Valores Morales

Cristo es la puerta: entrad todos 

2024-11-20

Tampoco podemos dejar de lado las hagiografías de los grandes cristianos que vivieron con...

Por | P. Jesús Martí Ballester

+ El pastor cuida siempre de sus ovejas.

+ Yo soy la puerta. Entrad todos

+ Estoy deseando que entréis porque el Padre os espera

+ No tengáis miedo. Soy manso y humilde de corazón

1. Los fariseos, acababan de excomulgar de la sinagoga al ciego de nacimiento, curado por Jesús, y después de calificarles de ciegos, con toda solemnidad crea la bellísima parábola-alegoría del pastor y las ovejas, densa y rica en teología, dirigida a ellos, que son los falsos pastores, los ladrones y bandidos, que trataban al pueblo sin piedad, basándose en una interpretación de la Ley que en vez de liberar, les esclavizaba. Y en vez de buscar el bien del pueblo, les movía su propia ventaja, brillo, ostentación e interés.

La paradoja era evidente. El ciego curado confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, y los fariseos lo acusan de blasfemo. El ciego ve, y los que ven se quedan ciegos. El ciego ha entrado por la puerta, los que ven, quieren derribarla, traman matar a Jesús, la Puerta del rebaño, la piedra angular, desechada por los arquitectos (Sal 117).

2. Hoy nos resulta difícil comprender el lenguaje alegórico, tan real y familiar en la Palestina de Jesús. En sus orígenes Israel había sido un pueblo nómada y de pastores, por tanto su lenguaje y sus costumbres entienden perfectamente la relación entre rey y pueblo, como la del rebaño y pastor. Y la relación entre Dios y el pueblo, a quien considera "el pastor de Israel", Salmo 80, 2, y "el pueblo su rebaño" (Hechos 20, 29). El profeta Ezequiel (34, 4) considera a Dios enviando un Pastor que gobierne a su pueblo corriendo la perversión de los malos pastores.

El redil, es un cobertizo construido con un muro de piedra o una empalizada de madera con una puerta, guardada por un encargado que es quien la puede abrir. Los varios pastores guardaban por la noche las ovejas en el redil, y un guarda las vigilaba para evitar robos o matanzas por venganza. Cuando por la mañana llega el pastor a sacar su rebaño, el guarda le abre la puerta. Si algún vecino vengativo o algún ladrón, malhechor o bandido, quiere ejecutar alguna fechoría, no entra por la puerta, sino que "salta por otra parte". Así se comprende que Jesús diga: "Yo soy la puerta".

La Puerta ensangrentada como las puertas de Israel en Egipto la noche de la Pascua, no con la sangre del cordero prefigurativo, sino con su propia sangre preciosa, divina y redentora. Los judíos no le quieren aceptar como Hijo de Dios, su Enviado, la única Puerta abierta a Dios desde que el pecado había cerrado a los hombres el paso a Dios en el paraíso (Gn 3,24).

3. Todos recordamos que después de la Segunda Guerra mundial, Berlín fue dividido en dos: el Berlín Este, ocupado por los soviéticos, capital de la RDA, y el Berlín Oeste, dependiente de la RFA. Cuando en 1989 cayó el Muro, se abrió la Puerta de Brandeburgo, que, aunque situada en la zona oriental, es considerada como el símbolo de la esclavitud.

Comenzó entonces la libre circulación de las dos Alemanias. ¡Cuántas familias rotas, hijos separados de sus padres, esposas, de sus esposos, hermanos y madres, y cuántos ciudadanos habían pagado con su vida la osadía de querer saltarse el muro, criminalmente vigilado! Al decir Jesús: "Yo soy la Puerta", hemos de entender que nos ha abierto el camino al Padre, recuperando para nosotros el espacio dilatado e infinito, y nos ha dado paso a Dios y al Reino celestial.

"Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir con libertad, y encontrará pastos Juan 10,1, que lo conducirán a "la ciudad santa, Jerusalén, radiante con la gloria de Dios, con doce puertas, cada puerta hecha de una sola perla, con el nombre grabado de las doce tribus de Israel" (Ap 21,21,12). Un ejemplo más apropiado al medio: No podemos entrar a la Internet sin pasar por la puerta de la contraseña. O a la aduana de un país extranjero, sin el pasaporte en regla.

4. El redil es Israel, donde los fariseos se han convertido en "ladrones y salteadores", que, "por no tener el espíritu ablandado en Cristo, ni entran ni dejan entrar" (San Juan de la Cruz). "Todos los que han venido antes de mí son bandidos y ladrones", que no han entrado por la puerta del aprisco, sino "saltando por otro lado" fraudulentamente, con mentiras, trampas, influencias, adulación, intereses creados y hasta corrupción y sobornos, saltando la tapia o la empalizada.

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de los cielos a los hombres! ¡No entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren", (Mt 23,13) mientras las ovejas "están fatigadas y decaídas, como ovejas sin pastor" (Mt 9,36). Y me despreciáis a Mí, que "soy el camino, la verdad y la vida, siendo así que nadie viene al Padre sino por mí" (Jn 14,6).

5. Jesús no sólo descalifica a los rectores religiosos de Israel, destinatario inmediato de su diatriba, sino a todos los que, depositarios de alguna autoridad, tergiversan el mensaje, lo acomodan a su interés y a su política, sea religiosa o civil y se visten con la lana de las ovejas (el prestigio y el honor), y se despreocupan de su cuidado, pastoreo, alimento y sacrificio por el rebaño. Y sobre todo hoy, a los iniciadores y actuales dirigentes de las sectas que, no sólo desorientan a los incautos e ignorantes, sino que intentan robar ovejas que ya viven en su rebaño, falseando sus enseñanzas mutiladas y manipuladas, atacando el dogma católico con agresividad, mala fe y fanatismo y dividiendo las familias con lavados de cerebro.

"Guardaos de los falsos profetas que se presentan vestidos de oveja, siendo por dentro lobos rapaces" (Mt 7, 15). En no pocas ocasiones el fanatismo ha causado suicidios colectivos de gente sencilla y embaucada. Pero no se puede ovidar que mucha de esa gente llegó allí porque no encontró en el redil verdadero calor humano, comprensión, amor cristiano entregado y tolerante.

6. Santa Teresa se lamenta de que los libros neoplatónicos de oración que seguía (Tercer Abecedario de Francisco de Osuna), la llevaban por camino errado, al enseñarle que, para avanzar por el camino de la oración, tenía que prescindir de la Humanidad de Cristo. Hasta que, tras un rodeo, encontrará el camino de Jesús.

Los pastores poco preparados, pueden extraviar a las almas, pero "el que debiendo acertar no acierta, no pasará sin castigo" (San Juan de la Cruz). El Papa nos alerta de que "El camino de la salvación hay que desempeñarlo con sabio equilibrio pastoral en el ministerio de la confesión, que sufre continuamente la fuerza contrastante de dos excesos: el rigorismo y el laxismo. Aquel no tiene en cuenta el episodio de Zaqueo: la misericordia previa, que impulsa a la conversión y valora hasta los mas pequeños progresos en el amor; porque el Padre quiere hacer lo imposible para salvar al hijo perdido.

«Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10). El laxismo no tiene en cuenta el hecho dc que la salvación phena, la que no solamente se ofrece, sino que se recibe, la que verdaderamente sana y reaviva, implica una verdadera conversión a las exigencias del amor dc Dios. Si Zaqueo hubiera acogido al Señor en su casa sin llegar a una actitud de apertura al amor, a la reparación del mal cometido, a un propósito firme de vida nueva, no habría recibido en lo más profundo de su ser el perdón que el Señor le había ofrecido con tanta premura. Hay que estar siempre atento a mantener el justo equilibrio para no incurrir en ninguno de estos dos extremos. El irenismo oprime y aleja. El laxismo desorienta y crea falsas ilusiones.

