Mensajería
Estar preparados para tiempos de guerra
Por | Rosario Prieto
Sócrates, profundo filósofo griego estudioso y sabio, dijo: “Sólo sé que no sé nada…” ¡Qué impacto! Y es que a lo largo de la vida mientras más aprendemos, caemos en la cuenta del precioso mundo del saber, mismo que es interminable, infinito. Como personas hemos sido dotados de inteligencia, capaces de descubrir la verdad, la realidad, pero ésta sobrepasa nuestro entendimiento porque nuestra alma es eterna y es con ella con la que descubrimos el mundo exterior y nuestro mundo interior, vislumbrando que siendo finitos hemos sido creados para lo infinito.
El mundo actual está lleno de retos, uno de ellos es la salvaguarda de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, en el seno de una familia constituida por un hombre, una mujer y los hijos. Hoy se niegan los principios fundamentales y se pone en duda la realidad más evidente. Es por ello que es necesario, importante y urgente estar bien preparado y preparar a los que más amamos, a los que tenemos más cerca y dar testimonio de la verdad con un estilo de vida coherente que arrastre y que hable más alto que la propia voz.
Es ahora cuando una vida buena debe ser prioridad ante una buena vida, esto es, primero lo primero, formar a las nuevas generaciones dentro de familias fuertes para que crezcan los hijos felices, promover una sana comunicación y establecer una fuerte conexión entre los miembros de la familia, siendo los padres verdaderos líderes que con su vida impacten el corazón de cada hijo y los encaminen a la búsqueda de su ser, que se cuestionen: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Todo esto de modo existencial, y que sus respuestas les motiven a tomar decisiones que les lleven al éxito, pero sobre todo a la plenitud, aunque en ocasiones haya que sacrificar éxito por plenitud.
Todo esto apunta a la formación de un sentido de vida pleno, que no se vacía ante las dificultades de la vida, porque pase lo que pase, el ser humano vale, su vida tiene un valor sagrado y a pesar de todo cuando la persona es consciente de este valor, ante las mayores desgracias se mantiene en pie, porque sabe que todo lo que vive puede ser, si así lo quiere, relacionado directa o indirectamente con su aprendizaje de vida y la conquista de su propio ser para vivir intensamente y saber reír, llorar, sufrir, amar… y trascender: Amándose y amando.
Pasar haciendo el bien
Hemos sido creados no para vivir aislados, sino para vivir en comunión, la primera comunidad es la familia, en donde se dan los cimientos para una estructura de la personalidad sana, aunque sabemos que nadie es perfecto y que muchas veces las personas llevamos heridas de infancia, adolescencia y adultez que hay que identificar con humildad y sabiduría, elaborar con arduo trabajo interior y esperanza, y sanar con la ayuda de la misericordia, el perdón y la gracia.
Lo más importante es pasar haciendo el bien, luchar cada día por alcanzar una vida lograda a base de amor, que conlleva esfuerzo, sacrificio, renuncia, alegría, entereza, resiliencia, humildad y más mucho más. Porque la persona es persona siempre, pero debemos construir a esa persona también, es decir, la persona es concebida persona, nace persona y se hace más persona cuando vive de acuerdo a su dignidad, porque confirma en cada palabra, cada decisión y cada acto quien es y quien está llamada a ser; incluso en momentos difíciles como una enfermedad propia o de algún ser querido, o, la muerte que a todos nos llega, a unos antes a otros después, pero sabiendo que hemos sido pensados desde toda la eternidad para la eternidad, la vida terrena se convierte en un tiempo para aprender a amar y dejar una íntima y personalísima huella de ternura, amor y esperanza en los corazones próximos a nosotros.
La vida es bella
O puede ser triste y dolorosa si no sabemos vivirla, hoy, vivimos tiempos de guerra, familias rotas, desestructuradas, personas que viven sin un sentido, sin proyectos de vida, personas adictas al alcohol, a las drogas, a la tecnología, etc.; seres humanos vacíos, solos, perdidos, llenos de dolor y frustración, traicionados por el prójimo que debería no ser indiferente ante su sufrir. Bebés, niños, adolescentes, adultos, ancianos con hambre de amor, de ternura, de valoración, con sed de compañía, de encuentro, de trato digno y personal.
No podeos permitir que los suministros se acaben, debemos ser luz en nuestra casa y convertirla en hogar, luz en la calle y convertirla en comunidad, luz en los colegios y transformarlos en recintos de amor a la sabiduría. Todos somos responsables de todos, la indiferencia es síntoma de egoísmo, de falta de esperanza… ¡Cuidado!
La vida es bella cuando nos damos cuenta de que hemos sido creados por Amor y para el Amor, que cada uno importa, que cada uno tiene un lugar en el mundo, que todos hemos sido llamados a realizar una obra de arte con lo que nos ha sido dado, poniendo a trabajar los talentos y multiplicándolos para construir una sociedad mejor, más humana y más feliz. La vida es más bella cuando nos percibimos como un don y nos damos, nos donamos a los demás, concretamente, en el día a día, sirviendo, amando: Con una sonrisa, con una palabra de aliento, con un abrazo sincero, un tiempo para platicar, para escuchar, para ayudar o con una oración.
La vida es más bella cada vez incluso, cuando se descubre su sentido; este sentido se encuentra en el interior y en el exterior de cada persona. Dice Viktor E. Frankl: “Si el sentido reside en el mundo y no primariamente en nosotros mismos, el hombre no deberá preguntar por el sentido de la existencia sino a la inversa, deberá interpretarse a sí mismo como un ser interrogado, y su propia existencia como un interrogante; no es el individuo el que debe preguntar, sino que es la vida la que le formula preguntas; el individuo ha de contestar y responsabilizarse con su vida”.
Si queremos estar preparados para los tiempos duros, los tiempos difíciles, en los que el relativismo, el consumismo y la falta de sentido rondan por el mundo, es preciso ser dueños de nosotros mismos, conquistarnos desde dentro y saber que tenemos una misión única e intransferible que cumplir, misma que se descubre precisamente respondiendo a la vida las preguntas que formula, desde el fondo del alma, con toda inteligencia para descubrir la Verdad y la voluntad para querer Seguirla, en un acto libre de amor y donación de la propia persona al servicio de Su Creador como la respuesta amorosa que El espera y que nos dará la felicidad día a día en lo cotidiano y la total plenitud en la vida eterna.
aranza