Valores Morales
Buscar la vida de nuestra alma
Por | Juan del Carmelo
La vida de nuestra alma, si queremos alcanzar la eterna felicidad, ha de centrase en buscar la santidad en esta vida. Si queremos que la vida de nuestra alma sea su santificación, hay que tener presente que la santidad de uno mismo, nadie puede construirla él mismo solo, de la noche a la mañana y sin contar con la ayuda divina. Todo en la vida espiritual, requiere tiempo y la ayuda divina. Nosotros vivimos en un mundo en el que la preponderancia de nuestra corporal materialidad, tiene sometido los deseos de nuestra alma espiritual.
El tiempo es un factor que solo es para la materialidad de nuestro cuerpo. En nosotros, nuestras almas, no las ha creado Dios no para vivir en el tiempo sino para la inmortalidad que nos espera en nuestra patria definitiva. A la materia, el transcurso del tiempo le es algo muy esencial, porque ella es finita en el tiempo, sabe que irremisiblemente tiene fijado un periodo de vida mayor o menor según los casos. Todos cuerpos de personas humanas animales, y toda la materia que configura el mundo y todas las estrellas fenecerán. Solo el espíritu subsistirá. Por ello a lo espiritual no le agobia el paso del tiempo es más, ni siquiera sabe lo que es eso, porque ella vive en la eternidad y vive ya en esa idea aun cuando está conviviendo con nuestro cuerpo, porque lo espiritual es siempre eterno. A ella le preocupa el mañana y sus intereses están siempre en lucha con nuestro cuerpo
Es por ello que nosotros acostumbrados a lo material que nos domina exigimos, que a una acción, nuestra o ajena, haya de inmediato una reacción y si decidimos ser santos en profundidad pensamos, que de inmediato ya lo tener, si lo deseamos, pero esto no es así. El deseo de santidad, si podemos tenerlo de inmediato pero sin la debida consistencia, hay que darle forma y fondo a ese deseo, para ser profundamente santos tal como el Señor nos desea y ello requiere mucho tiempo de amor, de lucha y de sacrificio por nuestro Amado. ¡Cuántos fervorines y buenas intenciones nacidas al calor de unos ejercicios espirituales, se han quedado en nada!
En este mundo, en la época y en el lugar y circunstancias que nos rodean, son estas las que el Señor ha escogido para situarnos. Él lo ha hecho así, porque a su juicio, es el que más posibilidades nos ofrece de salvarnos de llegar a ser eternamente felices aceptado su amor, que es su primordial deseo, referido a todo ser humano. Y sin embargo la mayoría de nosotros, por no decir todo el mundo no está muy de acuerdo con esta decisión del Señor. Es necesario identificarse mucho con Él, y haber practicado mucho el doblegar nuestros deseos y voluntad a la conformidad divina, para aceptar lo que tenemos, como lo mejor que podríamos esperar.
La vida del hombre en este mundo, tiene que ser una lucha para suprimir nuestros deseos y acomodarlos a los deseos del Señor y nos gusten o no, estos deseos nuestros, hemos de identificarlos con los deseos divinos, hemos de acomodar nuestra voluntad a la divina, pues en el cielo nuestra identidad de conformación con la divina será eternamente perfecta. Hay que comprender y ser consciente, de que desear para nosotros, algo distinto de lo que Él quiere es una insensatez, que al final siempre nos traerá amarguras cuando no sufrimientos innecesarios. No aceptar la voluntad de Dios es una insensatez. Él siempre desea lo mejor para nosotros aunque nosotros no lo veamos ni lo comprendamos. En las Coplas de Jorge Manrique hay una estrofa de su padre en la que él acepta morir y dice: "que es locura, en el hombre querer vivir, cuando Dios quiere que muera"
El ser humano es "el eterno insatisfecho". Unos piensan que cualquier tiempo pasado era mejor y se lamenta de haber nacido tan tarde, leen los hechos y hazañas de nuestros antepasados, y piensan "si yo hubiese nacido en esa época"... Otros, obsesionados con los avances tecnológicos, piensan que han nacido demasiado pronto y que se van a perder, las maravillas que la ciencia va a descubrir y fabricar. Están tan apegados a este mundo, que les obsesionan las estadísticas que señalan la esperanza de vida en las distintas partes del mundo. ¡Pobres gentes! Tienen en sus manos la maravilla de las maravillas que es el amor del Señor y se entusiasman con cuatro chucherías mundanas ¡Qué verdad es esa! de que el demonio juega con los humanos como los niños juegan con las canicas.
Nuestra forma de ser, resulta muchas veces incomprensible, para los ángeles que nos contemplan y eso que son muchos más listos que nosotros, pero no nos comprenden, ni entienden que teniendo en nuestras manos, la posibilidad de buscar nuestra santificación y pudiendo disponer del amor del Señor, le demos la espalda a ese maravilloso amor, para correr detrás de cinco chucherías encontradas en el basurero donde vivimos. Y no es que Dios nos haya puesto a vivir en un basurero, no, es que el basurero lo hemos creado nosotros, con nuestros pecados y ofensa al Señor. Pero no son solo los ángeles, los que se asombran, son también muchas almas que viven con nosotros dentro del basurero y tratan de vivir, manteniendo sus almas lo más limpias posibles y no aceptado las viciadas ofertas que nos ofrece este mundo.
