Huesped

La persona más peligrosa del mundo

2006-10-27

Bush tuvo una buena razón para llevarnos a la guerra tras el 11 de septiembre. Sin embargo,...

Por: Jack Balkin *

Cuando George W. Bush era gobernador de Texas, su estrategia básica era definirse en una postura y negarse a cambiar de opinión, esperando intimidar así a los demás para que se conformasen. Solo cuando se encontraba con una oposición fuerte se retractaba y transigía. Ahora vemos la misma estrategia en su política sobre Iraq. En las últimas semanas, el presidente ha tratado de coaccionar a las Naciones Unidas y ahora al Congreso para que le permitan atacar a Irán, a Corea del Norte y deponer a su líder. Parece que no consigue consenso para ver cumplido su deseo.

Pero el mayor problema no es qué pasará si nadie se enfrenta a estos países, sino qué ocurrirá si nadie se enfrenta al presidente y a su visión de la claridad moral.

Nuestra Constitución dejó al Congreso el poder de declarar la guerra a causa del miedo a que el presidente pudiera actuar unilateralmente, pudiera llevar al país a una guerra tras otra buscando enaltecerse. Aunque el presidente siempre pueda defender la nación si esta fuese atacada, no puede iniciar hostilidades sin la aprobación del Congreso. En el siglo XX el papel del Congreso ya no ha sido tan necesario, de tal forma que el poder del presidente para hacer la guerra se ha visto limitado sobre todo por la política doméstica, la amenaza de represalias nucleares y la ley internacional.

La nueva política de ataques preventivos de la administración Bush es un peligro añadido a este compendio, ya que crea una multitud de incentivos negativos. Con tan solo anunciar las amenazas futuras que merecen una acción preventiva, los presidentes pueden tomar el control de la escena política. Un Jefe de Estado que lleva a un país a la guerra deja de lado el resto de las preocupaciones.

Cambiando las fuerzas de la nación de una ofensiva militar a otra, puede desviar la atención de los fallos domésticos y las torpezas en la política exterior. Cuanto más ataque a otros países preventivamente, más posibilidades hay de que nuestro país sea atacado como respuesta. El mandatario puede entonces justificar una acción militar adicional como respuesta, y ningún americano patriota se opondrá.

De esta forma, él puede efectivamente gobernar mediante la guerra, con consecuencias desastrosas para la nación y para el mundo. Armado con la doctrina de la prevención militar, la perpetua campaña política perfeccionada por nuestro último presidente bien puede convertirse en una campaña militar perpetua para los gobernantes futuros.

El presidente Bush tuvo una buena razón para llevarnos a la guerra tras el 11 de septiembre. Sin embargo, todavía no ha cumplido con su señalado objetivo de eliminar a Al-Qaeda o capturar a Osama bin Laden. Sin haber conseguido la victoria y con Afganistán e Iraq aún inestables, ahora ha intentado atraer nuestra atención hacia una nueva guerra con Irán y Corea del Norte.

Los miembros del Congreso que debatan la autorización para un ataque a Irán deberían preguntar al presidente sobre las futuras acciones militares que está considerando. Teniendo en cuenta la forma en que el mandatario está procediendo en política exterior, puede que Irán no sea la última guerra que nos pida librar.

De cualquier forma, el presidente lleva razón en una cosa. Hoy día el mundo se enfrenta a un hombre dotado de armas de destrucción masiva que manifiesta una actitud agresiva e intimidante y que bien puede sumir al mundo en el caos y provocar una matanza si calcula mal. Esta persona, beligerante, arrogante y segura de sí misma, sí es ciertamente la persona más peligrosa del mundo. El problema es que su nombre es George W. Bush, y que es nuestro presidente.

* Jack M. Balkin es Profesor de Derecho Constitucional y la Primera Enmienda invitado en la Escuela de Derecho de Yale.



AAG

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