Tras Bambalinas

Putin y Kim Jong están creando una crisis. ¿Podrán Estados Unidos y China contenerlos?

2024-07-09

La connivencia entre Rusia y Corea del Norte nunca ha resultado favorable para China. En esta...

Patricia M. Kim | Política Exterior

La connivencia entre Rusia y Corea del Norte nunca ha resultado favorable para China. En esta crisis hay mucho más en juego para los intereses de seguridad directos de Pekín, así como para los de Estados Unidos y sus aliados asiáticos más cercanos.

El recién firmado pacto de seguridad entre Rusia y Corea del Norte ha generado ansiedad alrededor del mundo sobre la creciente alianza entre el presidente ruso Vladimir Putin y el líder norcoreano Kim Jong Un y sus implicaciones para la península de Corea, Ucrania y el resto del mundo. Mientras que algunos han señalado los acontecimientos como una prueba más del “alineamiento del mal“ entre Rusia, Corea del Norte, China e Irán, la realidad es que el pacto podría hacer más por fracturar que por solidificar este floreciente eje.

Con el aumento de las tensiones regionales, la historia podría repetirse: China podría verse arrastrada a una crisis o incluso a una guerra total en la península coreana que no tiene interés en librar, y verse obligada a arreglar el desastre por sí misma dado el grado de concentración de Moscú en Europa y sufrir importantes reveses en sus prioridades.

Los principales objetivos de China en la península coreana –ni crisis ni caos– coinciden más con los intereses de Washington y sus aliados que con los de Pyongyang y Moscú. Antes de que estalle una crisis, Estados Unidos y China, junto con Corea del Sur y otras partes interesadas de la región, deberían trabajar juntos para frenar la colaboración entre Putin y Kim y renovar la diplomacia en la península coreana.

Corea del Norte envalentonada

El pacto de seguridad firmado entre Rusia y Corea del Norte es ambiguo a propósito. El texto establece que ambas partes proporcionarán “asistencia militar y de otros tipos con todos los medios en su poder sin demora”, si una de las partes cae en “estado de guerra” debido a una “invasión armada” por parte de uno o más países. Esto plantea la cuestión de qué se entiende por “estado de guerra” y cuál es el umbral que debe alcanzarse para que se active la cláusula de seguridad mutua. Además, el tipo de apoyo que debe prestar cada una de las partes queda sin especificar: “asistencia militar y de otro tipo” podría referirse desde el intercambio de inteligencia hasta el envío de tropas sobre el terreno.

Es probable que esta ambigüedad tenga por objeto transmitir incertidumbre en Estados Unidos y sus aliados sobre lo que podría desencadenar la cláusula de defensa mutua y, en consecuencia, infundir cautela. Además, la vaga redacción sobre los tipos de asistencia da cierto grado de flexibilidad a Pyongyang y Moscú en sus obligaciones. También cabe decir que es muy posible que Moscú y Pyongyang tengan diferentes interpretaciones y expectativas de lo que se han prometido mutuamente.

No obstante, preocupa seriamente que, con una “garantía de seguridad” rusa o al menos con la apariencia de una, Corea del Norte pueda sentirse alentada a intensificar sus provocaciones, basándose en la creencia de que Estados Unidos y sus aliados responderán con mayor cautela ahora que tienen que tomar en cuenta una posible reacción rusa.

Es improbable que Putin frene a Kim Jong

Aún más preocupante es que Moscú tiene pocos incentivos para frenar a su socio menor en acciones que desestabilicen el noreste asiático. De hecho, Putin podría muy bien acoger cualquier provocación norcoreana en la península de Corea que obligue a Estados Unidos a desviar su atención de Europa, donde Rusia prosigue su implacable guerra contra Ucrania.

También es concebible que Rusia y Corea del Norte –ambos tienen mucho que ganar de otra presidencia de Trump– podrían iniciar una “sorpresa de octubre“ en un intento de inclinar las elecciones presidenciales de Estados Unidos a favor de Trump. Después de todo, el expresidente ha expresado abiertamente su afecto tanto por Kim como por Putin. Trump también ha sugerido que llegaría a un acuerdo con Pyongyang que le permitiera conservar sus armas nucleares y que recortaría la ayuda estadounidense a Ucrania inmediatamente después de la elección.

Divergencia de intereses entre China, Rusia y Corea del Norte

Estos acontecimientos han sacudido no sólo a Estados Unidos y sus aliados, sino también a China. Pekín está perdiendo rápidamente su influencia sobre Pyongyang frente a Moscú, mientras que paga los costes diplomáticos de su asociación con los dos Estados parias.

Sin duda, Pekín, Moscú y Pyongyang comparten profundos resquemores sobre lo que consideran un orden mundial dominado por Estados Unidos. Los tres buscan erosionar el poder y la influencia de Washington. Pero una diferencia clave entre Pekín y sus dos socios es que pretende alcanzar ese fin sin prenderle fuego al mundo o descarrillar por completo sus provechosos lazos comerciales con otros países desarrollados.