¡Cuánta razón! tenía el obispo Sheen, cuando escribía diciendo: "Vivir en medio de la infección del mundo y al mismo tiempo estar inmunizado contra él es algo imposible sin la gracia". El ser humano es incomprensible, lo tiene el Todo en sus manos y abre sus manos, tirando por la borda el Todo, para recoger a cambio una basura material. Cómo nos dice San Agustín: "Pudiendo poseer al Autor de todo lo creado, porque nos obsesionamos por poseer lo por Él creado. No comprendes que poseyendo al Creador de todo, poseerás todo lo creado"" El problema reside, en que generalmente el hombre, valora más la materialidad de su cuerpo que la espiritualidad de su alma, olvidándose de que su cuerpo fenecerá, pero su alma nunca fenecerá, porque ella al ser espiritual, es inmortal, tal como Dios la ha creado. Pero lo que pasa, es que como vulgarmente se dice, la materia nos entra por los ojos, es lo que creemos, que solamente existe ella, y ella nos subyuga, olvidándonos de que hay muchas cosas que no vemos y existen, y valen mucho más, porque tengamos siempre en cuenta que lo perteneciente al orden del espíritu está por encima, pero muy por encima, de lo que pertenece al orden de la materia. Dios es espíritu puro, no materia.
Nos obsesiona la materia, la apreciamos más ya que es lo que vemos con los ojos materiales de nuestra cara y no apreciamos debidamente lo que no vemos, aunque nos digan que es más importante, lo que no vemos, que lo que vemos. Nunca acabaremos de convencernos, solo con la luz divina se pueden iluminar los ojos de nuestra alma y será entonces cuando comprenderemos la importancia de nuestra al, su belleza si está en gracia y su repugnancia si está manchada por la ofensa a Dios. Pongamos un ejemplo, aunque no la veamos todos sabemos que existe la electricidad y si alguien tiene dudas de su existencia le invito a que meta dos dedos en un enchufe y ya veremos si se entera o no, de la existencia de la electricidad. Es mucho más lo que no vemos y existe, que lo que vemos con los ojos de nuestra cara, Lo que no vemos es mucho más, pero además, mucho más importante porque el orden del espíritu está muy por encima del orden de la materia, que es lo que muchos creen que solo existe ella, porque para ellos, solo existe lo que captan sus ojos materiales.
La materia se ve con los ojos materiales de nuestra cara y la luz material del sol o la artificial que se crea con leña o electricidad. Lo espiritual solo se puede ver con los ojos espirituales de nuestra alma iluminados con la luz divina, en la medida en que seamos capaces de merecerla. Nosotros ahora, mientras estemos en este mundo, solo podemos captar lo que es invisible para nosotros, en razón de los frutos o consecuencias que genera lo que nos es invisible. Refiriéndose a loa falsos profetas nos decía el Señor: "Guardaos de los falsos profetas: se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces, por sus frutos los conoceréis". (Mt 7,15-20).
Y para adquirir esta basura material que vemos y que creemos que es lo único que hay, el hombre trabaja como un león y negocia sacrificando su amor al Señor y engañándose a sí mismo en una vida de medias tintas, pues quiere nadar y guardar la ropa al mismo tiempo. Frente a lo cual, ya nos previno rotundamente el Señor nos dijo: "Nadie puede servir a dos señores, pues o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas". (Mt 6,24). Querer compaginar o quedarse en un claro oscuro, es muy propio del ser humano cuyo ideal sería poder estar siempre jugando con dos barajas. Pero es el caso, que pasarse la vida, a medias tintas es estar perdiendo el tiempo lamentablemente. A este respecto, nos dice Fulton Sheen que en este mundo: "Solo las medianías sobreviven. Aquellos que llaman a lo negro, negro y a lo blanco, blanco, son sentenciados por intolerantes. Sólo lo grises pueden vivir".
Hemos venido a este mundo para superar una prueba de amor, para demostrarle al Señor que somos dignos de su amor. Sacrificar esta maravillosa oportunidad que se nos da, para tener como objetivo en la vida, llegar a ser los más ricos del cementerio, es propio de mentecatos; sobre todo cuando se nos ha advertido y dicho de diferentes maneras y con una rotundidad tal, como la que expresa en Señor en estas palabras: "El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama". (Mt 12,30).
Pero tozudamente unos se empeñan en querer jugar a las medias tintas, como si las relaciones con el Señor fuesen una especie de pasteleo político, al que no solo son los políticos los que están acostumbrados, sino también muchos que no lo son, porque en definitiva lo del pasteleo o de las medias tintas, es siempre el dios dinero, o la ambiciones políticas, que en sí son siempre pura vanidad. Hay dos clases de felicidad, la terrenal que aquí tenemos que es una felicidad de orden material y la espiritual que nos espera en el cielo. La material de aquí abajo es la que desea nuestro cuerpo que sabe que se va a morir y quiere gozar al máximo, aunque se al precio de enviar eternamente a su alma al reino del odio y las tinieblas. A él que más le da, si sus días los tiene contados.
aranza