Testimonios
Los treinta años de vida oculta de Jesús
Por | Enrique Cases
Es frecuente entre los hombres conceder más valor a lo vistoso y extraordinario que a lo que se suele realizar de un modo corriente y sin brillo. Según este criterio sólo tendrían valor las vidas de los grandes hombres, y sólo cuando realizan algo extraordinario, y no cuando la vida transcurre por cauces discretos.
¿Qué decir entonces de la vida de la mayoría de los mortales con poquísimos hechos fuera de lo común? Para miradas poco perspicaces sus vidas pueden parecer números, o como luces que se encienden y se apagan, y poco más. Pero no es así para la mirada de Dios. Ya el hecho de que el alma de cada hombre ha sido creada por Dios lleva a ver a cada hombre como único, irrepetible y amado por sí mismo.
Pero la Redención lleva mucho más lejos. La Encarnación da más valor a cada hombre cuyo precio llega a ser la misma sangre de Cristo. Esto es notorio en la vida oculta de Jesús, allí los hombres no captan nada extraordinario pero todo lo que hace el Hijo de Dios tiene valor redentor. Jesús asume las realidades humanas por pequeñas que sean. Enseña en la práctica que el valor de la vida de los hombres viene dado por el amor con que viven, importando mucho menos las circunstancias exteriores que les rodean.
La sopresa de los vecinos de Jesús cuando oyen sus palabras y enseñanzas, y, sobre todo, cuando ven sus milagros, resaltan lo ordinario de su vida anterior : ¿De dónde le vienen a éste esa sabiduría y esos prodigios? ¿No es éste el hijo del carpintero?(...) ¿De dónde pues le viene todo esto? Y se escandalizaban de El. Marcos añade en su evangelio que, además de llamarle hijo del carpintero, él mismo es carpintero (cfr. Mc. 6,3). No es un estudioso o estudiante hijo de un carpintero, sino que es un trabajador que hereda y aprende el oficio de su padre, como hacían entonces la mayoría de los hombres.
La vida de Jesús en Nazaret es auténtica revelación divina, pero no sólo con palabras, sino con hechos. Silenciosamente pero con plenitud de elocuencia nos dice que cualquier situación humana es valiosa para Dios. Es más, no hay situación humana que no sea ocasión de santidad y de encuentro con Dios. Son esclarecedoras las palabras del beato Josemaría cuando dice: somos cristianos corrientes; trabajamos en profesiones muy diversas; nuestra actividad entera transcurre por los carriles ordinarios; todo se desarrolla con un ritmo previsible.Los días parecen iguales, incluso monótonos...Pues bien: ese plan aparentemente tan común, tiene valor divino; es algo que interesa a Dios, porque Cristo quiere encarnarse en nuestro quehacer, animar desde dentro las realidades más humildes.
Este pensamiento es una realidad sobrenatural , neta, inequívoca; no es una consideración para el consuelo , que conforte a los que no lograremos inscribir nuestros nombres en el libro de oro de la historia. A Cristo le interesa ese trabajo que debemos realizar -una y mil veces- en la oficina, en la fábrica, en el taller, en la escuela, en el campo, en el ejercicio de la profesión manual o intelectual: le interesa también el escondido sacrificio que supone el no derramar, en los demás, la hiél del propio malhumor.
Es impresionante la luz emitida para todos los hombres por la vida ordinaria y oculta de Jesús -Dios y Hombre-, pues diviniza lo que a los hombres parece trivial, corriente, o, incluso, intranscendente. Con esta perspectiva, lo que los hombres llaman éxito o fracaso, lo que consideran ordinario o extraordinario, varía notablemente. Lo valioso es vivir como vivió Jesús: ante Dios y con amor.
Tan importante es comprender este punto que se puede decir con rotundidad que no hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca.
El camino es vivir santamente la vida ordinaria" (...)"dejaos, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera -¡ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!- y ateneos, en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor.
Los planes de Dios se revelan en lo ordinario: nos quiere santos en la situación que nos es dado vivir. Dios no te arranca de tu ambiente, no te remueve del mundo, ni de tu estado, ni de las ambiciones humanas nobles, ni de tu trabajo profesional... pero, ahí, ¡te quiere santo!.
aranza