Ecología
Los niños indígenas de Colombia son víctimas del cambio climático
Alia Sunderji, Hilary Rosenthal, The Washington Post
Alia Sunderji es una doctora de emergencias pediátrica que completó una maestría en salud pública en la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg. Hilary Rosenthal fue becaria de la Leonard H. Sandler 2019-2020 en Human Rights Watch, cubriendo los derechos de los pueblos indígenas en Colombia.
Incluso antes de que su hija de 15 meses, Yamilet, muriera de desnutrición, María Clara Palmar Fernández a veces tenía días en los que no podía darle de comer a sus hijos. “Los abrazaba y lloraba porque solo podía darles agua”, nos dijo mientras conversábamos sentados en su refugio forrado de lona en una comunidad indígena wayú en La Guajira, un departamento en el noreste de Colombia.
La última década ha sido la más cálida de la historia desde que se lleva registro. Los gobiernos de todo el mundo se han mostrado reacios a implementar políticas para frenar el cambio climático de manera efectiva, y han preferido considerar sus impactos como parte de un futuro lejano y abstracto. Pero para comunidades como la de los wayú, las consecuencias del cambio climático ya están aquí, y sus hijos están cargando con el costo.
Durante siglos, los wayú se adaptaron para sobrevivir en la árida La Guajira sembrando cultivos aptos para el ecosistema único de la región. Las lluvias estacionales tienen un significado tanto práctico como cultural para los wayú, ya que representan la fertilidad y marcan el paso del tiempo. Reabastecieron acuíferos secos, cuidaron animales y determinaron el momento ideal para sembrar cultivos como frijoles, maíz, melón y tomates.
Pero durante la última década, esas lluvias estacionales se han vuelto aún menos frecuentes. Las fuentes de agua se han reducido, y han traído como consecuencias el marchitamiento de las cosechas y la reducción del ganado. Las sequías prolongadas y el aumento de las temperaturas en los últimos años han interrumpido las viejas prácticas de plantación wayú y han dejado a la zona con la mayor cantidad de desertificación del país.
Las precipitaciones en La Guajira han alcanzado mínimos históricos desde 2012. En algunos de esos años, según los testimonios de residentes, no llovió en absoluto. Estas sequías se han atribuido en parte a los repetidos eventos de El Niño, cuya frecuencia ha aumentado debido al cambio climático. En 2020, La Guajira ha registrado altas temperaturas récord.
Los agricultores wayú ya no son autosuficientes. Ahora tienen que comprar las verduras, frutas, carne y leche que alguna vez produjeron ellos mismos. Las familias han estado reduciendo el tamaño de las porciones, saltándose comidas y dependiendo de alimentos menos nutritivos.
Una autoridad tradicional wayú, Daniel Epieyu, nos contó cómo su comunidad, ubicada en lo profundo del desierto de La Guajira, afronta esta nueva realidad. “Nuestros niños comen quizás una vez al día, un alimento en forma de chicha”, nos dijo, refiriéndose a una bebida hecha de maíz hervido. “Si no hay, pasarán el día sin comer”.
El cambio climático en La Guajira empeora las graves fallas del gobierno —incluyendo un acceso extremadamente deficiente a servicios básicos y pocas iniciativas gubernamentales para erradicar la corrupción local— que han desencadenado una crisis de desnutrición.
Al igual que la gran mayoría de las comunidades wayú, la comunidad de Epieyu no tiene acceso a agua potable y depende de fuentes sucias y posiblemente contaminadas. Muchas personas wayú viajan horas a pie, en bicicleta o en burro para obtener agua de pozos mal mantenidos o jagüeyes, acuíferos naturales que dependen enteramente de la lluvia. Sin agua limpia y abundante, la higiene sufre, lo que trae consigo enfermedades diarreicas, las cuales son desproporcionadamente altas en La Guajira.
La desnutrición es uno de los mayores impactos negativos para la salud causados por el cambio climático en todo el mundo, en especial para los niños y niñas, según la Organización Mundial de la Salud. En La Guajira se mueren de desnutrición a una tasa casi seis veces mayor al promedio nacional y el departamento lidera el país en mortalidad infantil por desnutrición. Si bien las tasas de mortalidad de menores de cinco años han disminuido en los últimos años a nivel mundial, incluyendo Colombia, la tasa ha aumentado consistentemente en La Guajira. Mientras tanto, muchos niños wayú que logran sobrevivir sufren de desnutrición crónica, lo que compromete su salud y desarrollo a la adultez.
Hasta ahora, los esfuerzos del gobierno para abordar la crisis —creando puntos de acceso a agua en su mayoría temporales y estableciendo programas de alimentación infantil— han logrado resultados limitados. Los pozos instalados por el gobierno a menudo están contaminados y carecen de mantenimiento, según sus residentes. Los programas de alimentación y salud han sufrido graves limitaciones presupuestarias.
Sin una acción gubernamental significativa, el problema de la desnutrición solo empeorará a medida que se intensifique la crisis climática. Para finales del siglo, los científicos proyectan que las temperaturas promedio en La Guajira serán 2.3 grados Celsius más altas, mientras que las lluvias serán de 30 a 40% más escasas.
El gobierno no ha logrado garantizar el derecho de los wayú a un nivel de vida adecuado, incluyendo sus derechos a tener acceso a agua potable, segura y asequible, alimentos nutritivos y otros elementos esenciales para una vida digna. Para prevenir muertes como la de Yamilet, Colombia debe garantizar que comunidades como la de los wayú, fuertemente impactadas por el cambio climático, puedan adaptarse a los daños que causarán las sequías y el calentamiento, y asegurar sus derechos al agua, la comida y la vivienda. La vida de muchos niños depende de ello.
Jamileth
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