Para Reflexionar en Serio

Vigencia de la iglesia Católica

2013-03-25

¿Por qué tanto interés? Porque la Iglesia, desde la pequeña colina...

Autor: JOSÉ J. CASTELLANOS   

Durante los últimos días hemos sido testigos de la renuncia de un Papa, de la sede vacante y la elección del sucesor. De acuerdo con las informaciones recibidas, este hecho se convirtió en noticia global, atrajo la atención de católicos y no católicos, creyentes y escépticos.

Cinco mil quinientos periodistas se acreditaron ante el Vaticano para seguir de cerca e informar a todo el mundo, lo que ocurría en la sede de Pedro.

¿Por qué tanto interés? Porque la Iglesia, desde la pequeña colina vaticana, sigue lanzando su luz a todos los confines y el mundo no puede ser indiferente a lo que ahí sucede, para bien o para mal.

Si alguna institución ha sido duramente atacada en los últimos tiempos, si hay un común denominador en los esfuerzos por desacreditarla, ha sido la Iglesia Católica. Los motivos, o  pretextos, no han faltado. Decir que es obsoleta, frente a la modernidad, es ya un lugar común.

Señalar que no todos los que pertenecemos a ella, particularmente obispos y sacerdotes, no se apegan a lo que predican, tampoco es novedad.

Los casos de pederastia que se han dado en su seno, han sido magnificados y reiterados como si fueran una característica propia, cuando en realidad es en donde menos se presenta este lamentable fenómeno; hablar de corrupción en su seno, es algo que viene desde la traición de Judas o de las pretensiones de Simón el Mago de adquirir los "poderes" milagrosos de los apóstoles.

Difamar fue la estrategia para desatar la persecución en Roma, que tantos mártires diera a la Iglesia naciente. ¿Qué falta por decir de ella?

Otro tanto ocurre con su cabeza, el Obispo de Roma, el Papa. Una y otra vez se trata de minar la autoridad moral con la que habla. Stalin menospreciaba a Pío XII porque no tenía tanques de guerra, pero desde la Cortina de Hierro se fraguó la campaña difamatoria en su contra con la obra El Vicario, que falsamente atribuyó a quien fuera nuncio en Alemania y colaborara con el Papa Pío XI a redactar la encíclica contra el nazismo, un imprudente silencio y colaboración frente al gobierno de Hitler.

A Paulo VI se le rebelaron sacerdotes y hasta obispos por la encíclica Humanae vitae contra el control natal. De Juan Pablo II se pretendió, igual que con Benedicto XVI, vincularlo con el nazismo. En fin, falta espacio para rememorar todos los ataques de que han sido víctimas los papas modernos, incluyendo al Papa Francisco recién nombrado.

Pese a todo y contra quienes así actúan, la Iglesia y el papado están vigentes. Son, como Cristo en la cruz, signos de contradicción, piedras de escándalo para unos y faro de luz para otros.

Los siglos pasan, se le persigue, pero la Iglesia sigue, a veces en una barca turbulenta y en ocasiones en remansos de paz. Pero, siempre, predicando a tiempo y a destiempo. Los papas tienen, está visto, estilos diferentes, modos distintos de hablar y actuar, pero su mensaje es el mismo: anunciar a Cristo redentor.

En medio de su apacible sencillez y bondad, el Papa Francisco ha tocado fibras sensibles tanto para la Iglesia como para el mundo. Habla de pobreza y sencillez y fascina a un mundo liberal que se afana en la búsqueda de la riqueza y bienes materiales; elogia a los periodistas por su trabajo, pero les recuerda que al igual que él y la Iglesia, tienen como misión transmitir la verdad, el bien y la belleza, tan ausentes y menospreciados en un mundo relativista, corrupto y afeado de mil modos.

A un mundo que se disputa el poder, el Papa Francisco le recuerda que Cristo, y por tanto su sucesor, también lo tiene: un poder de servicio.

Y al mundo entero enfrascado en la cultura de la muerte de mil modos, le recuerda que con San José compartimos la función de ser custodios de la creación, como nos propuso San Francisco de Asís, de toda vida, principalmente de los más débiles, con amor. En fin, ser custodios de los dones que se nos han dado.

El mensaje de la Iglesia es fuerte, porque es total. Los papas no se andan con medias tintas, como los defensores de los pobres o de las mujeres para que no sean discriminadas, pero proponen el aborto o la eutanasia. En todas las épocas, dijo en su homilía de inicio del pontificado el Papa Francisco, "existen <<Herodes>> que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer". Unos matan a inocentes que les señalan sus errores y desviaciones, otros a quienes apenas inician la vida.

Buen estilo el del Papa Francisco, es sencillo y llano, pero habla fuerte. Por eso los periodistas acudieron presurosos a conocerlo. Unos porque creen y esperan que cambie el rumbo del mensaje, para adaptarse a lo que es imposible; otros porque quieren contrastarlo o confrontarlo con sus antecesores. Hay también quienes esperan que éste si les ayude a opacar el brillo de la Iglesia. Pero, finalmente, estamos los católicos que agradecemos a los medios de comunicación haber convertido, como dijo el Papa, a la Plaza de San Pedro en un espacio donde estaba, ahora sí, literalmente, todo el mundo.



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