Imposiciones y dedazos
Nicolás Maduro, presidente paria en 2019
DANIEL LOZANO | El Mundo
"El 10 de enero quiero al movimiento estudiantil en la calle, defendiendo la revolución. Vamos a prepararnos en las milicias universitarias, ¡estudio y fusil!", clamó Nicolás Maduro en la que, hasta el momento, es la principal referencia presidencial en torno a una fecha clave, marcada en rojo en el calendario del poder. Ese día termina su primer mandato, que pasará a la Historia por pulverizar casi todos las estadísticas negativas de un país, y comienza su segundo periodo constitucional, dos décadas después de la irrefutable victoria electoral que encumbró al comandante supremo y que abrió la puerta a la actual pesadilla.
Con todo el poder y la fuerza, pero multiplicando su fragilidad internacional en medio de la mayor crisis conocida en América Latina, incluida la desgarradora fuga de millones de sus ciudadanos. Según la última encuesta de Delphos, sólo el 16,2% de los encuestados respalda al gobierno del "hijo de Chávez".
"No vamos a hacer la pantomima de seguir manteniendo relaciones diplomáticas", adelantó el presidente colombiano, Iván Duque. El país cafetero, que ya cobija a más de un millón de emigrantes venezolanos, marcará un nuevo camino: al menos 40 países han avanzado que no reconocerán la nueva Presidencia.
Varios presidentes latinoamericanos también han deslizado su rechazo total al segundo capítulo presidencial de Maduro. Fue el canciller español, Josep Borrell, quien adelantó su análisis en octubre, recuperando una diatriba que en esos momentos navegaba sin rumbo fijo: "A Maduro el 10-E se le acaba ese mandato y empieza un mandato en base a unas elecciones que no reconocemos. Nosotros no reconocemos gobiernos, reconocemos estados. Pero sí, hay un problema político, porque este señor a partir del 10-E no es un representante político".
La semana pasada, durante el viaje oficial dePedro Sánchez aCuba, aliado irrestricto de Caracas, autoridades gubernamentales confirmaron a EL MUNDO que laUE discutirá una posición común el 10 de diciembre.
"El 10-E se puso sobre el tapete gracias al ministro Borrell, convirtiéndola en una fecha mágica incluso para opositores que ponen todas sus ilusiones", aclara el politólogo Luis Salamanca, antiguo rector del Consejo Nacional Electoral (CNE). Desde entonces, cualquier iniciativa y cualquier declaración deben incluir al segundo jueves del año para que sea tomada en cuenta.
¿Qué sucederá entonces el 10-E en un país que mezcla casi a diario terremotos sociales y erupciones políticas? Nada. O al menos eso repite con arrogancia Diosdado Cabello, número dos de la revolución. "Ridículos... Resulta que la cosa es hasta el 10 de enero... Menos mal, ¡estábamos preocupados!", ironiza en sus programas de televisión, pese a la sucesión de escándalos de corrupción que acusan directamente al idolatrado Hugo Chávez.
Todo apunta a que Maduro será juramentado en esa fecha con el boato revolucionario de costumbre y que el chavismo mantendrá al país bajo control, beneficiado en parte por la hecatombe que sacude a la oposición. Para la mayoría, las acciones internacionales sólo tendrán un cariz simbólico. Otros afinan más, como el pensador Georg Eickoff: "Si a alguien lejos de Venezuela le sirve la fecha del 10-E para ver con más claridad que la tiranía de Maduro no tiene legitimidad, pues bienvenido sea. Para quienes conocen bien el país, la fecha no tiene otra importancia que ese efecto sobre los que lo conocen poco".
"Maduro asumirá el 10-E un mandato que nadie lo otorgó y que no ganó en elecciones libres, justas y equitativas. El presidente impera en el nuevo sistema político que él ha creado. No hay quien lo detenga, se juramentará por vía de facto", sostiene Salamanca, quien añade que se consolidará el plan gubernamental iniciado en mayo, "una elección sin oposición mayoritaria y sin estándares internacionales".
Todo ello con un Gobierno incapaz de gestionar la deriva económica durante seis años. La encuesta de Delphos ha vuelto a situar las cosas en su sitio, tras el espejismo de la reconversión monetaria de agosto y el aumento del salario mínimo ordenado por el Gobierno. La hiperinflación ha vuelto a dinamitar el bolsillo del venezolano: el 61,1% considera que su situación ha empeorado en los últimos meses.
Un país divido en tres
En el 'Día D' de Maduro no habrá desembarco en la Normandía venezolana y si alguien encalla, esa será la oposición. Los sondeos de Delphos y de otras encuestadoras dibujan un país partido en tres partes: opositora, chavista y unos independientes que quieren cambio, pero que se cansaron de las peleas de los antichavistas.
A la estrategia gubernamental de acoso y derribo se han sumado los continuos errores opositores, la agenda presidencial de algunos de sus dirigentes y el activismo cibernético depredador de los más radicales, que han fragmentado a la Unidad Democrática tres años después de su gran triunfo electoral en las parlamentarias. Sus principales dirigentes están en las cárceles, en arresto domiciliario, exiliados, inhabilitados e incluso refugiados en embajadas.
"La oposición no está haciendo la tarea para el 10-E. Cada uno de los sectores lo maneja por separado, como si fuera un tema partidista y no nacional. Pese a estar balcanizada y sin rumbo, el 10-E puede darle cierto oxígeno, pero no basta con la fecha, necesita armar un discurso unitario", concluye Salamanca.
"Es probable que el 2019 nos muestre nuevos actores opositores buscando reconstruir su fuerza y su representatividad, antes de poder ir a la batalla relevante, que será una negociación política con el chavismo y no una intervención militar, ni humanitaria ni marciana", vaticina Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
Jamileth