Valores Morales

¿Qué son los siete salmos penitenciales? 

2024-06-06

En el caso concreto del libro de los Salmos, él está compuesto por 150 salmos que...

Por | Felipe Isaac Paschoal Rocha

Existen en la naturaleza ciertos fenómenos meteorológicos de los cuales bien podemos sacar una gran lección para nuestra vida espiritual. En efecto, al contemplar una bella puesta del sol, o la feria de colores de un magnífico arcoíris, o, quizás la blancura espectacular de un campo totalmente nevado, nuestras almas alaban al Creador por todos los dones de la Creación. Nos unimos entonces a Él por la consideración maravillada de estos prodigios naturales: dichos espectáculos bien representan la unión del alma justa con el Creador.

Sin embargo otros fenómenos, completamente distintos de los que arriba fueron vistos, bien representan la Justicia Divina, Majestuosa e Implacable hacia el pecador empedernido. Así la vemos representada en las feroces tempestades, en los ensordecedores - pero cuán deslumbrantes - truenos, y aún en el tremendo y destructivo huracán...

¡Es justamente esta Divina Implacabilidad del Creador la que vemos representada en algunos salmos de las Sagradas Escrituras! "¿Si tuvieras en cuenta nuestros pecados, Señor, quién podrá subsistir delante de vos?" (Sl 129, 3); "Vuestra cólera nada escatimó en mi carne, por causa de mi pecado nada hay de intacto en mis huesos" (Sl 37, 4); "En vuestra cólera no me reprendáis, en vuestro furor no me castiguéis" (Sl 6, 2): estos y algunos otros salmos nos demuestran la Inexorabilidad de Dios hacia aquellos que no se arrepienten de sus delitos... ¿Pero será solamente ese aspecto que el lector encontrará en la lectura de los salmos penitenciales, esas verdaderas y valiosas joyas de literatura? En los salmos penitenciales encontramos ríos de sabiduría, alabanza y perdón.

El libro de los Salmos, una obra sapiencial

Sabiduría. Los salmos que acabamos de contemplar componen, junto con muchos otros, el libro de los Salmos. Originariamente se titulaba como el libro de los Himnos, y con la traducción de los LXX pasó a denominarse tal cual lo conocemos. Junto con los libros de Job, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, el de la Sabiduría y el Eclesiástico, el Libro de los Salmos compone en el Antiguo Testamento la clase de los libros conminados como Sapienciales. Así son denominados porque por medio de ellos podemos tomar los supuestos necesarios para, a partir de las criaturas, conocer a Dios. En ellos encontramos la nota común de consejos divinos para tener una vida justa, y, por medio de ésta, estar en paz con el Creador. Ellos enseñan a vivir con sabiduría.

En el caso concreto del libro de los Salmos, él está compuesto por 150 salmos que fueron redactados en las más diversas épocas, y por varios autores... Primeramente eran todos ellos atribuidos a aquel que es conocido como el "Cantor de los Salmos de Israel" (2 Sm 23, 1): el Profeta David. Posteriormente se verificó que sería más correcto afirmar que los salmos fueron escritos no solo por uno, sino por diversos autores. Así vemos, entonces, en algunos la pluma del Gran David, que marcó no solo la historia del pueblo hebreo, sino la del mundo por ser uno de los antepasados de Nuestro Señor; en otros salmos, encontramos la pluma de personajes tragados por el anonimato de la Historia - de los cuales ni siquiera se conoce la vida - como a Asaf, Heman y los hijos de Coré; y en otros salmos, el anónimo es el autor. Pero toda esta cuestión es secundaria, teniéndose en consideración la belleza, el objetivo y los varios modos con los cuales fueron escritos los salmos.

Modos de alabar a Dios

En efecto, se nota en todos los salmos un tema frecuente: es que fueron escritos de forma poética con la intención de alabar y reverenciar a Dios, mostrando al hombre el modo en que el Altísimo obra y actua a lo largo de toda la Historia - sea por medio de premios o castigos -, desde el momento de la Creación, e incluso en la vida cotidiana de todos los pobres mortales. En algunos salmos, encontramos especialmente una nota de súplica por alguna catástrofe que está por realizarse, y que se ruega a Dios para que no se concretice; ya en otros, el tono es de acción de gracias por un beneficio recibido... Podemos destacar, entre tantos y tantos otros modos con los cuales los salmos fueron escritos, aquellos salmos que alaban especialmente la majestad de Dios, como el salmo 113 (1-4): "Alabad, oh siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y para siempre. Desde el nacimiento a la puesta del sol, sea alabado el nombre del Señor. El Señor es excelso sobre todos los pueblos, su gloria sobrepasa la altura de los cielos". O entonces, aquellos que poseen un carácter litúrgico, que eran utilizados en las fiestas del antiguo Israel y en las peregrinaciones a Jerusalén: "Que alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor... Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, oh Jerusalén!" (Sl 122, 1-2).

Hay, también, algunos salmos que contienen - de modo singular - un pedido de perdón... Poseen un carácter de arrepentimiento, contrición y sacrificio, en los cuales se presenta nítidamente el rigor de la Divina Justicia hacia el pecador empedernido en sus faltas -y a los cuales bien podemos comparar a las terribles catástrofes de la naturaleza... Son, justamente, los salmos que la piedad católica denominó como Penitenciales.

Clamorosos pedidos de perdón

Son denominados Salmos Penitenciales los que la Vulgata enumera como siendo los salmos 6, 31, 37, 50, 101, 129 y 142. Dichos salmos poseen, más que los demás, sentimientos de penitencia, con los cuales el Salmista comprueba la gravedad de su pecado y ruega a Dios el perdón inmerecido.. Vemos claramente en estos siete salmos la Majestad Divina que es insultada con la torpeza del pecado. Y ‘pari-passu' a esto verificamos el verdadero -y cuán pungente- ejemplo del Salmista, que se arrepiente enteramente de la mala acción cometida, e implora a Dios indulgencia hacia sus delitos. A partir de esta actitud de contrición, nace otra súplica: ¡la de que Dios aplaque su Santa ira, y considerando la Infinita Bondad Divina, ruega al Salmista que Dios ablande el castigo!

Desde tiempos inmemoriales adoptó la Santa Iglesia a estos siete salmos para utilizarlos como una "fuente penitencial", y por medio de ellos inculcar en los fieles el verdadero espíritu del arrepentimiento de los pecados, y, de este modo, hacer que todos se penitencien de sus faltas. El resultado es que dichos salmos figuran en varios momentos en la vida de la Iglesia, sea en el Oficio Divino, sea en la Sagrada Liturgia, tanto en la recitación diaria y silenciosa, como en el cántico en coro... Orígenes afirmaba que el motivo que llevó a la Iglesia a elegir siete salmos penitenciales equivalía a siete modos por los cuales se adquiere el perdón de los pecados, que serían: por medio del bautismo, del martirio, por las limosnas, perdonando los pecados ajenos, convirtiendo al prójimo, por la efusión de la caridad, y por último, por la propia penitencia.



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