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Neymar, por los suelos

2019-06-06

El maremoto comenzó con marejada cuando en febrero Thomas Tuchel, el entrenador,...

Por DIEGO TORRES, El País

Madrid 6 JUN 2019 - 19:09    CDT Neymar Júnior se ha convertido en una bomba que nadie en el Paris Saint-Germain sabe muy bien cómo desactivar. Por primera vez desde la contratación del jugador, en el verano de 2017, prevalece una corriente interna favorable a traspasarle con sigilo, siempre que sea él quien tome la iniciativa, y siempre que en su lugar puedan fichar a Griezmann y Dembelé. Así lo afirma a este periódico una fuente del club que avisa que la cuestión es cómo llegar a este punto sin deteriorar aún más la imagen del gran emblema del proyecto y sin que el mundo piense que los jeques de Catar cometieron un error el día que firmaron al brasileño por 222 millones de euros cuando le aclamaban como al sucesor de Messi, mucho antes de encadenar lesiones y escándalos, el último, una investigación policial tras una denuncia por violación y malos tratos. La renuncia de Neymar a la Copa América este miércoles, alegando una torcedura de tobillo, es el último eslabón de la cadena autodestructiva que sus jefes de París procuran cortar mientras proyectan una imagen de serenidad e indiferencia a base de desmentidos.

Preguntado por el plan de intercambio de Neymar por Griezmann y Dembelé, un portavoz de Nasser al-Khelaifi, presidente del PSG, replicó a este diario que no tenía “información que compartir al respecto”.

Cunde la alarma ante la dramática devaluación del producto que tienen entre manos y los ejecutivos del club aseguran que por más acuciante que sea la situación jamás pondrán en el mercado a Neymar. Nunca le ofrecerán a otros clubes, dicen, porque esto hundiría todavía más su valor, además de ofender a un hombre que amenaza con profundizar el estado de displicencia en el que vive desde que llegó a Francia. Las contradicciones internas que genera el caso son tan agudas que la dirección deportiva del PSG incluso insiste en que hay que llevar a buen puerto la negociación de la renovación del futbolista, que acaba contrato en 2022 con 30 años. A efectos propagandísticos. Tanto los jeques cataríes como los técnicos coinciden en dos cosas en las discusiones de esta semana: es el momento de plantearse un relevo de Neymar y también es el momento de potenciar su valor anunciando que le respaldarán firmándole un nuevo contrato para que acabe su carrera en París.

El maremoto comenzó con marejada cuando en febrero Thomas Tuchel, el entrenador, elevó un informe al director deportivo Antero Henrique. Dos personas vinculadas al club francés señalan que el técnico alemán, hasta entonces muy cuestionado, sentía que tenía un pie en la calle cuando echó mano al argumentario con el que se despidió su predecesor, Unai Emery, tras su destitución en 2018. Primero, que las exigencias competitivas del fútbol contemporáneo en su máximo nivel son incompatibles con jugadores que, como Neymar, viven el oficio como un hobby; segundo, que a diferencia del PSG, las grandes instituciones del fútbol han instaurado una cultura del esfuerzo que imponen a todas sus figuras sin excepción; tercero, que la laxitud de la vida privada y profesional de Neymar hace imposible el desarrollo de un clima de trabajo productivo en la plantilla; y cuarto, que es imprescindible adoptar medidas contra la indisciplina de Neymar porque de otro modo la contaminación ambiental que genera acabaría descarrilando la carrera de Kylian Mbappé, cuyo potencial podría convertirle, si corrige sus desvíos pronto, en el mejor futbolista de todos los tiempos.

Tuchel expuso que su dilema afecta a un principio sagrado dentro de todo vestuario. Los futbolistas de primer nivel son sindicalistas natos, dijo, y no hay plantilla que funcione sin una idea de justicia. Si permitía que Neymar, consagrado por los dirigentes como el modelo a seguir, llevara el tipo de vida que quisiera, entrenase como le diera la gana y cumpliese las consigas tácticas a su antojo, no podría imponer nada más al resto de los jugadores a riesgo de quedar desatorizado. Tuchel sentía que su estatuto de responsabilidad estaba minado desde dentro.

