos sin sustancia ni realidad? Cuando yo era niño, me sentía necesitado de que me explicaran esas palabras, cuando se alzaba el Cuerpo del Señor antes de comulgar: “este es el Cordero de Dios…” Luego fui conociendo que los antiguos hacían sacrificios, con corderos, y que el cordero se deja hacer y llevar, como hizo Jesús, que quiso obedecer hasta la muerte y con su pasión nos salvó, por eso se añade: “que quita el pecado del mundo”. Y al entrar en el cielo, nos prepara una fiesta: “Dichosos los invitados a la Cena del Cordero”…
San Cirilo de Alejandría (380-444) explica: “Un solo Cordero ha muerto por todos, aquel que guarda todo el rebaño de los hombres para su Dios y Padre, uno por todos para someter a todos a Dios, uno por todos para ganarlos a todos, para que finalmente todos “los que viven, no vivan ya para ellos, sino para el que ha muerto y resucitado por ellos” (2Cor 5,15). En efecto, cuando todavía estábamos bajo el pecado y sujetos a la muerte y la corrupción, el Padre ha entregado a su Hijo para nuestra redención, él sólo por todos, ya que todo está en él y él es más que todos. Uno sólo ha muerto por todos, para que todos vivan gracias a él.
JMRS