Internacional - Política

El nacionalismo polaco amenaza la cohesión de Europa

2018-02-28

Con todos esos apoyos resulta difícil creer que Polonia esté sumida en una especie de...

Steven Erlanger y Marc Santora, The New York Times

SNIADOWO, Polonia – El joven alcalde de este pequeño pueblo del este de Polonia está extremadamente orgulloso de su nuevo camión de bomberos italiano, que resplandece junto a uno viejo de la era soviética. Cerca de ahí, el director de la escuela primaria presume sus nuevas aulas y un nuevo gimnasio, que incluso tiene una pizarra electrónica para mostrar el marcador.

Todo esto —además de carreteras, páneles solares y mejores sistemas de purificación de agua y alcantarillado, así como apoyo para las granjas lecheras— ha sido pagado por la Unión Europea, que financia casi el 60 por ciento de la inversión pública en Polonia.

Con todos esos apoyos resulta difícil creer que Polonia esté sumida en una especie de guerra con la Unión Europea. Sin embargo, en los últimos meses, el gobierno nacionalista ha mordido la mano que le da de comer.

La Unión Europea acusa a Polonia de representar un grave riesgo para los valores democráticos, al argumentar que socava el Estado de derecho al llenar las cortes con personas leales al gobierno actual. Los dirigentes occidentales también han criticado al partido gobernante de Polonia por prácticamente sacar a todas las voces críticas de los medios noticiosos estatales y restringir la libre expresión con su más reciente ley que criminaliza cualquier sugerencia de que la nación polaca haya tenido alguna responsabilidad en el Holocausto.

La pelea se ha intensificado conforme Europa del Este se convierte en la incubadora de un nuevo modelo de “democracia no liberal”, para el que Hungría ha sentado las bases. Sin embargo, es Polonia —tan grande, tan rica, con tanto poder militar y tan importante desde el punto de vista geoestratégico— la que definirá si será exitoso el gran esfuerzo de la Unión Europea por integrar al antiguo bloque soviético.

Las autoridades europeas tienen que determinar si, a pesar de sus medidas para imponer disciplina, han facilitado el surgimiento de gobiernos antidemocráticos y qué se debe hacer al respecto.

El creciente conflicto entre los Estados miembro originales y los más nuevos de Europa Central y del Este es la mayor amenaza para la cohesión y la supervivencia de la Unión Europea. No se trata de un conflicto simple, sino de uno con múltiples aristas que gira en torno a la identidad, la historia, los valores, la religión y las distintas interpretaciones de los conceptos de democracia y solidaridad.

“Sí a Europa, pero ¿cuál Europa?”, dijo Michal Baranowski, director de la oficina en Varsovia del Fondo Alemán Marshall, y señaló que en Polonia el apoyo a la Unión Europea es hasta del 80 por ciento, pero eso podría ser superficial.

El gobierno polaco —dominado por el partido Ley y Justicia, que a su vez es controlado por Jaroslaw Kaczynski, el jefe de ese partido— parece tener su propia respuesta a esa pregunta.

El gobierno aceptará con gusto el apoyo económico de la Unión Europea, pero le preocupa que la participación de Polonia pueda mermar si los Estados miembro usan el presupuesto para presionar al país a entrar en el redil. Se supone que el gobierno polaco recibirá casi el nueve por ciento del presupuesto de la UE de 2014 a 2020, alrededor de 85,000 millones de euros (105,000 millones de dólares).

Sin embargo, es poco probable que las amenazas de frenar el flujo de dinero impulsen cambios en el gobierno de Kaczynski. Ya ha respondido a las críticas acusando a Bruselas y Alemania —hasta hace poco la mayor aliada de Polonia en Europa— de dictar términos para los nuevos miembros y tratar de imponer una visión elitista y secular. También se ha posicionado a la vanguardia de las naciones de Europa Central y del Este que se oponen a las cuotas migratorias, al argumentar que actúa en defensa de los valores cristianos.

El partido gobernante ha hecho campaña sobre el orgullo nacional polaco y a “dejar de estar de rodillas”; también ha representado a la Polonia de mayoría católica romana, que tradicionalmente se concibe a sí misma como víctima de la historia, como el “Cristo de las naciones”.

