Vuelta al Mundo

"Tocar la herida de Auschwitz": más que recordar

2024-01-25

Cara, Elías, Tamara y Esther se prepararon, junto con una veintena de escolares, desde hace...

Christoph Strack / DW

Transcurridos cerca de 80 años del Holocausto y los crímenes nazis, solo quedan pocos sobrevivientes que puedan dar testimonio de lo ocurrido.

"Quería hacer este viaje a toda costa", dice Cara, escolar de 17 años procedente de Kerpen, una localidad cercana a Colonia. Esta semana visita, con otros compañeros de Colegio, el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, cercano a la ciudad polaca de Oswiecim. Un centro del horror de los crímenes de la Alemania nazi. 

"Caminar por el campo de concentración y sentir de pronto que, en ese mismo lugar, hace 80 años, estaban allí los prisioneros que fueron tan terriblemente maltratados…”, dice Cara, pensativa, en conversación con DW.

El campo de concentración más terrible

En las cercanías de Oswiecim se encuentra el memorial del mayor y más tremendo campo de concentración de la época nazi. Allí, el régimen alemán nazi asesinó hasta 1945 a más de un millón de personas, en su gran mayoría judías. Auschwitz se convirtió en sinónimo del exterminio sistemático de seres humanos.

Cara, Elías, Tamara y Esther se prepararon, junto con una veintena de escolares, desde hace meses para su estadía de casi una semana en el centro internacional de encuentro juvenil de Oswiecim/Auschwitz.

"La participación es voluntaria. Uno postula a este proyecto y a veces incluso debe ser elegido”, explica la profesora Katrin Kuznik, del colegio de Kerpen, quien ha organizado varias veces viajes similares. También para los maestros es un desafío, dice, indicando que constituye "una inmensa responsabilidad”.

La generosidad de los supervivientes

¿Cómo mantiene un país viva la memoria? ¿Qué ocurre con la advertencia permanente, cuando los testigos de la época, los sobrevivientes, enmudecen? ¿Cómo se cultiva la responsabilidad, más allá de los discursos oficiales de conmemoración?

La organización Jewish Claims Conference presentó un informe, según el cual en el mundo viven todavía cerca de 245,000 víctimas del Holocausto, unas 14,200 en Alemania. La mayoría tiene una edad muy avanzada y pocos de ellos pueden presentarse aún públicamente. Margot Friedländer lo hace, pese a sus 101 años de edad. Y cada vez conmueve su fuerza vital, su testimonio y su advertencia.

Christoph Heubner, quien en la década de 1980 participó en la planificación de la construcción y el concepto del centro de encuentro juvenil en Oswiecim, es vicepresidente del Comité Internacional Auschwitz (IAK). Describe las presentaciones de testigos del Holocausto en escuelas o conmemoraciones con una palabra que se ha vuelto poco frecuente: "generosidad”. "Al compartir su dolor, son generosos con las personas que viven hoy”, dice.

Defender la democracia

Heubner lamenta que queden cada vez menos testigos. Porque, precisamente en los últimos años, se percibe cuán importante ha sido para muchas personas en Alemania, sobre todo jóvenes, tener una conversación personal con los sobrevivientes, también como hilo conductor para "defender la democracia”.

En conversación con DW, Heubner, sin embargo, no se muestra pesimista. No piensa demasiado en la perdurabilidad de esta labor, porque, en el fondo, cada generación comienza de nuevo a confrontarse con el tema. Puede ser a través del arte, una película, la lectura de un libro o una visita a un memorial.

En Auschwitz, Manfred Deselaers, de 68 años, es uno de los interlocutores de los jóvenes visitantes. El sacerdote católico, de Aquisgrán, vive desde hace más de 30 años en Oswiecim y cuenta su experiencia en el libro de Piotr Zylka, "Tocar la herida de Auschwitz - Relato de un sacerdote alemán” ("Die Wunde von Auschwitz berühren - Ein deutscher Priester erzählt", de la editorial Herder).

Para Deselaers, que ha sido honrado por su labor tanto en Polonia como en Alemania, hoy en día visitar el memorial no es solo cuestión de conocimiento, sino de "cómo deberíamos vivir para poder mirar a los sobrevivientes, con buena conciencia, a los ojos”. Explica a DW que sobre todo los jóvenes que van a Auschwitz sienten que "no se trata solo de duelo y de honrar a los muertos, sino de un llamado a la responsabilidad por nuestro mundo”. El recuerdo también significa reflexionar: "Esto ocurrió, por lo tanto, era posible; ergo, es posible; ergo, puede volver a ocurrir. Auschwitz describe la dimensión de nuestra responsabilidad”.

"Una comprensión mucho más profunda"

Así perciben también los escolares de Kerpen este impactante memorial de Auschwitz. Caminar por una barraca en la que hay cabellos humanos o marcos de anteojos apilados. Silenciosos testimonios del horror. Elias, de 18 años, puntualiza que Auschwitz no es un museo. Dice que un museo es ”más bien un lugar para los ojos. Uno pasa por allí, ve y percibe físicamente”.  Pero Auschwitz se percibe en una dimensión muy diferente: "Uno desarrolla una comprensión mucho más profunda”.

Los escolares de Kerpen volverán a casa marcados por sus impresiones. Para la profesora Kuznik, es importante que "los padres, al igual que los alumnos, vean cuán importante es este viaje”. Y piensa que, en vista de la situación política, quizás hayan notado que "una visita a los memoriales se ha vuelto mucho más importante que hace algunos años”.
 



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