Cuentas Claras

No hay atención, no entienden

2006-06-03

Los recursos que demandan PEMEX y la CFE para su reactivación económica, para no...

CIFRAS DE ESPANTO

5a. de 20 partes

En el problema de la Deuda Pública y la solución deberían estar pensando y ocupados el presidente de la República, el secretario de Hacienda, los gobernadores, el PAN y dejar de una vez por todas de seguir alborotándonos con sus pretendidas reformas y privatizaciones. Que dejen de pensar cómo subir y captar más impuestos, y que piensen mejor en cómo disminuir los onerosos gastos de la Nación, como es el de esta deuda nacional.

Por su parte, la deuda externa dejó de ser la gran preocupación como era en la década pasada. La deuda interna es ahora el principal foco de atención y más grande problema. La deuda pública se compone en un 65 por ciento por la deuda interna y solamente el restante 35 por ciento corresponde a la externa. La deuda interna a su vez se integra en un 60 por ciento con las deudas que adquirió y se adjudicó indebidamente por los rescates de la banca (Fobaproa, bonos IPAB)  de las carreteras, la expropiación de ingenios azucareros, etc. Sólo el 45 por ciento del total de la deuda interna sería la deuda directa a cargo del gobierno.Los intereses y amortizaciones de la Deuda Pública presupuestados en 2004 por 550,000 millones de pesos, representan el 7.8 por ciento del PIB. Este costo financiero y las amortizaciones de la misma, significan la tercera parte del total del Presupuesto de Egresos de la Federación en  el  2004 en 1 billón  650.5 millones de pesos.


SÍNTESIS

De todas estas informaciones podemos darnos ahora una idea concreta de la situación en que se encuentra el país y ver los focos rojos que advierten sobre el desbordamiento de todos nuestros problemas si no se plantea una solución eficaz para contrarrestar la astringencia económica y financiera que la Deuda Pública nos produce con los intereses, amortizaciones y demás sobreendeudamientos que se seguirán originando por el anatocismo (la acumulación de intereses sobre intereses) que practican las instituciones financieras acreedoras. Sin lugar a dudas es una bomba de tiempo.

Los intereses y amortizaciones presupuestadas en 2004 por 550,000 millones de pesos, representan el salario mínimo anual de 33 millones de trabajadores; la construcción de 3.5 millones de casas-habitación de interés social; la tercera parte del total de presupuesto de egresos de la Federación; la mitad de la deuda del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB); el doble de la producción anual de petróleo; 5 veces más que el presupuesto destinado a la educación pública.

El total del Gasto Público ejercido en 2004 por las 17 Secretarías de Estado (328,000 mdp) es apenas el 60 por ciento de la cantidad que se destina anualmente a la Deuda Pública; y el 82 por ciento del Gasto Total del Seguro Social, Comisión Federal de Electricidad, Luz y Fuerza del Centro y Petróleos Mexicanos (452,000 mdp).

Vale la pena mencionar que los recursos que demandan PEMEX y la CFE para su reactivación económica, para no privatizarse y para operar en óptimas condiciones, son iguales al costo presupuestado que tiene la Deuda Pública este año. Y también, precisamente por el costo de la deuda, estas dos pararestatales nunca han contado con recursos suficientes que les permitan desarrollarse corporativamente y hacer las inversiones propias en su infraestructura operativa que les permita producir eficientemente y ampliar sus capacidades productivas. Algunas de sus instalaciones resultan obsoletas por este rezago. Y todavía, cínicamente, nos informan que estas dos empresas del gobierno son ineficientes y que por eso debería permitirse la entrada de capital privado para financiarlas. Nadie dudaría en este caso que el día de mañana estuviéramos hablando del rescate financiero de estas empresas, que seguramente las quebrarían, como el caso del rescate de la banca, de las carreteras, de las líneas aéreas, de los ingenios, ferrocarriles, aeropuertos, etc.

Finalmente, después de los pagos por el servicio y amortización de la Deuda Pública que se hicieron en 2004, el saldo seguirá siendo el mismo -en el mejor de los casos-, o mayor si sigue el endeudamiento; y en 2005 se repetirá la misma historia: se asignarán las mismas partidas o un poco más para seguir pagándola. Otra vez oímos hablar de misceláneas y reformas fiscales y de los propósitos de aumentar impuestos, y lo peor de todo, se limitan o anulan programas sociales y económicos que podrían aliviar o atenuar la pobreza y miseria de la mitad de los mexicanos.

