Comodín al Centro
El PT de Lula cumple 40 años con resistencia al cambio
Naiara Galarraga Gortázar, El País
Es difícil encontrar en la inmensa fábrica del siglo XIX reconvertida en centro cultural a alguien que no luzca con orgullo el rojo que tanto detesta a la extrema derecha que gobierna Brasil: la camiseta, un tocado, una bolsa de tela… El Partido de los Trabajadores celebró este sábado sus 40 años con una gran fiesta en un Río de Janeiro inmerso en los preparativos del Carnaval. Las estrellas de un cartel que mezcla música tropical y discursos políticos son dos de los líderes más carismáticos de la izquierda latinoamericana, Lula da Silva y José Mujica, que suman amplia experiencia vital, de gobierno, en la oposición y en la cárcel (contra la dictadura y en el caso del líder brasileño también por corrupción). “Jóvenes, ¡entrad en política! Si estáis desanimados, tenéis mucho qué hacer. De entrada, podéis empezar por no pasar ni una de las mentiras que cuentan”, proclama Lula ante unas 10,000 personas en la Fundición Progreso.
Tanto él como el expresidente de Uruguay apelan en sus discursos a la juventud aunque entre el público la mayoría es más bien de mediana edad como Suely Lisboa, profesora en paro de 54 años que ha llegado con otras militantes. Cuando Lula fue encarcelado, el grupo creó una comparsa de Carnaval llamada ‘Ay, cómo añoro a mi ex’. Cuando todos los partidos brasileños están con la vista puesta en las elecciones municipales de octubre, la pareja de hombres blancos que suma 158 años es reflejo de la resistencia del PT a afrontar su renovación. Todavía es el mayor partido de la oposición con tantos diputados como el grupo del actual presidente Jair Bolsonaro.
Aclamado reiteradamente como "presidente, presidente", si alguien tiene presente en este festival de sábado veraniego que dos condenas impiden a Lula ser candidato a cualquier cargo público no lo verbaliza. El único obrero que ha gobernado Brasil es todavía el mejor reclamo electoral del PT. El único que sabe hablar a sus compatriotas en un lenguaje popular sin que suene impostado.
El PT fue fundado por Lula, junto a otros sindicalistas, intelectuales, católicos progresistas y guerrilleros en el colegio Sión del barrio judío de São Paulo el 10 de febrero de 1980. Aún quedaban cinco años de dictadura. La destitución de Dilma Rousseff, que no participó en la fiesta de aniversario, tras cuatro mandatos petistas fue el peor momento de un partido que gobernó 13 años este país tan desigual, clasista y racista con la inclusión social como prioridad absoluta. Aquellas políticas generaron cambios evidentes para los más desfavorecidos.
El historiador Lincoln Secco, autor de Historia del PT, afirma que “es difícil separar esa crisis coyuntural de la resistencia natural del partido a la renovación de líderes. Veo que el PT tiene muchos nuevos líderes, mujeres, jóvenes, negros, pero al mismo tiempo los viejos dirigentes se resisten a ellos”.
La moderadora de la charla entre los expresidentes es la jefa del PT en Río, la diputada negra Benedita da Silva, que añade diversidad a los oradores. Y años. En concreto, 77 años. Secco, profesor de historia contemporánea en la Universidad de São Paulo, da un ejemplo del calibre de la resistencia al cambio. “Bahía es la capital negra de Brasil y es probable que el PT presente una vez más a las elecciones a un hombre blanco de clase media”.
Aquella clase obrera industrial en la que germinó el PT con apoyo de las clases medias ya no existe porque Brasil, como el resto del mundo, ha sufrido profundas transformaciones sociales que las fuerzas más conservadoras han leído mejor que la izquierda. “Brasil es hoy un país desindustrializado con una clase media que se ha inclinado a la derecha y donde los trabajadores de las grandes ciudades se están haciendo evangélicos”.
Son muchos los que tienen claro el diagnóstico, la coincidencia es menor respecto a los posibles remedios. El antiguo ministro Tarso Genro ofreció su receta en un artículo titulado El PT se quedó obsoleto en el que anunció que no asistiría a la fiesta del partido en el que aún milita. Tras afirmar que “el partido tiene un discurso anclado en el momento en que fue fundado” llama la atención sobre “la nueva organización del trabajo y la tensión social resultado de las cuestiones de género, cultura, prejuicios raciales y condición sexual. Necesitamos absorber sus demandas y ofrecerles respuestas concretas”. Secco, el historiador, sugiere que la necesidad de un frente amplio a la uruguaya.
A los riesgos que entraña este nuevo mundo se refieren Lula y Mujica sobre el escenario. Ambos en vaqueros. El uruguayo con su clásica guayabera; el brasileño, que a ratos de agacha desde el escenario para saludar a sus fieles como una estrella de rock, con un polo rojo oscuro. Lula reivindica los derechos laborales y otras conquistas sociales.
“El ser humano está siendo tratado de la peor manera posible en nombre de la flexibilización y el emprendedurismo. Os han convertido en microemprendedores”, advierte para añadir que ese “muy sofisticado nombre” esconde la precarización que también en Brasil simbolizan los repartidores de comida en bicicleta que circulan a todas horas por calles lamentablemente asfaltadas abrase el sol o diluvie. “¿Vamos a seguir insultando a Bolsonaro o vamos a la calle definitivamente?”, pregunta a la multitud entusiasmada con sus palabras y su vigor. “No tenemos mucha alternativa porque están destruyendo todo lo que logramos”. Insiste en que “fuera de la política no hay salida”.
Mujica, tan austero siempre como en los últimos años venerado entre la juventud, alertó contra la esclavitud del consumismo y proclamó: “Los pueblos son capaces de comprender los errores, pero no que le jodan, que le chupen la sangre”.
Cuando Lula acaba la multitud sale. La economista Sandy Lima, de 36 años, y el bibliotecario Wilson Tebaldi, de 29, están entusiasmados con un discurso que califican de “muy motivacional”. Ella sostiene que Lula es increíble pero la estrategia actual no le convence, no es la idónea para derrotar a la extrema derecha. Apuestan por la unidad de la izquierda. Él se siente cercano al PSOL (Partido Socialismo y Libertad), al que considera “una extensión mejorada del PT, es como un PT joven”. Dominante en la izquierda de Río de Janeiro, la asesinada Marielle Franco era una de sus representantes. Concejala negra, de favela, madre y bisexual.
JMRS