Internacional - Población

Un año después de la crisis, los rohingyás se enfrentan a un futuro incierto

2018-08-24

El distrito de Cox's Bazar, en el sureste de Bangladesh, alberga en estos momentos a 919,000...

Azad Majumder

Kutupalong (Bangladesh), 24 ago (EFE).- El inicio de la campaña militar en Birmania (Myanmar) que desencadenó el éxodo de 700,000 miembros de la minoría rohinyá hacia Bangladesh cumplirá mañana un año, sin que se den aún las condiciones para que comience el ansiado retorno de los refugiados a territorio birmano con plenos derechos.

"No quiero vivir aquí por mucho tiempo porque me preocupa el futuro de mis hijos. Quiero regresar, pero solo si tengo la certeza de que no tendré que huir otra vez, de que tendré mis derechos como ciudadano", dijo a Efe Hafez Ullah, que huyó con toda su familia del estado birmano de Rakáin (oeste).

El distrito de Cox's Bazar, en el sureste de Bangladesh, alberga en estos momentos a 919,000 rohinyás -200,000 de ellos huidos en anteriores oleadas de violencia- y de ellos 626,000 (casi la población de Washington) viven en chozas de plástico y bambú en el masificado campamento de Kutupalong y sus aledaños.

Al otro lado de la frontera, en Birmania, a los rohinyás se les considera intrusos, emigrantes musulmanes bangladeshíes ilegales entre la mayoritaria población budista del país, por lo que les han negado tradicionalmente la identidad como etnia y sus derechos.

Ullah forma parte de los 700,000 rohinyás que iniciaron el éxodo a Bangladesh el pasado 25 de agosto coincidiendo con la campaña militar birmana contra esta minoría después de que un grupo insurgente bajo las siglas de esta etnia atacó varios puestos de policía, lo que desencadenó la reacción de las fuerzas de seguridad.

El Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Estados Unidos y otras organizaciones humanitarias criticaron duramente la ofensiva, que incluyó matanzas, violaciones y quema de aldeas, y la calificó de "limpieza étnica de manual" con indicios de "genocidio", algo que el Ejército birmano siempre negó.

La presión internacional, sin embargo, llevó a los gobiernos de Birmania y Bangladesh a firmar el pasado 23 de noviembre un acuerdo por el que comenzarían en tres meses a repatriar a los miembros de la minoría, pero ocho meses después ese regreso aún no ha comenzado.

Desde el Gobierno bangladeshí reconocen incluso que "aún no se ha fijado la fecha para el inicio de la repatriación", según explicó a Efe el comisionado para la Ayuda y Repatriación de Refugiados de Bangladesh, Abul Kalam.

Por el momento está activo un proceso de verificación de rohinyás para confirmar que son elegibles para la repatriación, pero hasta el 31 de julio sólo se habían podido verificar 12,800, según un informe del Grupo de Coordinación Intersectorial de la ONU.

Un portavoz de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Cox's Bazar, Firas Al-Khateeb, explicó a Efe que además desde el organismo no creen que "las circunstancias en la actualidad sean las propicias para el retorno, ya que cualquier repatriación tiene que ser segura, digna y voluntaria".

Otras agencias han comenzado a resaltar por su parte la necesidad de recibir financiación de la comunidad internacional para poder mantener el apoyo a los rohinyás en los campamentos en Bangladesh en condiciones aceptables.

"En este momento solo está financiada la ayuda a un tercio de los refugiados, cuando son casi un millón que dependen por completo de las ayudas. Cualquier recorte en los servicios podría tener consecuencias devastadoras", dijo a Efe Fiona MacGregor, portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

MacGregor señaló como "especialmente importante" que en este primer aniversario del comienzo de la crisis el mundo recuerde al pueblo rohinyá y continúe brindando a los refugiados el apoyo necesario "para evitar que sufran una nueva tragedia".

Aún así destacó los "logros significativos" en el último año en los campamentos, convertidos en el asentamiento de refugiados más grande del mundo, señaló la portavoz.

"Los primeros días los miles de refugiados dormían sin techo, muchos ante la urgencia de recibir tratamiento médico y comida, ahora tenemos una situación en la que todos los refugiados tienen acceso a refugio, alimentos y servicios de salud", subrayó.

Es esa atención sanitaria una de las principales preocupaciones de las organizaciones humanitarias, ante la amenaza que representan en los campamentos las enfermedades endémicas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), en un informe reciente, informó de 7.682 casos de difteria y un total de 42 muertes por esta causa, la última de ellas a principios de abril.

"La cantidad de presuntos casos de difteria llegó a casi 8,000 y aunque no ha habido ninguna muerte desde abril por esta causa, todas las semanas recibimos entre 25 y 30 casos sospechosos", sentenció a Efe el jefe de Salud del Gobierno en Cox's Bazar, Abdus Salam.



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