Kaczynski sostiene que, después de formar parte de distintos imperios y haber sido ocupada tanto por el fascismo como por el comunismo, Polonia está lista para tomar su lugar y no volver a quedar relegada a la servidumbre ni a un estatus secundario.

“La historia es parte de nuestra identidad, eso es lo que la gente de otras partes del mundo no entiende”, dijo Slawomir Debski, director del Instituto Polaco de Relaciones Internacionales. “¿Qué significa ser polaco? Somos la nación que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y fuimos víctimas de los dos sistemas totalitarios”.

Esta combinación de nacionalismo polaco, conservadurismo religioso y ataques contra quienes supuestamente buscan darle lecciones a Polonia sobre valores y cuotas migratorias ha hecho que Ley y Justicia sea el partido mayoritario en un país dividido y con una oposición política desorganizada.

El movimiento ha ascendido de casi el 38 por ciento de los votos en las elecciones de 2015 a cerca del 47 por ciento en las recientes encuestas de opinión. Gran parte de ese éxito se atribuye a su inversión en las zonas rurales más pobres y la mayoría del dinero proviene del apoyo de la Unión Europea y el acceso a sus mercados y empleos.

Sin embargo, más que por el dinero, Ley y Justicia avanza por su política cultural y de identidad. Ha contrastado a la Polonia católica y conservadora, de valores familiares, con una Europa occidental atea, de librepensadores y que acepta el cambio de los roles de género.

Acusa a los gobiernos pasados, la oposición y las élites urbanas de anhelar la aprobación y la aceptación de Europa en detrimento de los intereses polacos.

El reciente escándalo por la nueva ley polaca sobre la historia y el Holocausto es otro ejemplo de cómo el gobierno ofende las susceptibilidades europeas sobre la libre expresión a cambio de ganar influencia en el interior del país. En Polonia se percibe como un esfuerzo por proteger a la nación de esos extranjeros molestos y enojados, incluyendo a los judíos y los europeos occidentales. Es revelador que la oposición se haya abstenido en las votaciones, en lugar de votar en contra.

Aunque está firmemente a favor de ser miembro de la Unión Europea, el partido Ley y Justicia tiene una mirada del organismo que es similar a la prevalente en el Reino Unido: lo ven como una unión de Estado-naciones que comercian libremente pero no interfieren en la política interna ni en la cultura nacional.

Al mismo tiempo, Polonia percibe una imagen emergente de Europa, según las propuestas del presidente de Francia, Emmanuel Macron, que revive la dominación franco-alemana del bloque, lo que podría dejar a Polonia más al margen.

En la opinión de Polonia, hablar de restringir los derechos de los trabajadores extranjeros en Francia es proteccionismo dirigido a los nuevos Estados miembro, encubierto por un discurso proeuropeo. Polonia rechaza una Europa “multinivel” o de “dos velocidades” de crecimiento económico, con un núcleo de Estados de la eurozona y un anillo exterior de miembros menos importantes; sin embargo, ve que Bruselas conduce las cosas por ese camino.

En general, la prioridad de Kaczynski es nacional “y, con tal de tener el control del sistema judicial, está dispuesto a pagar casi cualquier precio”, dijo Piotr Buras, jefe de la oficina en Varsovia del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “Está usando lentamente los medios democráticos, amasando tanto poder que la posición del partido es inatacable”.

La Unión Europea ha lanzado una advertencia oficial a Polonia, arguyendo que Varsovia está arriesgándose a cometer “una infracción seria” a su compromiso con los valores compartidos de la democracia liberal y el Estado de derecho, principios que todos los Estados miembro han jurado preservar.

Algunos piensan que Varsovia y Bruselas de alguna manera llegarán a un mutuo acuerdo, pero es difícil anticiparlo. Buras considera que Kaczynski es pesimista sobre el proyecto europeo.

“Cree que esta Unión Europea está condenada al fracaso y que por lo tanto debemos hacer algo para salvarnos”, dijo Buras. “Cree que esta Unión Europea no puede sobrevivir”.



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