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Trump fanático del golf; el golf no lo quiere a él

2021-01-13

La PGA, como se conoce a la Asociación, por sus siglas en inglés, decidió el...

Por DOUG FERGUSON | AP

Donald Trump nunca encajó bien en el mundo del golf.

Ni como presidente de Estados Unidos ni antes, cuando cortejó a los ricos con sus hoteles y campos de golf, su gran pasión.

La gran atracción de cualquier torneo de elite es generalmente el jugador o el campo. A menos que fuese uno de sus campos, en cuyo caso él acaparaba toda la atención.

Ahora todo se está derrumbando. En la práctica, ha sido despedido.

Twitter le cerró el acceso y encara un juicio político por “incitar a una insurrección” el miércoles 6 de enero, cuando una turba tomó el Congreso. Sufrió otro revés cuando se anunció que el Campeonato de la Asociación de Golf Profesional no se jugaría en su campo de Nueva Jersey en el 2022.

La PGA, como se conoce a la Asociación, por sus siglas en inglés, decidió el domingo rescindir el contrato. Era no solo lo indicado, sino el único camino.

“Nos vemos envueltos en una situación política que no creamos nosotros”, expresó Seth Waugh, CEO de la PGA of America, en declaraciones a la Associated Press.

El contrato con el Trump National Golf Club de Bedminster, Nueva Jersey, fue firmado en el 2014, cuando Trump hacía olas como figura de la reality TV y no desde la Casa Blanca. Al año siguiente, cuando anunció su candidatura a la presidencia, el golf empezó a sentirse un poco incómodo con su relación con él.

Sus comentarios ofensivos sobre los inmigrantes mexicanos al anunciar su candidatura en junio del 2015 obligaron a las organizaciones de golf a mezclarse en la política. La reacción fue nuevamente dura cuando Trump se presentó en el Golf Channel y dijo que el deporte lo apoyaba porque “saben que tengo razón”.

El PGA Tour (el circuito de la PGA), el LPGA Tour (circuito femenino), PGA of America y la Asociación de Golf de Estados Unidos emitieron un comunicado negándolo. Y una semana después se canceló el Grand Slam of Golf de la PGA programado en el Trump National Los Ángeles.

El malestar iba en aumento.

En una entrevista con Golf Digest del 2014 Trump dijo que era un error tratar de hacer que el golf fuese más accesible a la gente común. “Prefiero que el golf sea un deporte para gente con aspiraciones en lugar de tratar de admitir a todo el mundo, a sabiendas de que nunca van a llegar allí”, manifestó.

“Lo más importante para nosotros”, dijo Waugh, “es proteger nuestra reputación y permitir el crecimiento del deporte, que nuestros miembros promueven a través de tantos programas buenos en sus comunidades”.

Las autoridades del golf británico se debatían en torno a la posibilidad de hacer que el Abierto Británico regresase a Turnberry desde que Trump adquirió el campo de Ayrshire, en la costa de Escocia, en el 2014. El lunes finalmente anunció que no volvería allí “hasta que nos convenzamos de que la atención estará enfocada en el torneo, los jugadores y el campo”.

“No creemos que eso sea posible en las actuales circunstancias”, manifestó el director de R&A, la organización que maneja el Abierto, Martin Slumbers.

¿Hay algún campo que pueda ignorar el bagaje político que lleva Trump y su comportamiento?

Siempre se aseguró de ser el centro de atención y el que manda en los torneos jugados en sus campos.

En una ocasión, Karri Webb hizo un disparo que parecía terminaría en el agua, hasta que la pelota fue detenida por el césped. Esa noche, Trump dijo que Webb había tenido suerte y que la pelota debió terminar en el agua. Se quejó de que el césped no había sido cortado más corto y ordenó que se lo cortase más todavía. Lo rebajaron tanto que hubo que pintar el sector de verde para cubrir una mancha de tierra que dejaron.

Esto sucedió en el medio de un torneo.

En el Campeonato Mundial de Golf de Doral, en el 2015, Rory McIlroy se molestó tanto con un disparo suyo que tiró su palo al lago. Trump contrató buceadores para que lo recuperase y montó todo un show al devolvérselo a McIlroy. Quien ya no lo necesitaba porque había conseguido otro.

“No deja pasar oportunidad alguna” de hacerse notar, comentó McIlroy.

Hay una razón por la que Doral, un campo de la Florida con mucha presencia en el Tour desde 1962, no figura en el programa de torneos desde marzo del 2016.

No es por cuestiones políticas. Es por Trump. El tour no podía encontrar patrocinadores dispuestos a pagar 12 millones de dólares al año a sabiendas de que Trump estaría involucrado. El torneo fue a parar a México.

Por entonces, lo que complicaba la relación del golf con Trump era su ego y su elitismo. A eso se suma ahora la amenaza que representa para la democracia, la violencia y la destrucción que produjeron cinco muertes en el Capitolio, incluida la de un policía.



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