El ministro del perdón, que encarna el rostro del Buen Pastor, debe expresar de igual manera la misericordia previa y el perdón sanador y pacificador (Juan Pablo II). Nuestros sentimientos han de concordar con los de Cristo, que es nuestra Puerta, nuestro mediador. Con razón la Iglesia termina oficialmente siempre las oraciones litúrgicas, "Por Nuestro Señor Jesucristo".

7. Con la misma libertad con que Jesús habla a los fariseos, Pedro, el día de Pentecostés, echó en cara a los jefes religiosos del pueblo: "Al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías... -¿Qué tenemos que hacer, hermanos? - Convertíos y bautizaos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados" (Hechos 2,1).

8. "Las ovejas escuchan su voz. El pastor va llamando por su nombre a las ovejas": "Estrella", "Lucero", "Reina", "Capitana", "Esmeralda", "Perla", "Pequeña", "Pelirroja", "Blanquita"... "Las ovejas lo siguen porque conocen su voz". En efecto, cuando llega el pastor por la mañana al redil y comienza a llamar a las ovejas, todas reconocen su voz porque su reconocen su timbre de tanto oirlo y porque sienten querencia por él. Y porque no olvidan los gestos de cariño, las caricias, la familiaridad… Es costumbre en Oriente, que el pastor camine delante de las ovejas. Ellas le siguen llenando de "bes-bes" el ambiente.

El pastor las llama con un grito fuerte, que repite de trecho en trecho, y ellas le van siguiendo balando, mordisqueando y apresurándose. Pero, si un extraño lanza el mismo grito, las ovejas se ponen alerta, levantan las cabezas, retroceden y huyen despavoridas, porque no conocen la voz de los extraños, dice Fillión: "A un extraño no lo seguirían, huirían de él, porque no conocen la voz de los extraños".

En un monasterio de contemplativas, aquellos años del postconcilio desconcertantes, cuando el predicador iniciava alguna doctrina heterodoxa, el "sensus fidei" de la priora, retrocedía musitando su negativa con un siseo alarmado, que hacía rectificar al audaz. Y en una parroquia, era una maestra jubilada la que golpeaba con su bastón ante el disparate del innovador.

9. Siguiendo a San Agustín dice Sto. Tomás, que conocer por el nombre denota familiaridad y predestinación. Familiaridad porque llamamos por su nombre propio a los familiares. Cuando Jesús dice que nos conoce por el nombre quiere decir que tiene un conocimiento de la naturaleza y del ser de cada uno: de lo que Dios quiso que fuéramos, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Tiene predestinación: Dios no crea a los hombres en serie, sino uno a uno; cada uno es irrepetible. No hay dos iguales, ni en lo físico, ni en lo moral, ni en las circunstancias de la vida, ni en la vocación.

10. Con ese amor nos ha amado el Padre, hasta llegar a elegirnos para ser hijos de Dios, y llamarnos por nuestro nombre, que lleva tatuado en su mano:. "Conozco mis ovejas y mis ovejas me conocen, como yo conozco al Padre" (Jn 10,14). Conocer a todas y a cada una, en sentido bíblico, es tener conocimiento amoroso, según el profeta Jeremías: "Con amor eterno te amé" (Jr 31,3). Para Dios no somos un número, somos un nombre y apellidos, un hijo. Es un buen ejercicio leer a Isaías o a cualquiera de los profetas y sustituir el nombre del profeta por nuestro propio nombre. Probadlo y quedaréis asombrados y radiantes.

11. Dios Padre está cerca de los hombres en todo el curso de su vida. El "rige y apacienta acomodándose a la necesidad de cada uno, pues el mejor gobernante no es el menos flexible" (Fray Luís de León, citando a Platón). "El nos llama y nos corrige, y nos lava y nos sana y nos santifica y nos deleita y nos viste de gloria. El administra lo que a su grey conviene; que él la apasta y abreva y la trasquila y la castiga y la reposa y la recrea y hace música y la ampara y defiende" (Id. Los nombres de Cristo).

