Mensajería
Seres queridos en el cielo
Por | Juan del Carmelo
En relación a este tema del cielo, son muchas las preguntas que nos hacemos. Realmente todos los temas relacionados con la escatología o postrimerías, según se quiera llamar, suscita siempre nuestra curiosidad. Todos los seres creados, son curiosos, sea por una razón o por otra, lo que les mueve a la curiosidad, pero todos los animales son curiosos y el hombre no es una excepción.
En los temas referentes al cielo, la primera de todas las preguntas que nos hacemos es: ¿Cómo será el cielo? Y después de esta pregunta, todos tenemos una serie de ellas, de las que nos gustaría tener una respuesta, especialmente preguntas referentes a nuestros seres queridos que nos han precedido. En relación a esta pregunta general de cómo será el cielo, para hallar una respuesta hemos de poner en marcha nuestra imaginación, apoyándose esta en los pocos datos de que disponemos y así tratar de vislumbrar algo, y nunca mejor dicho vislumbrar porque el cielo supone contemplar el Rostro de Dios, y ello solo le es posible tener esa dicha. nada más que a los ángeles y a las personas, ya purificadas, de todo rastro de antigua ofensa a Dios que pudieran haber hecho.
Para poner en funcionamiento nuestra imaginación, hemos de hacer un esfuerzo de tratar de olvidarnos de nuestro lado corporal y tratar de mirar todo lo que queramos imaginar, viéndolo con los ojos de nuestra alma, no con los de nuestro cuerpo. Dicho de otra forma hemos de prescindir de toda visión antropomórfica y pensar solo que es nuestra alma la que va a ir al cielo, nuestro cuerpo va a quedar aquí abajo. Bien es verdad de que conforme al dogma de la resurrección de la carne, vamos a disponer de otro cuerpo, pero este es un cuerpo glorioso y espiritualizado tal como nos explica San Pablo (1Co 15,35-57).
También en la imagen que mentalmente nos creamos, hay que no tener en cuenta algunas descripciones bíblicas, que tienen un sentido figurativo pero no real exactamente, así por ejemplo si nos habla en el Apocalipsis del trono de Dios y hemos de tener en cuenta que un trono es un elemento material y en el cielo todo pertenece al orden espiritual, por lo tanto no vamos a ver a Dios cuando lo veamos, ¡Él lo quiera! sentado en un trono y con una corana de oro y piedras preciosas, en la cabeza. Dios no es que sea un espíritu puro, es que el orden espiritual es Dios mismo. Nada existe, en ningún orden, ni el espiritual, ni en el material, ni en ningún otro orden que pueda existir y que nosotros desconocemos, si no se apoya en la voluntad de Dios. Dios es el todo de todo, y nosotros, los ángeles o cualquier otro ser que exista o pueda existir, es o somos la nada de la nada, como el Señor se lo manifestó a Santa Catalina de Siena.
Desde luego que con nuestra visión imaginativa, completamente antropomórfica no es fácil lograr ver cómo será el cielo. Aquellas personas que ahora hoy en día están entre nosotros y tiene un alto grado de desarrollo de su vida espiritual, están más capacitadas para ver y comprender, lo que es el cielo, porque hace falta amar ardientemente al Señor y si no lo amamos nada comprenderemos y cuanto más le amemos más acertaremos a comprender que es el cielo, porque en esencia, el cielo es la contemplación del Rostro de Dios y todo lo demás allí es accesorio.
Para poder imaginativamente tratar de ver y comprender lo que es el cielo, hemos de suprimir de nuestras mentes, por ejemplo el concepto tiempo, lo cual no es fácil, porque hemos de sustituirlo por el concepto eternidad y aunque nos den y leamos varias definiciones acerca de lo que es la eternidad, nunca llegaremos a palpar lo que es la eternidad. Nadie, ningún ser viviente en este mundo ha tenido una experiencia aunque sea pequeña de lo que es la eternidad, nadie ha vivido en ella. Poniendo un parangón, es como si nos hablan de la idiosincrasia y temperamento de los papúes; podemos leer mucho sobre los papús, y documentarnos sobre este tema, pero hasta que no nos vayamos a vivir con ellos durante muchos años y nos hagamos uno de ellos, nunca los comprenderemos plenamente.
