Internacional - Seguridad y Justicia
Beirut trata de adaptarse a la nueva normalidad pese a que "nadie sabe lo que va a pasar"
Beirut, 27 sep (EFE).- Ante los temores de que los bombardeos de Israel afecten a más zonas del Líbano, los residentes de Beirut tratan de adaptarse a una nueva normalidad marcada por la incertidumbre, la llegada de decenas de miles de desplazados y los eventuales ataques aéreos israelíes contra los suburbios sur de la capital libanesa.
"Estoy preocupada, todo el mundo lo está, pero somos lo suficientemente fuertes para decir que todo está bien", dice a EFE Linda, una libanesa de 37 años desde un descampado del centro de Beirut, donde acude cada día al salir del trabajo con sus dos perros para que puedan corretear y jugar con otros animales callejeros.
Desde el inicio de la campaña masiva de bombardeos de Israel el pasado lunes, tiene una rutina establecida e inamovible: salir del trabajo, estar con sus perros, comer, ver las noticias, rezar e ir a la cama. "Nada más", asegura.
Sentada sobre una caja de cartón, lamenta que desde hace años los libaneses "viven al día" porque no se pueden permitir pensar en el futuro debido a las múltiples crisis que atraviesa el país, pero asevera que la situación actual es diferente.
"Esto es la vida, y tenemos que aceptar estas reglas", asegura resignada.
Tratar de vivir sin miedo
Sobre unas rocas convertidas en una playa improvisada en la "corniche" (paseo marítimo) de la capital, decenas de hombres musculosos hacen alarde de su físico mientras se remojan en el agua y toman el sol ante la acostumbrada vista de los transeúntes.
"Me siento como siempre, esperando a que todo vuelva a ser normal. Asustado no estoy, estoy en la playa tomando el sol. Es viernes, me baño un poco y me relajo. No estoy de celebración, estoy tratando de vivir", dice a EFE uno de estos bañistas, que como muchos, prefiere mantener el anonimato a la hora de hablar de la situación actual.
Este consultor de 38 años enumera que el Líbano ha sufrido una crisis económica sin precedentes, una explosión que devastó barrios enteros de Beirut y, ahora, los ataques de Israel, por lo que los libaneses no han tenido más remedio que "acostumbrarse a situaciones que no son normales", asegura.
Afirma que esta vez es diferente por la "brutalidad" de Israel y dice convencido que seguirá yendo cuando pueda a la playa para desconectar y esperar los últimos desarrollos: "Yo no tengo un plan B, lo máximo que haré será buscar un lugar para esconderme", dice en caso de que las bombas lleguen a Beirut.
Lo mismo opina otro beirutí que, junto a otros tres amigos, cada día planta una mesa en el paseo marítimo para "comer, beber té, fumar marihuana y charlar", dice entre risas, convencido de que "la guerra no va a llegar a Beirut".
Sin embargo, muestra su frustración al ver que "al mundo le da igual si Israel mata a un niño, a una mujer o a una familia entera".
Los ataques de Israel se saldan de momento con más de 700 muertos, entre ellos más de 50 niños y casi un centenar de mujeres, según fuentes oficiales.
"Ellos no hicieron nada, solo vivir. ¿Por qué atacaría alguien a un niño de 6 años, o a nosotros? Ni siquiera es nuestra guerra", se pregunta, al tiempo que asegura que "no hay nada que pueda detener a los libaneses".
Recién llegados a Beirut
Desde un rompeolas y con una caña de pescar en la mano, un desplazado de 57 años asegura a EFE que ha llegado a la capital hace unas horas procedente de Nabatiyeh, una de las localidades del sur del país más afectadas por los ataques de Israel.
Sin dar detalles personales o de la situación, lamenta que "nadie sabe lo que va a pasar" ni con el Líbano ni con su "nueva" vida, mientras que desea tener un buen día de pesca para poder dar de comer a su familia un plato más nutritivo.
"No tengo plan, solo esperanza. Este es mi primer día en Beirut, el sitio más seguro ahora. Tengo una casa aquí y volveré al sur cuando la guerra termine, pero creo que será larga. Estamos hablando de Israel, todos vemos lo que le ha hecho a Gaza", asegura.
Por su parte, Ahmed Mamluk, otro desplazado de 45 años que tuvo que abandonar la ciudad sureña de Tiro hace tres días, dice a EFE que no sabe siquiera si su hogar se mantiene en pie, mientras que asegura que desde su llegada a la capital ha dormido en el coche en el que llegó.
"Dejamos atrás nuestras casas así con lo puesto, como me ves, y esperamos a ver lo que va a suceder. Voy a esperar, pero no sé qué puedo hacer", sentencia.
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