Huesped

Contratismo: el cáncer de Pemex

2007-11-15

Hay que arrancar la corrupción y extirpar el tumor del contratismo que, en los años...

Ricardo Rocha, El Universal

Aunque siempre se le ha asociado a la corrupción, la mayoría de nosotros no tiene idea del miasma que inunda a Petróleos Mexicanos, sobre todo por un contratismo exacerbado y tramposo que ha llevado a la empresa a la quiebra técnica.

La baja en reservas, producción y exportación ha prendido ya los focos rojos. Y es que se nota en la balanza de pagos, precios de gasolina y gas, y por tanto en competitividad, empleo y hasta Producto Interno Bruto.

Así que, a pesar del notable incremento en el precio internacional del petróleo, la crisis de Pemex ya está aquí y se agudiza desde el sexenio de Vicente Fox, que privilegió la producción y exportación de crudo pero sin hacerle ningún valor agregado; lo que nos llevó a la ironía de importar cada vez más gasolina. Ese avorazamiento irracional sobre las reservas probadas las disminuyó en 27%.

Y peor aún, se abandonó la exploración. A esas desdichas se sumó el inevitable agotamiento de Cantarell, la joya de nuestra corona, al grado de que ahora produce únicamente 600 mil barriles por día, la cuarta parte de lo que llegó a producir en 2003. Y lo más preocupante es que, al ritmo de explotación actual, tenemos reservas apenas para nueve años más y ya. La única esperanza son los yacimientos en aguas profundas que se estima significarían 29 mil millones de barriles, tres veces más que las reservas actuales. El problema es que las finanzas de Pemex ya no resisten. Su deuda se duplicó en el sexenio foxista al pasar de 294 mil a 614 mil millones de dólares.

Este panorama de desastre es, sin embargo, el ideal para los legisladores panistas que andan cabildeando que se abra todavía más el sector energético a la inversión privada nacional y extranjera. En cambio, en opinión de los expertos, lo que hay que hacer es bastante simple: sanear a Pemex fiscal y financieramente y permitirle actuar como una empresa pública responsable, moderna, eficiente y competitiva. Un poco al estilo de la brasileña Petrobras, normada y administrada por un ente autónomo y distante de avatares políticos. Así que lo que había que hacer en México es reconfigurar el régimen administrativo, financiero y fiscal de Pemex, que es exprimida por el gobierno con 70% y hasta el aberrante 120% de sus utilidades, lo cual es absolutamente irracional.

Basta decir que en los seis años de Fox la empresa vendió 441 mil millones de dólares, tuvo un costo de 201 mil millones y por tanto una utilidad de 240 mil millones; lo malo es que Hacienda le arrebató no sólo el total de esa utilidad sino que le cobró 18 mil millones de dólares adicionales en impuestos, por los que Pemex tuvo que endeudarse.

Por supuesto que se requiere de un gran esfuerzo para reinventar Petróleos Mexicanos. El gobierno habría de dejarse de ficciones y compensar de otra manera su déficit presupuestal: apretarse el cinturón en su gasto; plantear alianzas estratégicas y obtener mejores condiciones de financiamiento para exploración, producción y compra de nuevas tecnologías. Pero sobre todo hay que arrancar la corrupción y extirpar el tumor del contratismo que, en los años recientes, se ha convertido en la gran simulación para la privatización de Pemex y caja de Pandora de todo tipo de corruptelas. Basten algunos ejemplos: el escándalo de Oceanografía, que gracias al coyotaje de los Bribiesca Sahagún ganó contratos por 6 mil millones de pesos; la negligencia criminal de Perforadora Central, una empresa que en el foxismo obtuvo 30 contratos por más de mil millones de dólares y que mandó —la Usumacinta— una plataforma para pantanos al oleaje del golfo, lo que provocó el choque y ahora el incendio del pozo Kab 101, cuyos trabajadores no fueron desalojados a tiempo, provocando un total de 22 muertos; tengo en mis manos un contrato de la Compañía Aquapress —ligada también a los Bribiesca y al senador panista Juan Bueno Torio— que la beneficia con 375 millones de pesos y que increíblemente fué firmado el día de su vencimiento, 31 de mayo de 2005.

En suma, el contratismo es un cáncer que ha reducido a la gran empresa del país, que debiera ser Pemex, a una simple administradora de contratos. Por eso, el rescate es urgente.

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