Amor que reside de manera eminente en María, nuestra Madre, cuyo ejemplo deben seguir los que están dedicados a cooperar con la Iglesia para regenerar a los hombres: "La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres" (LG 65).

12. Todos tenemos la posibilidad de oír cuantas veces queramos la voz del pastor. Cuando leemos la Escritura es la voz de Jesús la que nos habla, es su misma palabra la que escuchamos. Por eso quien desconoce la Escritura desconoce a Cristo, dice San Jerónimo. Pero hay que conocerla genuinamente, e integralmente, evitando leerla funtamentalísticamente, o selectivamente y a retazos, discriminando y eliminando los más exigentes.

Para captar su mensaje, es necesario oír su explanación o exégesis y tener en cuenta el género literario y la cultura en que se escribió. Y, sobre todo, orarla: "El Espíritu os enseñará toda la verdad" (Jn 16,13). Un paso más, será conocer a los Santos Padres, que gozaron de un carisma especial para su interpretación: "Dios les dio una sabia perspicuidad para penetrar en el valor de la palabra revelada" (Card. Herrera). Y conocer a los místicos, a los nuestros sobre todo: San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Y escuchar el Magisterio de la Iglesia. En el Sínodo del Concilio, afirmaron los Padres sinodales: "La Iglesia se prepara para el año 2000 celebrando los Santos Misterios de Cristo bajo la Palabra de Dios para la salvación del mundo".

13. Tampoco podemos dejar de lado las hagiografías de los grandes cristianos que vivieron con heroísmo la Palabra, porque son un espléndido manjar que no podemos despreciar. La Iglesia ha puesto en el candelero a Santa Teresa del Niño Jesús, Nueva Doctora de La Iglesia, luz para la modernidad.

14. También hay que oír su voz en los acontecimientos de la historia y en las vicisitudes por las que estamos pasando, o por las que hemos de vivir. Y saber escucharla además en lo que nos dice un hermano o la comunidad, o en el consejo que cualquiera pueda darnos. Lo que se se creen portadores seguros y únicos de la verdad, con mucha facilidad se estrellan y siembran de sal el campo de la Iglesia.

Es gran sabiduría saber escuchar la palabra de Dios, que levanta el alma caída, desinfla la hinchada, corta lo superfluo, suple lo defectuoso, sana las almas, y es más penetrante que espada de dos filos (Heb 4,12) que corta lo que estorba y lo que impide el crecimiento de las virtudes evangélicas.

15. Para contrarrestar la pretensión del "ladrón que entra para robar y matar y hacer estrago", Jesús expresa la finalidad de su venida: "Yo he venido para que tengan vida abundante". El deseo de Jesús es que sus ovejas, nosotros, vivamos una vida sana, vigorosa, pujante, y no enfermiza, raquítica y anémica; anoréxica.

Para alimentar esa vida se entrega él mismo, y quiere que comamos su carne y que bebamos su Sangre: Para eso "Cargado con nuestros pecados subió al leño para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados, pero ahora habéis vuelto al Pastor y guardián de vuestras vidas" (1 Pedro 2,20).

16. La vida que El nos da no nos quita nuestra naturaleza humana, pero la sublima, como un hierro en la fragua, que, sin dejar de ser hierro, parece que se transforma en fuego, y resplandece, echa chispas, arde y quema como el fuego, nos participa la misma naturaleza de Dios, nos hace sus hijos y amigos, hermanos de Jesucristo y herederos de la patria celeste.

17. Así es como puede actuar hoy en nosotros, como Puerta y Pastor que nos guía por el sendero justo, y nos prepara la mesa enfrente de nuestros enemigos, con el alimento de su Palabra y de sus sacramentos y el gobierno de su Iglesia. Y así nos conducirá a las praderas verdes (Salmo 22), de la ciudad santa que brilla como una piedra preciosísima parecida a jaspe claro como cristal (Ap 21,11) donde veremos, le comeremos, y le gozaremos. Amén. 



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