Para Reflexionar en Serio

Pedro, sin oro ni argento

2013-02-28

Para muchos, con este acto Benedicto XVI vuelve a colocar al servicio petrino como el primpilo...

Autor: felipe Monroy

"Dí, buen cristiano, y hazte manifiesto: ¿Qué es la fe?", con estas palabras San Pedro recibe a Dante en el octavo cielo, el de los espíritus triunfantes, y pone a prueba la razón con la que argumenta el poeta su creencia.

En estos pasajes de la Divina Comedia, poeta y apóstol intercambian preguntas y afirmaciones sobre la Creación, la Esperanza, la Gracia y la Fe. Al concluir su encuentro, Pedro insiste a Dante: "Debes explicarme lo que crees y dónde tu creencia  has descubierto". Después de escuchar la confesión de Dante, el príncipe de los apóstoles, desaparece.

La renuncia de Benedicto XVI parece dejarnos las mismas interrogantes: ¿Qué es la fe? ¿En qué creemos?

No pocos analistas, expertos, jerarcas, eruditos han salido a intentar explicar las razones por las cuales Joseph Ratzinger ha tomado esta decisión histórica y, en gran medida, inédita. Insisten en asegurar que la decisión es coherente y valiente, que es una enseñanza, que es signo de humildad y sabiduría, de honestidad y reconocimiento de las propias carencias.

En realidad, no dejan de verlo a él y a su circunstancia para comprender lo que está sucediendo, cuando precisamente la renuncia de Ratzinger nos obliga a dejar de verlo a él para ver a la Iglesia y a Aquel que la acompaña "todos los días, hasta el final de los tiempos".

Para muchos, con este acto Benedicto XVI vuelve a colocar al servicio petrino como el primpilo apostólico, aquel que ha arrojado la primera lanza y que no sólo ha puesto la guía sino que ha dado justo en centro de nuestras necesidades.

Sin embargo, también hubo otros que, a lo largo de los ocho años de pontificado de Benedicto XVI, se dedicaron a culparlo directamente por los graves errores que algunos miembros de la Iglesia Católica han cometido o para responsabilizarlo de una debacle institucional y de la peor crisis en el número de feligreses y creyentes en el mundo. Han tomado la renuncia del Papa como un triunfo de su causa, como quien reivindica un acto terrorista. Éstos parecen no merecer más que compasión por su candidez.

Como periodista, la noticia me ha convulsionado enteramente y, más que respuestas, me ha dejado muchas preguntas; pero lejos de entender completamente lo que esta renuncia representa en términos canónicos, litúrgicos, dogmáticos o teológicos para la Curia Romana, para el Cónclave o para las iglesias, quisiera saber qué significa para los fieles y los hombres de buena voluntad, incluso qué representa para el propio Ratzinger.

En las Nueve historias de amor del escritor argentino, Mempo Giardinelli, encuentro una frase encantadora: "Hay que admitirlo: los humanos somos tan frágiles que aun lo que no sabemos nos puede cambiar la vida".

Aunque Ratzinger ha hablado claro sobre las razones  de su renuncia: "Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino", debemos reconocer que desconocemos su conciencia y su oración interna que le ha llevado a tomar esta decisión. Pero es precisamente esa intimidad inviolable lo que da libertad a sus palabras y dignidad a su destino. Íntimo en lo íntimo, Ratzinger confronta con su convicción personalísima a las instituciones acostumbradas a marchar indiferentes a la sorpresa y al asombro y las sacude, las obliga a revisar sus paradigmas mundanos y, en un último servicio en la Sede de San Pedro, nos pregunta: ¿Qué es la fe?.



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