Pura Demagogia
Democracia y antidemocracia
Por Carlos Alberto Pérez Cuevas | Revista Siempre
“Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares,
porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder.
El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo;
de donde se origina la usurpación y la tiranía”.
Simón Bolívar
Baja California, el estado donde hace treinta años se generó el primer quiebre de la democracia moderna de nuestro país. Esa entidad fue la primera en explorar mecanismos electorales que dieran certeza a la expresión de la voluntad popular mediante el voto libre y secreto.
Fue ahí, en el Estado del norte donde empieza la república, en el que por primera vez en la historia de nuestro país, se usó una credencial para votar con fotografía en la elección para gobernador. Un gran avance para la época, ya que en los inicios de las votaciones previas a esa jornada electoral existía una cédula que permitía votar, que no tenía elementos de seguridad, pues cualquiera que la portara podía votar.
Es decir, se suplantaba con facilidad a las personas que debían ejercer su derecho de elección por cualquier otra que estuviera dispuesta a hacerla de esquirol, principalmente para votar por el partido oficial y hegemónico de ese tiempo. El Partido Revolucionario Institucional, el PRI, que era prácticamente dueño de todo el país.
No olvidemos que, bajo esos viejos sistemas de cédula sin fotografía, las elecciones eran ganadas hasta con el voto de los ciudadanos que ya habían muerto. No había controles ni garantías de que se respetara la voluntad del pueblo.
Ganar y perder en una democracia es lo normal, lo cotidiano, nada extraordinario. Pero hace tres décadas fue lo extraordinario, pues el partido que siempre ganaba, por primera vez perdió y tuvo que aceptarlo.
En ese territorio, ejemplo de vida democrática, con el primer triunfo de la oposición, hoy se pasa al otro extremo situándose como ejemplo nacional de acciones antidemocráticas e inconstitucionales que agreden de manera directa al Estado de Derecho, atentan contra las instituciones democráticas, altera la vida política nacional y abre la puerta a las más rancias tentaciones de perpetuarse en el poder.
Modificar la Constitución del Estado, para ampliar el período de gobierno de dos a cinco años, es una aberración jurídica y política. Las reglas del juego son muy importantes para que una democracia este sana y plena. Alterar de manera unilateral esas reglas con el único fin de satisfacer apetitos autoritarios de poder, no abonan ni ayuda a tener un Estado democrático de derecho.
Esa reforma no tiene sustento y debe rechazarse. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, debe ser tajante y no abrir la puerta para que los gobernantes se queden más tiempo del período electo. No podemos permitir de ninguna manera que Baja California pase de la democracia a la antidemocracia, porque de lo local la tentación puede pasar a lo nacional.
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