Enfoque

Día del capital

2008-05-03

La Constitución de 1917 introduce, por primera vez, el derecho al trabajo y a las...

Jesús González Schmal. El Universal

 

 
Es obligado en esta fecha abordar el tema del trabajo, en tanto constituye la actividad humana más natural y obvia, y es también la más necesaria y trascendente en la economía de un país. Si en el pasado remoto el trabajo le permitía al hombre la supervivencia personal y familiar produciendo y obteniendo por sí mismo los bienes necesarios para ello, con el transcurso del tiempo, el trabajo remunerado y organizado va hacia el mismo fin de medio necesario para subsistir, pero dentro de un engranaje de actividades económicas de complejos intercambios donde la unidad de cambio será el dinero que convertido en salario es el medio para adquirir lo indispensable, lo necesario y lo que el ahorro permite para afrontar la vejez.

Es por ello que en distintas épocas de las historia de la humanidad el trabajo independiente o subordinado ha sido objeto de la mayor consideración al grado que es, ya en nuestros días, reconocido como un derecho humano natural y fundamental, materia de acuerdos internacionales e imprescindible en los ordenamientos constitucionales de cada nación. Es desde luego, en las políticas de las democracias modernas el tema central del capítulo social y económico que define la orientación ideológica de los gobiernos en ejercicio.

En México, las causas y antecedentes de la Revolución de 1910 se encuentran precisamente en la política laboral del porfirismo, que demandaba la mayor entrega de trabajo humano para activar la economía y el progreso, pero, a su vez, mantenía en el mayor desprecio y abandono al sujeto que lo producía, es decir, al trabajador de carne y hueso, jefe de familia y persona titular de derechos básicos. Esta contradicción que se daba en el trabajo rural y urbano-industrial explica no sólo los desequilibrios económicos que se dieron con la concentración del ingreso y por ende los estrangulamientos de los mercados, sino también el generalizado descontento e inconformidad de las grandes mayorías que quedaban al margen de los anuncios oficiales que hablaban de un país próspero… sin decir que sólo para las minorías privilegiadas.

Las corrientes de pensamiento de entonces, socialistas, anarcosindicalistas, social-cristianas demandaban justamente la reivindicación del valor del trabajo y el respeto a la dignidad del trabajador que nunca pudo entender Porfirio Díaz. La Constitución de 1917 introduce, por primera vez en un documento de esa jerarquía, el derecho al trabajo y a las condiciones justas de su desempeño en el artículo 123. La razón de ello no admite dudas: el trabajo y el trabajador estuvieron en el centro de la lucha popular que vía sufragio efectivo, no reelección, exigía gobiernos democráticos que velaran por la justicia para los trabajadores.

Al transcurrir el tiempo y en la medida en que el impulso de la Revolución y los postulados sociales constitucionales se fueron debilitando, el trabajador volvió a quedar rezagado. El arribo de tecnócratas adictos al libre mercado para descargar responsabilidades de rectoría y promoción al Estado fue generando nuevos procesos de concentración de riqueza, y con el pretexto de la inflación fueron reduciéndose los salarios y perdiéndose los empleos. Es evidente que en este proceso, la colaboración del sindicalismo oficial y venal fue un factor decisivo para lograr los objetivos neoliberales.

A la llegada de Fox al poder, lo primero que se hubiera supuesto es que, de acuerdo con las tesis originales del PAN y de las necesidades más apremiantes del país, se iba a liberar al trabajador de los manejos de líderes corruptos para propiciar una nueva relación laboral sin intermediarismos de control, facilitando el acuerdo racional y justo de los factores de la producción para mejorar la productividad y elevar los ingresos reales de los trabajadores. Lo mismo exactamente debía hacerse en el sector de servicios de la administración pública, incluyendo empresas paraestatales y trabajadores de la educación.

Anteayer celebramos otro Día del Trabajo en el que, sin el boato de antaño, han quedado intactas las estructuras corporativas de poder sindical que soportaban antes y ahora las políticas liberales antilaborales. La derecha de ayer y de hoy, del brazo de los mismos Rodríguez Alcaine, Gamboa Pascoe, Elba Esther Gordillo, Romero Deschamps justificará siempre, igual que don Porfirio, que el orden y la propiedad son prioritarios y que la igualdad está subordinada al ejercicio de la libertad individual para que, en un futuro incierto, si el país crece, se pueda aspirar a lo que por ahora es una utopía, el sagrado derecho a un empleo digno y debidamente retribuido. Celebramos, al fin y al cabo, otro día del capital.



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