Entre la Espada y la Pared

Las seis 'espinas' de la visita papal a Chile y Perú 

2018-01-17

Aunque, en Chile, el ambiente se presenta mucho más tenso, con iglesias incendiadas y...

JOSÉ MANUEL VIDAL | El Mundo

Francisco tiene el don de convertir en oro todo lo que toca. Como Creso. Esa capacidad tan singular, basada en su carisma y en su testimonio vital, se va a poner especialmente a prueba en Chile y en Perú del 15 al 21 de enero. Dos países de la Patria Grande, próximos a su entorno porteño, de raigambre católica. Un viaje que, de entrada, parece de color de rosas, pero que encierra al menos seis espinas. Para repartirlas por igual entre ambos países, tres en cada uno y un par de codas.

Aunque, en Chile, el ambiente se presenta mucho más tenso, con iglesias incendiadas y ocupación de la nunciatura. Algo inédito en la historia de este pontificado. Tanto es así que los obispos, la presidenta saliente, Michelle Bachelet ,y el presidente entrante, Sebastián Piñera, han tenido que pedir calma, serenidad y elegancia para recibir al ilustre visitante.

Es la primera vez que en un país se producen (y a esa escala) reacciones negativas ante la llegada del Papa, precisamente originario del país vecino. Aunque las protestas contra Francisco no son por su procedencia, sino por el coste de su visita (unos seis millones de dólares). "La plata del fisco se la lleva Francisco", reza uno de los lemas de las protestas de los antidesahucios chilenos.

En el fondo de las protestas, además del coste de la visita papal, laten otras tres 'espinas' que amenazan con pinchar al Papa en Chile, el primer país de su periplo andino: Los abusos del clero, la situación de los indios mapuches y la pérdida de credibilidad de la Iglesia católica chilena. Con dos codas, políticas: el problema de la salida al mar de Chile y la brecha social que crece sin parar en un país en crecimiento.

La plaga de la pederastia clerical es la negra sombra que persigue al Papa dondequiera que vaya. Pero, en algunos lugares, el estigma es más alargado y maloliente. En Chile, en los últimos 15 años, 4 obispos, 66 clérigos, 6 hermanos, 1 diácono y hasta una monja fueron denunciados y condenados por abusos sexuales. La mayoría, por abusar de menores de edad. Con casos paradigmáticos, como el del sacerdote de origen irlandés, John O'Reilly, de los Legionarios de Cristo, que fue condenado por la justicia a cuatro años de libertad vigilada por abusos sexuales reiterados contra una menor.

O el del llamado 'señor de los infiernos', el otrora poderoso y prestigioso cura Fernando Karadima, (amigo de Pinochet y protegido por el entonces Nuncio en Chile, cardenal Sodano), condenado por el propio Vaticano como culpable de múltiples y reiterados abusos sexuales.

El conflicto con el obispo de Osorno (uno de los discípulos de Karadima) es una de las consecuencias dolorosas del caso Karadima. Juan Barros, amigo personal del 'señor de los infiernos' fue trasladado a la diócesis osornina, ante el rechazo de la mayoría de sus fieles, que se levantaron contra él y contra su nombramiento. Desde entonces, siguen en pie de guerra y piden que el obispo renuncie a su cargo o que el Papa lo obligue a retirarse. Y, para mantener viva la antorcha de su protesta, han programado toda una serie de manifestaciones durante la visita papal.

Los olvidados mapuches

El Papa, que nunca da la espalda al conflicto, quiso visitar Temuco, en plena Araucanía. Allí, a 600 kilómetros al sur de Santiago, se encontrará con los mapuches, que suponen el 7% de la población chilena: cerca de un millón en Chile y unos 300,000 en Argentina. Una etnia marginada, que lucha por sus derechos y que cuenta con una minoría radicalizada, que ha protagonizado protestas violentas y ha atacado iglesias, parroquias y seminarios católicos. Esperan que Francisco apoye sus luchas e, incluso, algunos le piden que "reconozca el genocidio mapuche" y que se pronuncie sobre "la necesidad de indemnización y reparación".