El mensaje penetró cada una de las esferas de poder del PSG en el momento justo. Justo cuando Neymar recaía de la lesión en el quinto metatarso del pie derecho, producto de una curación desordenada por sus caprichos. Exactamente cuando el jugador, fichado con el objetivo primordial de levantar la Champions, se quedaba fuera de una eliminatoria decisiva por segundo año consecutivo. Neymar, que se ha perdido un total de 53 partidos con el PSG, ni estuvo el día que el Madrid lo eliminó en los octavos de 2018 ni jugó contra el United en los fatídicos octavos de 2019. El dinero que recibe de las diversas empresas que controlan el PSG, hasta 47 millones de euros netos anuales por todos los conceptos, según fuentes del club, resulta cada día más difícil de justificar en un rendimiento deportivo progresivamente iconsistente.

Los presagios de Tuchel acabaron por materializarse con la derrota en la final de Copa ante el modesto Rennes, rematada con la posterior reivindicación de Kylian Mbappé: “Creo que estoy llegando a un punto de inflexión en mi carrera, quizá es el momento de tomar más responsabilidades, a lo mejor en el PSG o quizá en otro sitio con otro proyecto nuevo”. El mensaje subliminal apuntaba a un reclamo interno. La joven promesa del fútbol francés gana la mitad de dinero que su compañero brasileño a pesar de haber rendido más en el mismo periodo. Neymar suma 51 goles y 29 asistencias en 58 partidos con el PSG, mientras que Mbappé contabiliza 60 goles y 32 asistencias en 87 partidos.

La evidencia de los hechos debilitó la posición del presidente Nasser Al-Khelaifi, el gran defensor de Neymar, cada vez más proclive a escuchar a Tuchel. El entrenador se fortaleció con el respaldo que recibió tanto del director deportivo, Antero Henrique, como de los príncipes cataríes, con el heredero al trono, Jassim bin Hamad bin Khalifa Al Thani a la cabeza. El 25 de mayo, el PSG oficializó la renovación del técnico hasta 2021.

Griezmann y Dembelé, el relevo soñado por Tuchel
En esos días se presentaron en París lo que desde las oficinas del PSG denominan unos "intermediarios no oficiales autorizados" que dijeron acudir enviados por el Barcelona. Esta vieja fórmula permite a los clubes preparar el terreno sin comprometerse públicamente. La propuesta que llevaban recibió la entusiasta aprobación de Tuchel: cambiar a Neymar por Dembelé más 150 millones de euros. Solo Al-Khelaifi se negó a considerarlo. Hasta que otro intermediario ofreció a Antoine Griezmann.

Entonces la dirección deportiva del PSG concibió una estrategia. Consiste, por orden sucesivo, en verificar que Griezmann no tiene contrato con el Barça; cerrar el intercambio de Neymar por Dembelé más 150 millones; y pagar la cláusula de Griezmann al Atlético, por valor de 120 millones. De ese modo el PSG lograría por fin una vieja aspiración, superar en simpatía social al Olympique de Marsella y arraigar en el sentimiento de pertenencia de la afición de Francia con la delantera más potente en la historia del país: Mbappé, Griezmann y Dembelé. El plan gozó de la aprobación de los príncipes cataríes y Al-Khelaifi se mostró resignado a perder a Neymar siempre y cuando, advirtió, se completara el tridente francés. El entusiasmo de Tuchel llegó a tal extremo que el 23 de mayo ofreció una conferencia de prensa en la que abrió la puerta de salida a Neymar. “Yo digo claramente que quiero que se queden [Mbappé y Neymar]. Pero si no es así, encontraremos soluciones”, dijo el alemán.

El revuelo que provocó Tuchel con su conferencia de prensa fue proporcional al disgusto de Al-Khelaifi. Afirman en los despachos de Boulogne que el presidente llamó al entrenador para reporcharle dos imprudencias graves: devaluar en público el producto Neymar, y provocar a un hombre impredecible que seguiría siendo la bandera del PSG a menos que se cumpla la dificilísima transacción de sustituirlo por Dembelé y Griezmann.

Tuchel sueña con el trueque que le libraría de un problema creciente. Taciturno, Al-Khelaifi insiste en que la prioridad es la discreción total. Impertérrito ante el desplome de su figura, el presidente no abandona su posición defensiva: mientras tenga contrato con el club, Neymar seguirá siendo O Rei de París. Juegue al fútbol o deje de jugar, víctima de la espiral autodestructiva.



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