China necesita un entorno geopolítico estable para hacer frente a sus retos económicos internos, para gestionar las tensiones comerciales y contrarrestar los esfuerzos de “reducción de riesgos” de los Estados occidentales. China quiere ascender en la escala tecnológica y de innovación y acelerar su modernización militar, que Pekín considera esencial para la unificación con Taiwán. En cambio, ni Rusia ni Corea del Norte tienen perspectivas económicas prometedoras ni creen poder liderar o beneficiarse de un orden mundial estable. Por eso ambos países han optado exclusivamente por la ruptura violenta del statu quo.

En conversaciones privadas, los observadores chinos, al igual que sus homólogos surcoreanos y estadounidenses, expresan su preocupación por la falta de transparencia alrededor de las transferencias de tecnología militar entre Rusia y Corea del Norte y sus consecuencias de corto a largo plazo. También comparten el temor de que Putin pueda estar animando a Kim a emprender acciones desestabilizadoras para distraer a Estados Unidos, aumentando el riesgo de una guerra a las puertas de China.

Lo último que quiere Pekín es que la atención de Estados Unidos se desplace de Europa a Asia. Pekín ya se siente incómodo e indignado por la coordinación nuclear entre Estados Unidos y la República de Corea, la intensificación de la cooperación trilateral entre Estados Unidos, la Corea del Sur y Japón, y las muchas otras medidas que la administración Biden ha adoptado para reforzar la disuasión en la región.

China, ¿cargando con el muerto?

China puede verse pronto pagando los costes del aventurismo norcoreano como lo hizo al principio de la Guerra Fría, cuando la recién creada República Popular China (RPC), alentada por Moscú para hacer avanzar la causa comunista en Asia, acordó apoyar al régimen norcoreano vecino. Kim Il Sung, abuelo de Kim Jong Un, aprovechó el respaldo soviético y chino para perseguir sus ambiciones de absorber toda la península coreana. Inició el primer conflicto caliente de la Guerra Fría, que causó la muerte de unos cinco millones de civiles y soldados, entre ellos cientos de miles de soldados chinos.

Esto sucedía en un momento en que los chinos se enfrentaban a la urgente tarea de consolidar su dominio en el país y reconstruir su economía, devastada por la guerra. En lugar de ello, se vieron obligados a centrar su atención en la península coreana y a destinar casi la mitad de su presupuesto estatal a gastos militares. Mao Zedong también perdió la oportunidad de invadir Taiwán –objetivo que sigue eludiendo Pekín en la actualidad– después de que Estados Unidos enviara la Séptima Flota para neutralizar el estrecho de Taiwán.

Para colmo de males, los chinos contaban con la cobertura aérea y las armas soviéticas como parte de su acuerdo con Moscú para ayudar a los norcoreanos. Pero Josef Stalin vaciló en sus compromisos en momentos críticos y la carga de ayudar a los norcoreanos recayó sobre los hombros de Pekín.

Aunque la RPC de entonces no es la misma que la de hoy, y la dinámica de poder entre los Estados de la región ha cambiado, la connivencia entre Rusia y Corea del Norte nunca ha resultado favorable para China.

La coordinación Estados Unidos-China

Estados Unidos, China, Corea del Sur, Japón y prácticamente todos los demás Estados de la región buscan la estabilidad, la paz y la eliminación definitiva de la amenaza que suponen los programas nucleares y de misiles de Corea del Norte. Hay razones de peso para colaborar antes de que la alianza ruso-norcoreana aleje aún más a la región de estos objetivos.

El mundo se enfrenta a conflictos en Europa y Oriente Medio. El hecho de que Washington y Pekín no hayan sido capaces de trabajar juntos y se encuentren a menudo en posiciones opuestas plantea la cuestión de cómo cabe esperar una cooperación entre Estados Unidos y China en la península coreana.

Sin embargo, la crisis que se avecina en el noreste asiático es diferente: hay mucho más en juego para los intereses de seguridad directos de China, así como para los de Estados Unidos y sus aliados asiáticos más cercanos. Quizá lo más inquietante para Pekín sea que, si bien puede controlar la dinámica de escalada en el estrecho de Taiwán o en el mar de China Meridional como parte directa en los conflictos, no puede decir lo mismo del aventurismo norcoreano respaldado por Rusia.

El refuerzo de la disuasión militar entre Washington, Tokio y Seúl es necesario pero insuficiente para hacer frente al creciente desafío que plantea la alineación entre Rusia y Corea del Norte. También serán necesarias amenazas y garantías claras y creíbles por parte de China para moldear el comportamiento de Pyongyang y Moscú. La colaboración no sugiere que todos los pasos, si los hay, deban darse conjuntamente. Después de todo, Washington y Pekín tienen diferentes relaciones y puntos de incidencia sobre Corea del Norte y Rusia. Pero es urgente que se lleven a cabo discusiones discretas sobre la forma en que ambas partes podrían señalar líneas rojas y renovar un proceso diplomático muerto que neutralice la amenaza que supone Corea del Norte.



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