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Conócete a ti mismo 

2024-08-20

La persona tiene una grandeza tan impresionante, que se puede decir que está divinizada,...

Por | Enrique Cases Martin

Esta inscripción, puesta por los siete sabios en el frontón del templo de Delfos, es clásica en el pensamiento griego. No quisiera animar a nadie a una introspección enfermiza, dando vueltas al propio interior, pero sí pensar si sabemos qué es el ser humano. Como dicen Scheler y Heidegger nunca hemos sabido tantas cosas sobre el hombre y nunca hemos sabido menos del hombre.

En estas reflexiones queremos entender mejor las manifestaciones humanas: ser libre, ser amoroso, ser pensante, ser emocional, ser que ama la belleza, ser con voluntad, que quiere ser feliz, pero sufre. Miraremos los sentimientos del resentimiento, el rencor, el amor-odio, la culpa y el remordimiento, el aburrimiento, la vergüenza y los celos junto a los primarios. El desarrollo de la excelencia del ser humano lo observaremos en la virtud. La corporalidad es de gran importancia en el ser humano. La femineidad y la masculinidad necesitan un estudio detallado. También la necesidad de ser con otros, los amigos, la familia, la sociedad. Vivir en el tiempo, la muerte, la inmortalidad y la eternidad ocupan un lugar en este estudio.

El Cristianismo aporta una gran novedad sobre el hombre con la noción de persona. Ni los griegos ni los latinos tenían esta noción, ni se da en ninguna de las culturas del ancho mundo en aquel momento histórico. En Oriente es especialmente desconocida. La persona además de su individualidad, de su autonomía y de su racionalidad, es algo más. Polo dice que el hombre es "además", pues cuando descubrimos algo siempre hay algo más allá de ese descubrimiento. Es un ser con dignidad por sí mismo, no por la pertenencia a un clan, familia o pueblo. Tiene las sorprendentes características de ser mortal e inmortal; individual y tan relacionado con los demás que la solidaridad es necesaria para alcanzar su plenitud.

La persona tiene una grandeza tan impresionante, que se puede decir que está divinizada, pues Dios habita en su interior, y, al mismo tiempo, es muy cercana al mundo animal y vegetal. Las diferencias corporales con algunos animales son muy pequeñas en cuanto al DNA, y sin embargo, sus actividades son infinitamente distintas. Sufre y puede superar el dolor. Su vida tiene un sentido, no sólo durar y sobrevivir. Es libre y puede amar. Ama la belleza y la genera. El hombre supera infinitamente al hombre, decía Pascal, refiriéndose a ese algo tan superior a la materia que le forma. Posee la riqueza de los sentimientos, piensa, ama, quiere, es moral.

La persona humana, además, es capaz de Dios; desea naturalmente a Alguien que le supera infinitamente. El progreso de la tierra, o su destrucción, está en sus manos. Individualmente puede alcanzar niveles altísimos de perfección, o decaer en la degeneración. Blaise Pascal dice acertadamente:

"¡Qué quimera el hombre! ¡Qué novedad, que monstruo, qué caos, que contradicción, qué prodigio! Juez de todas las cosas y gusano infecto, depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y error, gloria y desecho del universo". Suscribimos esta idea de contraste, pues el propósito de estas páginas es conocer al hombre en sus contradicciones y es sus enormes posibilidades. La realidad con su amplitud y riqueza lleva al respeto, pues es Misterio.

Por su gran influencia citamos a tres epígonos triunfantes de las ideologías racionalistas. Ellos dicen poseer una clave para entender todas las cuestiones del hombre; son Marx, Freud y Nietzsche Los tres prescinden de Dios, y los tres apoyan su visión del hombre en algún aspecto humano negativo, muy lejano al amor. Por eso se les suele llamar "maestros de la sospecha".

Karl Marx dice que la clave de toda la realidad es la economía. La alineación económica explica todo lo demás. Sigmund Freud hace lo mismo con la líbido sexual, y con ella pretende explicar todo. Nietzsche es más complejo, pero también tiene una clave para explicar todo, y es la voluntad de poder del hombre. Son tres soluciones pesimistas. Es detectable que cada teoría refleja una de las tres heridas del alma señaladas por San Juan: "todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida" (1 Jn 2,16), dicho de otro modo: sexo lujurioso, avaricia de dinero o riquezas, y orgullo o ansia de poder. Realidades parciales de lo que es el hombre y, además, negativas. No saben encontrar lo positivo, y eso es grave.

Cuando Salomón, en los inicios de su reino, se dirigió a los altos de Gabaón, donde se levantaba un santuario, después de haber celebrado un grandioso sacrificio, en la noche tiene un sueño. Dios le invita a pedirle un don, él responde: "Concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal" (1 Re 3,9). Esta "sabiduría" es la capacidad de penetrar en el sentido profundo del ser, de la vida y de la historia, yendo más allá de la superficie de las cosas y de los acontecimientos para descubrir el significado último. En este caminar sabio queremos conducir las reflexiones de esta serie de artículos.



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