Muy Oportuno
La cultura del vicio
Por | Reilly, Robert R
¿Por qué se da la guerra cultural y qué es lo que está en juego?
En su obra "Ética" Aristóteles escribió: " los hombres dan comienzo a cambios revolucionarios por razones conectadas con su vida privada". Y esto vale también y es verdad cuando estos cambios revolucionarios se realizan a nivel cultural. ¿Qué son estas razones "privadas" y por qué son públicas y eso en una forma de cambios revolucionarios? La respuesta a estas preguntas se encuentra en la psicología íntima del fracaso moral.
Para cualquier individuo es muy difícil de vivir su fracaso moral porque lo atormentan los remordimientos de conciencia. Ahora bien el fracaso moral habitual, se le solía llamar vicio, solamente se puede aguantar asfixiando la conciencia a través de una racionalización. Cuando racionalizamos nos convencemos a nosotros mismos que las apetencias hasta ahora prohibidas son permisibles. Hacemos prevalecer la realidad de nuestros apetitos por encima de la realidad del orden moral al cual los apetitos deberían estar subordinados. En nuestra mente reemplazamos la realidad del orden moral con algo que congenia mejor con la actividad que estamos justificando y afirmamos que lo malo es bueno.
Frecuentemente es muy difícil detectar las racionalizaciones cuando uno vive directamente bajo su influencia. Para ello los ejemplos históricos son muy útiles. Uno de los ejemplos más contundentes fue ofrecido en los procesos de Nuremberg por el doctor Karl Brandt quien bajo el régimen nazi estaba a cargo del programa de eutanasia; dijo en su propia defensa: "... cuando yo dije que si a la eutanasia lo hice con la profunda convicción que es la mía también el día de hoy: la eutanasia es correcta, la muerte puede ser una liberación. La muerte es vida".
A diferencia del doctor Brandt la mayoría de las personas recapacitan de cara a sus racionalizaciones cuando el remordimiento y el contexto real de nuevo se imponen. Sin embargo cuando acciones moralmente desordenadas se convierten en el foco definitivo de la propia vida, el vicio puede malear permanentemente la razón. Aberraciones morales profundamente enraizadas empujan consecuentemente a las personas a racionalizar el vicio no sólo para con ellos mismos sino también para con los demás. De esta manera las racionalizaciones se convierten en locomotora para el cambio revolucionario que afecta a la sociedad como tal.
Esta dinámica de la racionalización incita a la guerra cultural, le da su caracterización revolucionaria particular y convierte a sus defensores enguerra entre virtud y vicio - secularismo, relativismo luchadores sin tregua. Es verdad, esta racionalización puede surgir de la desesperación pero entonces es aún más poderosa. El fracaso de la racionalización significa auto recriminación. Y esto hay que evitarlo cueste lo que cueste. Por esta razón las discrepancias por las cuales se lleva adelante la guerra cultural no son asequibles a un discurso razonable; las personas que se protegen a sí mismos por la racionalización no están interesadas en encontrar la verdad sino en mantener la ilusión que les permite continuar su proceder. Para tener éxito en ello es necesario que todos deben aceptar su racionalización. Eso es el motivo porque se requiere un cambio revolucionario. La necesidad de auto justificación requiere de la complicidad de la cultura íntegra. No se puede permitir espacios de desacuerdo porque potencialmente son acusaciones. Odiarse a sí mismo, ira y el sentimiento de culpabilidad que sentiría una persona que dispone de una conciencia que funciona normalmente frente al mal, todas estas pasiones se dirigen ahora por medio de la racionalización sobre la sociedad como tal (si la sociedad es sana) y también contra aquellos de la sociedad que no aceptan la racionalización.
De acuerdo al doctor Jack Kevorkian, por ejemplo, todos aquellos que resisten a participar en la racionalización de matar a la gente (también, como se vio, de personas que ni siquiera estaban enfermas) son un verdadero problema; por eso despotrican que el sistema judicial es "corrupto", la profesión médica vive en la "insania" y los hombres de la prensa la prensa obran como "meretrices". Del fiscal que descubrió que no había siquiera una enfermedad en varias de sus víctimas, el doctor Kevorkian dijo que era "un mentiroso y un religioso fanático loco".
El movimiento homosexual ha avanzado considerablemente con la racionalización de sus reclamos. De acuerdo a Jeffrey Levi, director ejecutivo anterior del movimiento gay y lesbiano: "Nosotros (los homosexuales) ya no reclamamos solamente el derecho a la privacidad y el derecho de protección contra cualquier daño que se nos pueda hacer. Nosotros tenemos el derecho, como lo tienen ya los heterosexuales, de obtener que el gobierno y la sociedad ratifiquen nuestra manera de vivir". Y puesto que solamente el acto de sodomía es el que diferencia a un homosexual activo de un heterosexual, los homosexuales quieren "que el gobierno y la sociedad" ratifiquen que la sodomía es moralmente equivalente al acto matrimonial. "Salir del armario" solamente puede significar una ratificación a nivel de principio moral de lo que de otra manera se consideraría como moralmente desordenado.