Si, por desgracia, las tasas de interés a las que está sujeta la Deuda, suben un punto, entonces el efecto catastrófico sería de más de 30,000 millones de pesos más que se le sumarían automáticamente. Y en el caso de que nuestra moneda se devaluara y se elevara un peso frente al dólar, entonces tendríamos, o tenemos, que pagar poco más de 75.000 millones de pesos adicionales. En ambos casos, si se dieran estas eventualidades, el costo adicional sería de más de 100,000 millones de pesos, casi 10,000 millones de dólares, un 20 por ciento más del gasto presupuestado por este concepto en el 2004.

Peor todavía para la economía si la cotización internacional del barril de petróleo sufriera una baja. En este caso el país dejaría de percibir 1,377 millones de dólares por cada dólar que descendiera. Y en cualquiera de estos tres casos, obviamente habría que esperar nuevos ajustes y los consabidos recortes presupuestales.

De tal forma, no se puede seguir cargando con semejante deuda ya que reduce significativamente los recursos y tamaño de nuestra economía y, finalmente, está orillando al país a la bancarrota; a tal grado que cada día la soberanía se pierde a pasos agigantados, como se pone de manifiesto por las propuestas que se plantean sobre las reformas constitucionales para privatizar los sectores eléctricos y del petróleo, cosa que nunca antes se había pensado hacer. Este lastre no nos permite crecer ni desarrollarnos; y mucho menos sacar de la pobreza y miseria a millones de compatriotas que rayan en la desesperación y que se sumergen -casi necesariamente- en la delincuencia para poder subsistir.

El gobierno debe dejar de pensar erróneamente que puede seguir aumentando impuestos o imponiendo nuevos gravámenes para incrementar sus ingresos y seguir gastando igual. No es el momento de aplicar el terrorismo fiscal. Le valdría más reducir sus gastos y dejar de creer que la población, simple y llanamente, aceptará que se suban o se establezcan nuevos impuestos; mucho menos que el Congreso le permita la venta de la CFE o PEMEX.

Por eso el costo de la Deuda Pública debe verse con bastante interés. Allí está la mejor opción para ahorrarnos cientos de miles de millones de pesos. Hay que pensar en reducir los egresos si no se pueden aumentar los ingresos. En la partida del costo financiero de la deuda está la mayor parte del Presupuesto de Egresos de la Federación.

Al exponer un problema, podemos encontrar la solución dentro del mismo y hacer que la solución brote en forma automática. Los que escuchan o leen la explicación de un diagnóstico pueden algunas veces ser más persuasivos que los facultativos que lo exponen, aunque no sean técnicos o doctores en la materia. Muchas veces, simplemente es cuestión de sentido común y de lógica elemental, de razones fundamentales y de interés absoluto sobre un problema relativo. Nadie puede mostrar más interés sobre un problema personal que uno mismo, el que lo tiene.

Mi intención, después de haber hecho la exposición y significado de la Deuda Pública en en los dos capítulos anteriores, es buscar el ahorro y reducir una buena parte de los más de 1 billón de pesos, o sea casi 100,000 millones de dólares anuales, que se destinan al pago del servicio, amortizaciones y nuevos endeudamientos sobre la misma; y que esos recursos sirvan al país para su desarrollo económico. Sólo así vamos a salir adelante y a solucionar nuestras carencias. Si no hay dinero, no hay desarrollo. Si no hay desarrollo, no hay productividad. Si no hay productividad, no hay trabajo. Si no hay trabajo, no hay riqueza. Si no hay riqueza, no hay bienestar. Si no hay bienestar, hay inconformidad, estancamiento y calamidades sociales.

Una vez más deseo reiterar que el problema de la Deuda Pública es, a mi juicio, el más grave e importante, que necesitamos atenderlo en primer lugar, puesto que de su solución depende la solución de todos los demás. Por eso me ocupo en llamar la atención sobre éste en particular y mostrarlo tal como es, tomando en consideración que al resolver éste únicamente, se resolverían automáticamente los demás como en cascada.



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