Cuentas Claras

¿Una asamblea Nacional?

2006-07-11

Es hora de ayudarles a los legisladores con su tarea y de sugerirles mejores propuestas que las...

Del libro "Cifras de Espanto"

En las circunstancias actuales en las que se desarrolla el país, prácticamente estancado, sería bueno pensar en una Asamblea Nacional Ciudadana  para frenar los excesos gubernamentales, corregir los desaciertos y tratar de frenar los ímpetus presidenciales. Esto es, trabajar seriamente por México, una Asamblea Nacional Ciudadana al que no cambie cada 6 años, sino que exista como un guardián permanente de los intereses nacionales y del pueblo, que también sea una especie de Jurado Popular vigilante del derecho y las leyes constitucionales, de la justicia en todos nuestros actos, ya sea como gobernantes o gobernados, especialmente sobre la administración e impartición de justicia y de los derechos humanos.

Una Asamblea que esté integrada por hombres y mujeres honorables y capaces, que sepan y conozcan la problemática nacional, que tengan propuestas y soluciones para someterlas a la opinión pública. Un ente social capaz de contener al gobierno y - corregirlo cuantas veces fuera necesario, que sea incorruptible frente a los acechos y embestidas del sector empresarial privado.

Resulta oportuno a propósito de esta propuesta tener presente y recordar uno de los preceptos constitucionales que sobre la Planeación Democrática y Consulta Popular, nos dice textualmente en el artículo 25, primer y segundo párrafo:

"El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la Nación."

"Los fines del proyecto nacional contenidos en esta Constitución determinarán los objetivos de la planeación. La planeación será democrática. Mediante la participación de los diversos sectores sociales recogerá las aspiraciones y demandas de la sociedad para incorporarlas al plan y los programas de desarrollo. Habrá un plan nacional de desarrollo al que se sujetarán obligatoriamente los programas de la Administración Pública Federal."

La pregunta es: ¿dónde está —en la práctica— ese Plan Nacional de Desarrollo? ¿Acaso es uno de tantos que no han servido para nada? ¿Acaso es sólo una colección de apuntes de los problemas y propuestas que se recogen en las campañas políticas y de los que abundan dentro de la demagogia de los partidos?

Creo que este precepto constitucional nos da la pauta para ejercer esta facultad y es la única herramienta jurídica de la democracia de la que podemos disponer para elevar nuestra protesta por la mala conducción económica del país y plantear una propuesta seria que ayude a solucionar el problema de la ingobernabilidad y ausencia de "un buen gobierno".

Es hora de ayudarles a los legisladores con su tarea y de sugerirles mejores propuestas que las iniciativas que reciben del Ejecutivo. Una propuesta sobre el Plan Nacional de Desarrollo que señala la Constitución y del que se desprenda un nuevo modelo económico que sea por naturaleza nacionalista y beneficie a todos, que resuelva los problemas de una vez por todas, que no sea neoliberal ni que beneficie sólo a unos cuantos macro-empresarios neoliberales privilegiados que con sus influencias, dinero y la corrupción del gobierno, se han quedado con la mayor tajada de la economía y que siempre quieren más. Que esta Asamblea Ciudadana sea una muralla que ponga fin a todos esos excesos, a las violaciones a la Constitución, y que frene el saqueo indiscriminado de los bienes y recursos de la Nación.

Si no ponemos un alto al dispendio, al derroche y al reparto del país que hace el gobierno, entonces la historia se seguirá repitiendo por siempre y nuestra realidad será la misma: nunca habrá dinero y el país siempre estará en crisis, en austeridad permanente.

Llegó la hora de hacerle frente a los problemas y exigir al gobierno que ponga en práctica las soluciones que la ciudadanía proponga. Somos todos nosotros los que estamos obligados a participar en el encuentro de esas soluciones.

Todos hablamos de lo mismo y el sentimiento es uno solo: decepción y frustración y con ello el desánimo general. Las ilusiones del cambio de México por el cambio político se han desvanecido y para muchos ya ha quedado claro el rumbo que lleva el país con Fox en la presidencia. Sus intenciones están a la vista de todos: vender los bienes nacionales, privatizarlos o concesionarlos a particulares, ya sean nacionales o extranjeros. Nadie puede negar que la esencia del gabinete es más empresarial que político y que los fines que persigue son netamente comerciales y mercantiles.

Pero las lamentaciones que nos surgen en este momento habría que cambiarlas por un plan nacional que saliera de todos los mexicanos y obligar al gobierno foxista a que lo lleve a cabo.

Un plan que contemple todos los anhelos y aspiraciones del pueblo y que al mismo tiempo se incluyan en él las soluciones nacionalistas para lograr los propósitos que todos tenemos: bienestar en todos los sentidos. Un plan y una propuesta global que ponga un alto al despojo de las empresas nacionales y que lejos de venderlas, privatizarlas o ceder su usufructo, las ordene y organice en un marco de eficiencia para hacerlas productivas, de la misma manera que serían redituables si estuvieran en las manos de los que las pretenden o las quieren para beneficio personal.

La paciencia y tolerancia del pueblo se están probando hasta un grado extremo antes de que se conviertan en un estallido social con dimensión global, como ya ocurre aisladamente en ciertas regiones o lugares de la república mexicana, en las que la rebeldía civil se pone de manifiesto ante el autoritarismo y la anarquía que priva en el gobierno, quien demuestra en los hechos su incompetencia e incapacidad, además de su ignorancia sobre los problemas y muy lejos de cualquier solución acertada.

No podemos aceptar que el gobierno nos siga viendo a todos los mexicanos como unos ignorantes en tiempos de la conquista y como a plebeyos sometidos a ellos en calidad de - conquistadores. Es tiempo de despertar y salir de la pesadilla. Es tiempo de que el puesto del presidente de la República no sólo sea el del máximo honor y poder, sino que se le vea como el de la más alta responsabilidad y mayor capacidad de aquél que pretenda ocuparlo; que la presidencia la ocupe aquél que venza dentro de una contienda de capacidad e inteligencia para gobernar con sabiduría, con justicia, con una amplia visión para ver y resolver los problemas, como éste, gravísimo, de la Deuda Pública que por ahora es el principal causante de todos los demás que estamos padeciendo.

Ya basta de que el presidente sea el resultado de la mejor campaña de marketing, del engaño y del artificio en la política. Ya estuvo por demás mal que sigamos dejándonos convencer de políticos marrulleros que nos ofrecen el país de las maravillas a cambio de nuestro voto. Ya no se puede aceptar la imposición de los partidos políticos de candidatos que sólo buscan sus intereses personales o de los grupos privados que los postulan y que nos imponen a los peores políticos como si estos fueran los mejores y los más capaces para ocupar la presidencia de la República, cuando por la experiencia sabemos que son los que resultaron los más nefastos y apátridas gobernantes.

Siempre había yo pensado que el presidente debería ser el hombre más sensato, el más inteligente, el más correcto, el más servicial, el más informado, el más compenetrado de los problemas nacionales y el más trabajador de todos, el mejor dentro de más de cien millones de mexicanos que somos; y no el candidato impuesto por un partido o por el mismo presidente en turno, que a la hora de serlo, resulta el peor y que no sabe cómo ejecutar su tarea presidencial. Contrariamente a nuestros deseos, resulta ser el menos en todos los aspectos deseables.



HTM

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