Migración
A FONDO-Refugiados rohinyás luchan contra el odio y el miedo en India tras primeras deportaciones
Por Krishna N. Das, Reuters
JAMMU, India (Reuters) - Horas después de que los canales de televisión indios informaron que el país estaba deportando a siete musulmanes rohinyá a Myanmar, Sahidullah recibió una llamada de su sobrino: “Tío, por favor, sácanos de aquí. Nos van a devolver también”.
Sahidullah, un rohinyá que vive en el extremo norte de la India desde que huyó en el 2010 de la persecución en Myanmar, un país de mayoría budista, relató que su pariente, Sadiur Rahman, de 40 años, estaba alojado en uno de varios centros de detención para inmigrantes ilegales en el estado nororiental de Assam.
Rahman, según contó, había estado encarcelado con su hermano y otros ocho familiares desde que fue capturado en 2012 en una estación de ferrocarril cuando huía a la India a través de Bangladés. Sahidullah había tomado la misma ruta dos años antes, pero como muchos otros, había logrado llegar a destino.
Según Sahidullah, Rahman hizo la llamada telefónica cuando lo trasladaron para un chequeo médico rutinario el 3 de octubre, el día en que India sacó a los siete hombres rohinyá de un centro similar de detención y los llevó a la frontera.
Al día siguiente fueron entregados a las autoridades de Myanmar, en la primera de las deportaciones de rohinyás en el país, lo que hizo que cundiera el pánico entre unos 40,000 refugiados que han huido a la India desde la nación budista.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha emitido tarjetas de identidad a cerca de 16,500 de los refugiados, incluido Sahidullah, que dice que la identificación les ayuda a “prevenir el acoso, los arrestos arbitrarios, la detención y la deportación”.
India dice que no reconoce las tarjetas y ha rechazado la postura de la ONU de que deportar a los rohinyá viola el principio de no enviar a los refugiados a un lugar donde se enfrentan a situaciones de peligro.
“Cualquier persona que haya ingresado al país sin un permiso legal válido se considera ilegal”, dijo A. Bharat Bhushan Babu, portavoz del Ministerio del Interior. “De acuerdo con la ley, cualquier persona ilegal será devuelta. Según la ley, será repatriada”.
En los últimos días, Reuters entrevistó a decenas de rohinyá en dos asentamientos, uno en la ciudad norteña de Jammu y uno más pequeño en la capital, Delhi, y encontró comunidades que sienten que cada vez son más vilipendiadas.
Muchos ahora temen que el Gobierno nacionalista indio del primer ministro Narendra Modi esté a punto de poner en práctica su posición ya declarada: que quiere deportar a todos los musulmanes rohinyá del país.
Les preocupa que, con la vista puesta en las elecciones generales de mayo, Modi y el Bharatiya Janata Party (BJP), que controla el Gobierno, utilicen la hostilidad contra ellos como táctica populista.
En declaraciones durante un mitin electoral en el estado central de Madhya Pradesh el sábado, el dirigente del BJP, Amit Shah, dijo que todos los inmigrantes ilegales eran “como las termitas que se comen la seguridad de la nación”.
“Elijánnos el próximo año y el BJP no permitirá que ninguno de ellos se quede en este país”, dijo Shah, sin mencionar específicamente a ningún grupo de inmigrantes.
ODIO EN AUMENTO
Sahidullah, que al igual que muchos rohinyá solo tiene un nombre, no solo está preocupado por sus familiares detenidos, sino también por su familia, que vive en una región principalmente hindú del único estado de la India dominado por musulmanes, Jammu y Cachemira, en el extremo norte del país.
El agitado estado del Himalaya que limita con Pakistán y es hogar de separatistas musulmanes que luchan contra el Gobierno indio, tiene la mayor población de rohinyá en el país, con alrededor de 7,000 personas dispersas en varios asentamientos improvisados, principalmente en la región de Jammu.
“Vinimos a la India porque la gente nos dijo que las cosas estaban mejor aquí, que había más trabajo y que uno podía moverse libremente a diferencia de la situación en casa”, dijo Sahidullah, quien trabaja como limpiador en una sala de exposición de automóviles en la ciudad de Jammu para apoyar a su anciana madre, su esposa y sus cuatro hijos.