La tercera gran espina de Francisco en Chile es la alarmante pérdida de credibilidad social de la Iglesia católica. Una Iglesia que, durante la dictadura pinochetista, ocupaba los primeros lugares de confianza social y que, ahora mismo, se encuentra en los últimos. Es cierto que el catolicismo pierde fieles en toda Latinoamérica, que se van a las iglesias protestantes, al ateísmo o a la indiferencia. Y, aunque el 65% de los encuestados siguen diciendo que confían en la Iglesia, hay siete países donde la religión católica representa ya menos de la mitad de la población. Entre ellos, Chile, donde, además de la reducción numérica de fieles, sólo confía en la institución el 36% de los ciudadanos.

A estas tres espinas de calado chilenas, hay que añadir dos codas, que podrían emerger durante la visita papal. Por un lado, la enorme brecha social en un país que crece y se desarrolla, pero a costa de dejar millones de descartados en las cunetas de la vida. Por el otro, el problema del acceso al mar de Bolivia. Mientras Evo Morales asegura que el Papa abordará el tema en Chile, las autoridades chilenas no quieren que lo mencione, entre otras cosas, porque la recuperación de ese territorio a Perú la consiguieron los chilenos con el derramamiento de mucha sangre.

Las 'espinas' de Perú

En la segunda parte de su viaje, el Papa se enfrentará en Perú a otras tres espinas. La primera sigue siendo el estigma de los abusos sexuales del clero, que aquí lleva, sobre todo, el nombre del Sodalicio, una poderosa congregación neoconservadora, cuyo líder y fundador, Luis Fernando Figari, de 70 años, vive confinado en Roma bajo protección de un decreto vaticano que le prohíbe regresar a Perú, donde desde diciembre enfrenta una petición de prisión preventiva de la fiscalía.

Hace más de un año, la organización admitió que al menos cuatro de sus líderes laicos, entre ellos Figari, cometieron abusos sobre 19 menores de edad y 10 mayores, entre 1975 y 2002. Y, de hecho, es tal el nivel de podredumbre de la institución que el Papa, hace tres días, mandó intervenir el Sodalicio y nombró a monseñor Londoño comisario apostólico.

En Puerto Maldonado, Francisco pondrá el foco en los indígenas y en la defensa de la casa común. Allí, en la región de Madre de Dios, intentará dar voz a las etnias indígenas y se encontrará con un obispo español, David Martínez de Aguirre, que ha aprendido la lengua de los matsiguenkas, la etnia mayoritaria de la región, y es muy querido por todos los pueblos originarios de la zona. El misionero navarro tiene claro que el Papa "viene a dar una palmada en la espalda y a que se escuche a los pueblos indígenas".

La tercera 'espina' peruana del Papa es interna y tiene que ver con una jerarquía partida por la mitad entre dos bloques de obispos. Por un lado, los que se han subido al carro de Francisco y de sus reformas. Por el otro, los que se aferran al modelo de la vieja guardia, capitaneada por el cardenal Cipriani, que sigue apostando por una Iglesia poderosa, privilegiada y matrimoniada, abierta y descaradamente, con los partidos políticos de derechas.

Muchas espinas en la rosa del viaje papal. En Perú, pero sobre todo en Chile, el Papa tendrá que hacer gala de todo su saber hacer y emplear a fondo su carisma. Y es que muchas veces la mera pastoral física del Papa, su sola presencia derrite los problemas y, con sus gestos inéditos (algunos improvisados sobre la marcha), consigue salir airoso y meterse en el bolsillo a la población, por muy reticente que sea.

Se esperan gestos elocuentes del Papa en Chile. Algunos ya se rumorean, como la visita a la tumba de monseñor Enrique Alvear, el 'obispo de los pobres', o el encuentro con víctimas de la dictadura de Pinochet. Otros se desean, como el recibimiento de los laicos de Osorno, que llevan años luchando para que monseñor Barros salga de su diócesis, o la reunión con las víctimas de abusos sexuales. Si a pesar de todo, no consigue tocar el corazón del país, Chile sería la primera nación que se habría resistido a los 'encantos' del Papa de los pobres y de la misericordia. Y que, encima, es vecino.



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