Internacional - Seguridad y Justicia
Atendían a oleadas de heridos en Gaza, pero luego un ataque israelí atrapó a los médicos extranjeros
EL CAIRO (AP) — Los 35 médicos estadounidenses y de otros países llegaron a Gaza en equipos de voluntarios para ayudar a uno de los pocos hospitales del territorio que aún funcionaban. Traían maletas llenas de suministros médicos y se habían entrenado para desempeñarse en una de las peores zonas de guerra del mundo. Sabían que el sistema sanitario estaba diezmado y desbordado.
La realidad es aún peor de lo que imaginaban, dicen.
Niños con amputaciones horribles. Pacientes con quemaduras y heridas llenas de gusanos. Infecciones generalizadas. Médicos y enfermeras palestinos agotados después de siete meses tratando oleadas interminables de civiles heridos en la guerra entre Israel y Hamás.
“No esperaba que (la situación) fuera tan grave”, dijo el doctor Ammar Ghanem, especialista en unidades de cuidados intensivos de la Sociedad Médica Sirio-Estadounidense de Detroit. “Oyes las noticias, pero no puedes reconocer realmente... lo mal que está hasta que vienes y la ves”.
La incursión de Israel en la ciudad de Rafah en el sur de Gaza ha agravado el caos. El 6 de mayo, soldados israelíes tomaron el cruce de Rafah hacia Egipto, cerrando el principal punto de entrada y salida para los trabajadores humanitarios internacionales. Los equipos quedaron atrapados más allá del final previsto de su misión de dos semanas.
El viernes, días después de la fecha prevista para la salida de los equipos, las conversaciones entre las autoridades estadounidenses e israelíes fueron fructíferas y algunos de los médicos pudieron salir de Gaza. Sin embargo, al menos 14, entre ellos algunos estadounidenses, decidieron quedarse, según una de las organizaciones, la Asociación Médica Palestino-Estadounidense. De momento no ha sido posible contactar al grupo médico estadounidense sin ánimo de lucro FAJR Scientific, que organizó un segundo equipo de voluntarios. Según la Casa Blanca, 17 estadounidenses salieron de Gaza el viernes, y al menos tres decidieron quedarse.
Aunque no se sabe por el momento por qué algunos médicos permanecieron en Gaza, varios dijeron a The Associated Press esta semana que no se marcharían hasta que se permitiera la entrada a Gaza de nuevos equipos de voluntarios para sustituirlos.
Los dos equipos internacionales llevan trabajando desde mayo en el Hospital General Europeo, ubicado afuera de Rafah, el mayor hospital que sigue funcionando en el sur de Gaza. Los voluntarios son en su mayoría cirujanos estadounidenses, pero también hay profesionales médicos del Reino Unido, Australia, Egipto, Jordania, Omán y otras naciones.
La Organización Mundial de la Salud declaró que la ONU, que coordina las visitas de los equipos de voluntarios, está en conversaciones con Israel para reanudar el traslado de trabajadores humanitarios con el fin de que ingresen a Gaza y salgan de ella. Las fuerzas armadas israelíes dijeron que no harían comentarios.
La misión de los médicos les permitió conocer de primera mano un sistema sanitario destrozado por la ofensiva israelí en Gaza, desencadenada por el ataque de Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023. Casi dos docenas de hospitales de Gaza ya no funcionan, y la docena restante sólo lo hace parcialmente. La campaña israelí ha dejado más 35,000 palestinos muertos y más de 79,000 heridos, según las autoridades sanitarias de Gaza. Entre los fallecidos hay casi 500 trabajadores sanitarios.
La operación militar de casi dos semanas en Rafah ha hecho que más de 600,000 palestinos huyan de la ciudad y se dispersen por el sur de Gaza. Gran parte del personal palestino del Hospital Europeo se marchó para ayudar a las familias a encontrar un nuevo refugio. En consecuencia, los voluntarios extranjeros se ven desbordados por las urgencias médicas y otras tareas, como tratar de encontrar pacientes dentro del hospital. No hay personal que registre dónde se coloca a los heridos que llegan. Los medicamentos que los equipos trajeron consigo se están agotando.
Miles de palestinos se refugian en el hospital. Afuera, las aguas residuales rebosan por las calles y el agua potable es salobre o está contaminada, lo que propaga enfermedades. La carretera al hospital desde Rafah se ha vuelto insegura. Según las Naciones Unidas, un tanque israelí disparó el lunes contra un vehículo de la ONU que circulaba por la carretera, matando a un agente de seguridad de la ONU e hiriendo a otro.
Cuando comenzó el asalto a Rafah, los 17 médicos de FAJR Scientific vivían en una casa de huéspedes de la ciudad. Sin que el ejército israelí les advirtiera que debían evacuar el lugar, el equipo se vio sorprendido por bombas que cayeron a unos cientos de metros de la casa, claramente señalizada, dijo Mosab Nasser, director general de FAJR.
Se apresuraron a salir, todavía con sus batas de trabajo puestas, y se trasladaron al Hospital Europeo, donde se alojaba el otro equipo.
El médico Mohamed Tahir, un cirujano ortopédico londinense de la FAJR, realiza varias operaciones al día y duerme pocas horas. A menudo le despiertan los bombardeos que sacuden el hospital. El trabajo es frenético. Recuerda que le abrió el pecho a un hombre para detener una hemorragia, sin tiempo para llevarlo al quirófano. El individuo murió.
Tahir dijo que, cuando empezó el asalto de Rafah, los colegas palestinos del hospital preguntaron nerviosos si los voluntarios se irían.
“Me hace sentir el corazón muy entristecido”, dijo Tahir. El personal palestino sabe que cuando los equipos se marchen “ya no tendrán protección; y eso podría significar que este hospital se convierta en Shifa, lo cual es una posibilidad muy real”. En marzo, las fuerzas israelíes asaltaron por segunda vez el hospital Shifa de la Ciudad de Gaza, el mayor del territorio, dejándolo en ruinas. Israel alega que Hamás utiliza los hospitales como centros de mando y escondites, acusación que las autoridades sanitarias de Gaza niegan.
Los pacientes que Tahir ha salvado le mantienen en marcha. Tahir y otros cirujanos operaron durante horas a un hombre con heridas graves en el cráneo y el abdomen, y esquirlas en la espalda. El miércoles por la noche le operaron por segunda vez.
“Miré a mis colegas y les dije: ‘¿Saben qué? Si este paciente sobrevive —sólo este paciente— todo lo que hemos hecho, o todo lo que hemos vivido, habrá valido la pena’”, dijo Tahir.
La doctora Ahlia Kattan, anestesióloga y médico de unidades de cuidados intensivos de California que colabora con la FAJR, cuenta que el caso más duro para ella fue el de un niño de 4 años, de la misma edad que su hijo, que llegó con quemaduras en más del 75% del cuerpo, y los pulmones y el bazo destrozados. No sobrevivió.
“Me recordaba mucho a mi hijo”, dijo mientras contenía las lágrimas. “Aquí todo el mundo tiene historias diferentes que se lleva a casa”.
Algo que pesa mucho entre todos los voluntarios, dijo Kattan, es “la culpa que ya sentimos cuando nos vamos, que tenemos para escapar a un lugar seguro”.
No quedó claro por el momento si alguno de los médicos que hablaron con la AP se encontraba entre los que se marcharon.
aranza
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