Para Reflexionar en Serio

Católico significa "universal"

2013-03-22

Esto porque la Iglesia en Los Ángeles es un "ícono", un signo del plan de...

Autor: Mons. José H. Gómez

Estos primeros días del nuevo año me llenan de esperanza de que 2013 sea el momento cuando nuestros líderes finalmente se unan para aprobar una reforma justa de nuestras políticas de inmigración.

Este es el fin de la "Semana Nacional de Migración" (Enero 6-12). Y este año, mis hermanos obispos y yo, en los Estados Unidos, estamos enfatizando la urgente necesidad de reformas integrales que pondrían fin a las políticas de deportación que separan a las familias y que ofrecería a los inmigrantes indocumentados un camino para hacer restitución y convertirse en ciudadanos.

Ya ha pasado mucho tiempo para que nuestra nación enfrente este asunto. Por eso les invito a todos a que se involucren en los debates de estas próximas semanas.

Como la iglesia local más grande y de mayor diversidad étnica y racial en el país, nuestra Iglesia de Los Ángeles tiene un importante lugar que ocupar en este debate nacional.

Esto porque la Iglesia en Los Ángeles es un "ícono", un signo del plan de Dios para su Reino y su Iglesia –lo cual consiste en ser una sola familia de Dios que une a familias de muchos colores, razas, nacionalidades e idiomas.

Pero nuestra Iglesia local también es un signo de la promesa de los Estados Unidos: que está destinado a ser una nación bajo Dios y una luz de libertad, esperanza y bienvenida para gentes de todas las naciones.

Por eso, una de mis cinco prioridades pastorales para los próximos años es promover nuestro sentido de unidad como una familia de Dios. Yo creo firmemente que, en la providencia de Dios, estamos llamados a ser un ejemplo para nuestra nación, y también un modelo de la naturaleza y misión universal de la Iglesia.

La palabra "católico" como sabemos, significa "universal" o literalmente "que abraza a todo el universo".

Como hemos escuchado durante este tiempo de Navidad, Jesús vino como "Hijo de David". Es decir, vino como un hijo del pueblo judío. Pero al mismo tiempo, vino como "Hijo del Hombre", como un niño de toda la humanidad.

Su venida de esta manera es un signo de su Iglesia y su Reino. Y es un signo para nuestra identidad como católicos. Todos somos hijos de un pueblo u otro. Somos filipinos o salvadoreños, mexicanos o irlandeses. Pero no importa de dónde venimos, pues en Jesucristo somos hechos hijos de Dios y hermanos y hermanas como una sola familia en la Iglesia Católica.

Jesús dio a su Iglesia la misión de proclamar esta buena noticia a todo el mundo y de hacer de esta hermosa visión de Dios, una realidad en nuestro mundo, comenzando en cada corazón humano.

Esa sigue siendo la misión de nuestra Iglesia y sigue siendo un llamado a la conversión para cada uno de nosotros. Este es el desafío de la nueva evangelización en un mundo que se ha vuelto "globalizado". Pero antes que nada, este Evangelio es un desafío a nuestra conciencia.

Estamos llamados a romper todas las barreras, ya sea que provengan de nuestro orgullo, racismo, o miedo, que nos impiden amarnos unos a otros como hermanos y hermanas.

De manera práctica, eso quiere decir que no podemos estar "atrapados" en nuestras propias comunidades. No podemos mirarnos a nosotros mismos como "católicos filipinos" o como "católicos hispanos" o católicos de este o de aquel vecindario o comunidad. Nuestras identidades étnicas y culturales son importantes para quienes somos y quien quiere Dios que seamos. Pero nuestra identidad en la fe nos llama a ser mucho más de lo que somos por la sangre.

Tenemos que recordar siempre aquella línea del principio del Evangelio de San Juan: "A todos los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre… sino que fueron engendrados por Dios".

Ser católico significa entendernos a nosotros mismos como hijos e hijas –no solamente de nuestros padres terrenales, sino de Dios. Nuestra fe católica requiere que vayamos más allá de nuestros límites, más allá de nuestros antecedentes y nuestras maneras habituales de hacer las cosas.

Esto es lo que hace a nuestra Iglesia Católica tan hermosa. Todos tenemos mucho que compartir con nuestros hermanos y hermanas, y mucho que podemos aprender de ellos.

Tenemos que hacer de este proceso de compartir y aprender una prioridad y un hábito en nuestras parroquias y nuestros ministerios la Arquidiocesanos. Un gesto sencillo puede llegar lejos. Podemos buscar maneras de orar y celebrar con nuestros hermanos católicos de diferentes orígenes y vecindarios. Podemos aprender de los santos y costumbres de los demás.

Oremos los unos por los otros, así como por nuestro país esta semana. Pidamos la gracia de conocer mejor a los demás y de amarlos como hermanos y hermanas.

Y pidamos a nuestra Madre María que nos ayude a comprender que el amor al cual somos llamados como católicos es un amor que no tiene fronteras.



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