Salud
La crisis del coronavirus muestra las debilidades europeas en el control de brotes epidémicos
Por DANIEL MEDIAVILLA | El País
Mientras se afronta la mayor crisis sanitaria global de la historia reciente, se toman notas para aprender de los errores. En estos días, la revista British Medical Journal (BMJ) ha publicado un editorial en el que señala cómo la emergencia de la Covid-19 ha dejado en evidencia las carencias de Europa en su respuesta a un brote epidémico.
Desde hace mucho tiempo, se sabe que es un error asociar determinadas enfermedades a un grupo o un país y que la respuesta global es mejor para la mayoría, pero la inercia permanece. La gripe de 1918 se calificó como española, aunque mató a millones de personas en todo el mundo y no tuvo su origen en España. En este país, se conoció como gripe francesa. El problema es universal y el virus no distingue rasgos nacionales o sociales, pero los países siguen actuando como si no fuese así.
Como ha sucedido también a nivel nacional en España, donde las competencias sanitarias son autonómicas y ha sido difícil obtener datos sobre la evolución de la pandemia de forma coordinada, los Estados de la Unión Europea han sido reticentes a la cesión de competencias en la gestión de la salud. “Aunque existen acuerdos que permiten acciones ante amenazas transfronterizas para la salud serias, la UE debe respetar la autonomía de los estados miembros para operar sus sistemas de salud”, escriben los autores del artículo.
En esta situación de crisis, los Gobiernos europeos han priorizado sus propios intereses. “Francia, Alemania y la República Checa han introducido límites a las exportaciones de equipamiento médico de protección como las mascarillas, pese a la escasez” en países como España, denuncia el BMJ. Algo similar sucedió en 2009, cuando se declaró la pandemia por un brote de gripe. Entonces, varios estados miembros acumularon vacunas y antivirales, negándose a compartirlos con otros países.
Entre los sistemas que podrían desempeñar un papel para mejorar la coordinación europea en futuras crisis, se encuentra el Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC). Esta institución tiene un sistema de alerta temprana ante este tipo de situaciones, que en este caso no pareció funcionar, y permite a los estados miembros compartir información sobre los nuevos casos de covid-19. Sin embargo, países como Suiza o el Reino Unido se quedarían fuera de este sistema, que también dependería del sistema de información da cada país, que en casos como el español ha tardado semanas, por ejemplo, en ofrecer datos sobre el sexo o la edad de los fallecidos.
El editorial del BMJ apunta también a que se deberán derribar obstáculos legales para la distribución de datos y apunta a la limitada capacidad del ECDC, que cuenta solo con 300 empleados y un presupuesto anual de 60 millones de euros.
“Yo creo que el ECDC ha cumplido su papel haciendo una buena actualización de lo que se publicaba sobre el virus y poniéndolo a disposición de los países. Pero no ha visto a tiempo la llegada de la epidemia. Veíamos lo que estaba pasando en China y no nos dábamos cuenta”, señala Marina Pollán, directora del Centro Nacional de Epidemiología. En su opinión, tanto a nivel nacional como europeo, para el futuro es esencial “mejorar los sistemas de información”. “Para saber lo que está ocurriendo, estar preparado y hacer previsiones sobre las necesidades, por ejemplo las de material médico, hay que tener datos”, afirma Pollán.
Para hacer estas predicciones existen modelos matemáticos, pero esos modelos necesitan datos fiables y tan en tiempo real como sea posible. “Ese es el cuello de botella”, reconoce la directora del CNE. “Los modelos con los que contamos son correctos, pero se basan en simulaciones y habría que alimentarlos con datos reales y en tiempo real. Y el número de casos que podamos detectar depende de cuánto testemos, y hay dificultad para obtener esos tests”, reconoce.
Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), considera que “el ECDC tiene un papel limitado, de recomendación técnica, y no tiene demasiados recursos”. “No hay algo que permita una acción concertada y cuando haya otro episodio como este, que lo va a haber, Europa tendrá que estar dotada de otras instituciones u otras formas de Gobierno para afrontar crisis como estas, que son crisis de seguridad”. Entre otras cosas, Hernández plantea acciones para que la respuesta a una emergencia de este tipo “no dependa del exterior ni de el interés de empresas privadas”. “Europa se tiene que dotar de unos fondos públicos que garanticen la producción de vacunas y hay que revisar la postura en la cuestión de la propiedad intelectual”, concluye.
El editorial del BMJ concluye también demandando un mejor uso de la tecnología, aplicando la robótica para reducir los riesgos que afrontan los trabajadores sanitarios o los sistemas de inteligencia artificial para mejorar el diagnóstico y los modelos de expansión del virus. Asimismo, reclama un aumento de la capacidad y la financiación del ECDC, que debería trabajar más de cerca con la Organización Mundial de la Salud en la vigilancia y la preparación de la respuesta ante nuevos brotes en todos los países de Europa.
regina
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