En el cielo al ser todos espíritus, no necesitan la luz que nosotros utilizamos y que es esencial para nuestra vida. Un ser espiritual no necesita, para nada la luz material que nosotros conocemos, porque ellos viven plenamente en una luz espiritual que desconocemos, es la luz divina, y de la que tenemos unas someras referencia en el episodio evangélico de la transfiguración del Señor, en el Monte Thabor. Por supuesto que esta clase del Luz divina, nada tiene que ver con la luz material que nosotros recibimos del sol, o con la que desprende el fuego, cuando un elemento material arde, ni tampoco con la luz artificial, que el ingenio humano ha inventado y que se produce por medio de la electricidad.
De la Luz divina tenemos unas muy someras explicaciones de aquellas personas que han tenido una experiencia NDE, es decir que han vuelto a la vida después de una muerte llamémosla artificial. Todas solo han debido de ver, solo unos escasos reflejos de la Luz divina pues si la hubiesen visto en su plenitud nunca habrían vuelto a este mundo. En general todo estas personas que son muchas, coinciden en que se trata de una luz deslumbrante pero que nos deslumbra, de un color no exactamente blanco, que es una luz que no se puede describir y sobre todo que es una luz de la que emana amor. Realmente si pensamos en la luz material que conocemos, nadie, yo al menos no he sentido que de la luz emanase amor.
Otro punto que hemos de considerar, pensando en el cielo y en nuestro futuro encuentro con nuestros seres queridos que nos han precedido, es que el cielo es distinto, digamos su apreciación por nosotros, será distinta en función del nivel de vida espiritual, que hayamos alcanzado en esta vida, al igual que también será importante la cantidad de bienes espirituales que hayamos logrado atesorar en esta vida. Son palabras del Señor: "19 No alleguéis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. 20 Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban". (Mt 6, 19-20). Y San Agustín nos recomendaba: "Que estás de paso en este mundo, y no que pongas tu afecto en lo que ves. Mira y pasa y procúrate una buena morada donde para siempre habrás de vivir".
Desde luego que encontraremos a nuestros seres queridos que nos han precedido y a este respecto es de ver, que materialmente visto si estamos separados de ellos, pero espiritualmente no porque todos formamos parte de Cuerpo místico de Cristo, ellos como Iglesia triunfante y nosotros como Iglesia militante. Pero aquí abajo que todo lo vemos con los ojos de la materialidad, pensamos en un reencuentro, cuando visto desde el ángulo de vista espiritual, nunca nos hemos separado de ellos. Materialmente los echamos de menos, pero somos muchos los que diariamente rezamos por ellos, aunque más bien deberíamos de rezar para que ellos se acordasen de nosotros e intercediesen por nosotros. Cuando rezamos por ellos siempre les pedimos que dada nuestra especial relación afectiva en esta vida, que nos resuelvan nuestros problemas en esta vida, problemas estos que en un 90% son de orden material.
Ellos en el cielo, están de tal forma identificados con el amor de Dios, que no desean otra cosa, que lo que Dios desee para nosotros. Nuestra fuerza de petición más debe de estar, en que nuestra petición se acomode a lo que Dios desee para nosotros, que en la fuerza de recomendación que pensamos que puedan tener nuestros ser queridos que tengamos ya arriba, sea una madre un padre, esposo, esposa o hermanos. Y no varía el tema aunque el Ser querido aquí abajo, la Iglesia los haya declarado venerable, o beato, es lo mismo, solo la voluntad de Dios es lo que prima, y ningún ser humano moverá un dedo por nosotros, salvo en todo aquello en que él vea tal como ve el Señor, que la petición es conveniente para nuestra eterna salvación.
Porque en definitiva, nuestras tribulaciones en este mundo las tenemos para gloriarnos de ellas, como San Pablo se gloriaba. Lo importante no es resolver los problemas materiales de este mundo, que podamos tener, sino que ellos nos sirvan de instrumentos de tribulación aceptada y ganemos bienes espirituales, que después nos encontraremos en el cielo.
aranza