“Todo eso es cierto y estamos agradecidos a la India por dejarnos vivir aquí. Pero el odio contra nosotros está creciendo”, dijo a Reuters mientras se sentaba en una colorida sábana tendida en el suelo de su casa, construida por él mismo en madera y plástico sobre una parcela de tierra alquilada.
Mohammed Arfaat, un líder juvenil rohinyá en Jammu con 24 años, dijo que los lugareños a menudo los acusan de tener vínculos con los insurgentes sin ninguna prueba.
“Nos quieren fuera de aquí y eso ha preocupado a nuestras familias”, dijo Arfaat, que pasa del inglés al hindi, mientras comenzaban a ir a las oraciones del viernes casi una docena de ancianos de la comunidad sentados a su alrededor en el burdo piso de hormigón de una casa rohinyá. “Todos aquí son conscientes de la deportación y tienen miedo”.
Las autoridades indias dijeron que la repatriación de los siete rohinyá era un procedimiento de rutina y que envía a todos los extranjeros ilegales a sus hogares.
Pero ACNUR expresó su profunda preocupación el viernes por la seguridad de los expulsados, diciendo que se les había negado el acceso a un abogado y la posibilidad de que se evaluaran sus solicitudes de asilo.
“Las condiciones actuales en el estado de Rakáin, en Myanmar, no son propicias para el retorno seguro, digno y sostenible de los refugiados rohinyá sin estado”, dijo el portavoz de ACNUR, Andrej Mahecic.
La mayoría de los rohinyá solían vivir en Rakáin.
En agosto del año pasado, los ataques de combatientes rohinyá contra puestos de seguridad en Rakáin provocaron una sangrienta represión militar que hizo que alrededor de 700,000 rohinyá huyeran a través de la frontera hacia Bangladés.
Naciones Unidas ha acusado a Myanmar de actuar contra los rohinyá con “intención genocida”, algo que Myanmar refuta, diciendo que su ejército no utilizó fuerza excesiva y simplemente reaccionaba a los ataques de militantes.
CADA VEZ PEOR
El ambiente al que se enfrentan los rohinyá en India se ha vuelto cada vez más feo.
El año pasado, la Cámara de Comercio e Industria de Jammu amenazó con lanzar un movimiento de “identificar y matar” contra los colonos, lo que en su opinión empujó al gobierno a tomarse el asunto rohinyá más seriamente.
El presidente de la cámara, Rakesh Gupta, dijo a Reuters el viernes que no había nada nuevo en tomar la ley en sus manos si “alguien se convierte en una amenaza para nuestra seguridad, para la seguridad de la nación, y las fuerzas de seguridad no lo abordan”.
Algunas de las voces más virulentas de los medios de comunicación de la India no solo acusan a los rohinyá de ser terroristas, sino también de tráfico de drogas y de seres humanos, y de tener el dinero para marginar a las empresas locales.
India, que se considera una víctima de la militancia islamista y está tratando de impulsar los lazos económicos con Myanmar para enfrentarse a China, dijo a finales del año pasado que compartía la preocupación de Myanmar por la “violencia extremista” de los militantes rohinyá.
El Ministerio del Interior de India le dijo al Tribunal Supremo que tenía informes de agencias de seguridad y otras fuentes fiables “que indican vínculos de algunos de los inmigrantes rohinyá no autorizados con organizaciones terroristas con sede en Pakistán y organizaciones similares que operan en otros países”.
Altos mandos policiales de Jammu dijeron, bajo condición de anonimato, que habían identificado a todos los rohinyá en el área en preparación para su eventual deportación. Añadieron que no habían encontrado ningún vínculo de los rohinyá con los militantes.
Alrededor de 600 kilómetros al sur de Jammu, los residentes de un campamento de refugiados improvisado en Shaheen Bagh de Delhi también dijeron que temen la deportación.
“No queremos irnos de la India. ¿A dónde iremos?”, dijo Mohammed Harun, un rohinyá de 47 años en Delhi. “También hay refugiados de otros países en la India. ¿Por qué estamos siendo atacados nosotros? ¿Por qué nos envían a la cárcel? Es solo porque somos musulmanes. No les hacen esto a los demás refugiados”.
regina
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