Una sociedad puede resistir cualquier cantidad de personas que tratan de imponer sus desórdenes morales propios como política pública. Pero no podrá sobrevivir si adopta la justificación para estos desórdenes morales como propia de la sociedad.
Y así tiene que ser. Si usted basa su vida pública en el acto privado de sodomía, más le conviene transformar sodomía en un acto perfectamente moral. Si la sodomía es un desorden moral no puede ser promovida legítimamente a nivel legal o civil. Del otro lado si es un acto muy moral servirá como base para el matrimonio, la familia (adopción) y la comunidad. Como acto moral entonces la sodomía debería convertirse en una norma. Si es norma entonces debería ser enseñada en nuestras escuelas como un comportamiento estándar. De hecho, la homosexualidad debería ser jerárquica: homosexuales activos deberían ser ordenados como sacerdotes. Todo esto está sucediendo. La causa de los homosexuales pasó de manera natural de un clamor por tolerancia a la conquista cultural. Qué tan exitosa ha sido esta conquista se puede ver en la pobreza de la retórica de sus oponentes. Defendiendo el matrimonio, lo mejor que un congresista pudo ofrecer era decir "América todavía no está lista para el matrimonio homosexual", como así nada más se necesitaba un intervalo decente para ajustarnos a su realización inevitable.
La racionalización homosexual es tan exitosa que hasta la campañarechazo de la religión, relativismo,secularismo contra el sida forma parte de ella con su mensaje que "todos estamos expuestos al riesgo". Y si todos estamos expuestos al riesgo, la enfermedad no puede relacionarse con un comportamiento específico. Sin embargo actos homosexuales son el riesgo más alto para contagiarse con el sida. Éste hecho desagradable invita a una atención no muy bienvenida respecto a la naturaleza de los actos homosexuales; por tanto debe ser ignorado.
El movimiento en favor del aborto igualmente dicta sus reclamos en la sociedad. La lógica interna del aborto requiere la multiplicación de muertes desde el no nacido hasta el que casi ha nacido y luego también a enfermos y a otros individuos que son problemáticos en general. La misma psicología de la racionalización también empuja a los involucrados en el aborto a extender la aplicación de sus principios para multiplicar las fuentes de apoyo en favor del aborto.
Si vas a matar a personas inocentes más te conviene que te convenzas a ti mismo y convenzas a los demás que se trata de un "bien", que lo que estás haciendo lo estás haciendo por pura compasión. De esta manera, Beverly Harrison, una profesora de ética cristiana del seminario teológico Unión, pretende defender el aborto como "un bien positivo", y hasta como una "elección amorosa". Ginette Paris, analista de la línea de Jung, dice que es mucho más. En su libro, "El Sacramento del Aborto" está reclamando "nuevos rituales como también leyes para restaurar el aborto en su dimensión sagrada". Defendiendo el derecho a abortar por nacimiento parcial la senadora Barbara Boxer durante el debate reciente del Senado de Estados Unidos de Norteamérica les dijo a sus colegas que las madres que han abortado a sus hijos con este método "han sepultado a estos bebés con amor". Si abortar es amar entonces realmente como lo dijo el doctor Brandt "Muerte es vida".
El aborto es lo último de una racionalización más amplia de la revolución sexual: si el sexo es solamente una forma de divertirse o de auto realización (por eso debe ser separado del orden moral) ¿por qué el engendrar a un niño debe ser un obstáculo o un castigo para el placer? La vida de un niño es un reproche físico y moral de cara a esta proposición. Sin embargo el niño es demasiado débil para vencer el poder de la racionalización. La realidad virtual de la racionalización es más fuerte que la actual realidad del niño. El niño sucumbe ante la racionalización y es asesinado en un nuevo "Sacramento".
Con más de 35 millones de abortos realizados desde 1973 el investir en el esfuerzo de negar que el aborto es un mal se ha vuelto colosal. Cualquiera que ha sido testigo del dolor y del horror (muchas veces años después del acontecimiento) de una mujer confrontada por primera vez con la naturaleza de lo que realmente ha hecho al abortar, se da cuenta hasta donde tiene que llegar la gente para prevenir que suceda.
De esta manera el cambio de actitudes ante el aborto puede ser trazado directamente al número creciente de personas involucrados incluyendo padres, doctores y enfermeras que tienen la necesidad de justificación. La Kaiser Family Foundation ha informado que el número de personas que piensan que el aborto debería ser ilegal en toda circunstancia ha bajado del 21% en 1975 a 15% en 1995. La proporción de los que apoyan el aborto en todas las circunstancias ha crecido desde el 21% al 33% en el mismo período. Este cambio se ha producido no porque los que están a favor del aborto han ganado por argumentos sino porque es enorme el número de los que tienen necesidad psicológica personal para verse obligados a rechazar lo que es el aborto realmente.
Controversias acerca de la vida, la generación y la muerte son decisivas para el destino de cualquier civilización; una sociedad puede resistir a cualquier cantidad de personas que tratan de promover su desorden moral personal como una política pública. Pero no puede sobrevivir una vez adoptada la justificación de éstos desórdenes morales como propia. De eso se trata la guerra cultural.
aranza