Internacional - Política

Biden no está ganando y su campaña debería dejar de actuar como tal

2024-05-02

Pero aquí estamos, entrando en mayo, a solo seis meses de las elecciones, y la...

Ross Douthat / NYT

En febrero, hubo un intenso debate sobre si la avanzada edad de Joe Biden y su aparente debilidad en un enfrentamiento contra Donald Trump significaban que debía hacerse a un lado. Escribí una columna sobre ese tema, pero entre las voces más notables (me refiero a las no conservadoras) que argumentaban que Biden debía considerar retirarse de la contienda se encontraron el experto en encuestas Nate Silver y mi colega Ezra Klein. El informe del fiscal especial Robert Hur, que indicaba que el presidente tenía problemas de memoria, también formó parte de la discusión o, si prefieren los términos favorecidos por los aliados del presidente, parte de la histeria innecesaria.

“La presión para que Biden se haga a un lado solo se hará más fuerte”, decía un titular de ese periodo, escrito por Robert Kuttner en The American Prospect. Kuttner estaba equivocado; la presión ha disminuido. Todo lo que hizo falta fue que Biden pronunciara un aceptable discurso del estado de la Unión: a partir de entonces, sus cifras en las encuestas mejoraron marginalmente, los optimistas del lado demócrata tomaron la iniciativa retórica y el discurso de “¿debería Biden hacerse a un lado?” se desvaneció en el ruido de fondo.

Pero aquí estamos, entrando en mayo, a solo seis meses de las elecciones, y la dinámica básica que inspiró la discusión/histeria original todavía está con nosotros. El miniauge de Biden fue, bueno, miniatura. Todavía está ligeramente por detrás en las encuestas nacionales, y todavía está detrás de Trump en los estados indecisos que ganaron el Colegio Electoral para los demócratas la última vez: Georgia, Míchigan, Arizona, Nevada, Pensilvania y Wisconsin. La brecha es estrecha: dependiendo de tu promedio de encuestas predilecto y de cómo interpretes las cifras de Robert F. Kennedy Jr. en las encuestas, Biden probablemente necesite recuperar solo unos pocos puntos para tomar la delantera: tal vez 3 o 4 puntos. Pero también es bastante constante; desde el otoño pasado, ambos candidatos oscilan dentro de un rango muy estrecho.

La respuesta demócrata a esta consistencia es una mezcla de confianza injustificada y fatalismo injustificado. Por un lado, existe la creencia de que la ventaja de Trump es insostenible, porque tiene un límite máximo y no puede superar el 50 por ciento (pero ¿importa eso en una contienda con varios candidatos bien conocidos de otros partidos?), porque los votantes aún no están prestando mucha atención (¿pero no conocen ya bastante bien a ambos candidatos?), porque las encuestas no importan sino hasta después de las convenciones (en abril de 2020, Biden lideró el promedio de encuestas FiveThirtyEight por unos 5 puntos; ganó el voto popular en el otoño con un 4,4 por ciento), porque los juicios a Trump aún no han surtido efecto (pero ¿y si es absuelto?).

Por otro lado, existe una irritabilidad de “¿qué podemos hacer?” hacia cualquiera que sugiera que Biden debería modificar la forma en que ha abordado la política hasta la fecha. ¡Lo ha hecho genial! ¡La población es simplemente ingrata o está confundida, engañada por los medios o cegada por el partidismo! ¡Debería estar 10 puntos arriba! Si no puede ganar con este historial, ¡Estados Unidos se merece lo que le espera!

He aquí una visión alternativa de la situación de Biden. Una lección plausible de los años con Trump es que, si uno le está ganando sistemáticamente en las encuestas, hay que ser temperamentalmente cauteloso, centrarse en los aspectos fundamentales de la campaña y en los esfuerzos para conseguir el voto, y proyectar normalidad en cada momento. Esto fue lo que hicieron bien los demócratas en 2018 y 2020, sus años de éxito anti-Trump.

Si, por otro lado, estás perdiendo contra Trump (como lo estuvieron sus rivales republicanos en las primarias de 2016 y 2020), no puedes confiar en absoluto en que los acontecimientos o la fatiga hacia Trump vengan mágicamente al rescate. En lugar de ello, es necesario formular una estrategia que sea acorde con el desafío y estar dispuesto a romper las reglas normales de la política (como no lo hicieron los rivales republicanos de Trump en 2016 y 2020) para hacer frente a la anormalidad del propio Trump.

El problema de la campaña de Biden es que está siendo gestionada como si su candidato estuviera en el primer lugar, como si estuviera protegiendo una ventaja que Biden no tiene.

Eso ha significado rechazar el tipo de medida fuerte propuesta por Klein y otros, en la que un reconocimiento patriótico de sus propios límites, físicos y políticos, lleva al impopular presidente en funciones a dar un paso al costado para darle a su partido la oportunidad de restablecer los términos de las elecciones.

Ha significado evitar la más mínima reorganización posible de la fórmula, en la que Kamala Harris, el peor respaldo posible para un presidente mayor, cede ante un candidato o candidata a vicepresidente que en realidad podría ser reconfortante, incluso popular.

Y ha significado dejar que la formulación de políticas del gobierno siga funcionando con el piloto automático progresista. ¿Desplegar un plan regulatorio que tenga como objetivo eliminar gradualmente los automóviles que funcionan con gasolina? Exactamente lo que quieren esos estados indecisos del Medio Oeste. ¿Utilizar el Título IX para imponer políticas de afirmación transgénero en las escuelas de todo el país? Perfecto para un año electoral. ¿Un nuevo programa de condonación de préstamos estudiantiles que podría costar más de 1 billón de dólares en medio de una inflación persistentemente alta? Exactamente lo que exigen los votantes más jóvenes. (Es broma: la deuda estudiantil ocupó el puesto 16 de importancia de 16 áreas problemáticas en una reciente encuesta de Harvard Youth Poll entre jóvenes de 18 a 29 años).

¿Un conjunto de nuevas y agresivas órdenes ejecutivas sobre inmigración, para demostrar que si los republicanos no concilian un acuerdo, entonces Biden actuará de forma unilateral para mejorar la seguridad fronteriza? Bueno, tal vez la Casa Blanca lo haga algún día.
‌Que quede claro: Biden puede sin duda ganar estas elecciones. Unos pocos puntos no es un déficit imposible. Podría programar algunas triangulaciones brillantes en los últimos días de la campaña, cuando más votantes prestan atención. Podría verse impulsado por un alto al fuego en Medio Oriente y buenas noticias sobre la inflación. Trump podría ser condenado y perder, digamos, dos puntos porcentuales cruciales de apoyo en Pensilvania y Míchigan. El sector de izquierda que apoya a Kennedy podría recaer en Biden, mientras que la parte favorable a Trump se queda con el saboteador del tercer partido. Los partidarios de Trump marginados y con baja propensión a votar podrían no acudir a las urnas el día de las elecciones.

Pero es bueno enfrentarse a la realidad cada pocos meses de lo que está sucediendo con la campaña para detener a Trump, una que Biden decidió que él y solo él podía liderar. Y lo que está sucediendo justo ahora es que Biden se está inclinando más hacia la derrota.



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