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Habrá más pandemias, ¿estamos preparados para el próximo virus?
Raúl Limón | El País
Las epidemias infecciosas han acompañado al ser humano desde que existe, como demuestran las investigaciones arqueológicas. Pero no hace falta remontarse miles de años. En lo que llevamos de siglo, la humanidad se ha enfrentado al SARS en 2003, pandemias de gripe entre 2009 y 2010, MERS en 2012, ébola a partir de 2014 y la actual. Antes o después de haber doblegado a la covid, un nuevo virus volverá a encontrar el camino para saltar de su huésped e infectar a personas y la movilidad volverá a diseminarlo y a poner a prueba a la humanidad. ¿Qué patógeno la causará? ¿Estamos preparados? Los avances en la medicina, capaces de acortar en años los plazos para el desarrollo de vacunas, permiten pensar que estamos más preparados, pero la realidad muestra que aún no se ha encontrado un tratamiento específico para quienes se infectan y que los sistemas sanitarios y sociales no son suficientes para prevenir y afrontar una situación como la generada por el coronavirus, pese a que se había anunciado. La historia de las pandemias lleva a dudar de que la sociedad no repita sus errores. El antropólogo Alberto del Campo afirma que “en pocas generaciones se produce un olvido natural para proseguir”. Pero los científicos advierten de que no aprender de esta pandemia es un lujo que no se puede permitir la humanidad.
Eduardo Martínez Manzanares, catedrático de Microbiología en la Universidad de Málaga, afirma que las enfermedades infecciosas susceptibles de convertirse en pandémicas son consustanciales a la coexistencia del hombre con los animales que actúan de reservorios y explica: “La capacidad de mutación de los patógenos hace viable que los microorganismos desarrollen factores de virulencia y salten de especie. Entonces se encuentran un virus con habilidades nuevas y un sistema inmunitario que no está preparado”.
Con estas condiciones, cree que el patógeno que generará la próxima pandemia será el más resistente y más virulento (es decir, con mayor capacidad para producir una enfermedad), con una letalidad que no le haga perder sus opciones de supervivencia. En este sentido, Joel O. Wertheim, del departamento de Enfermedades Infecciosas y Salud Pública Global de la Universidad de San Diego afirma al revisar la covid: “La vigilancia pandémica no estaba preparada para un virus como el SARS-CoV-2. Estábamos buscando el próximo SARS o MERS, algo que matara a la gente a un ritmo alto, pero al analizarlo en retrospectiva, vemos cómo un virus altamente transmisible con una tasa de mortalidad modesta también puede poner al mundo en jaque”.
El próximo virus
Guillermo López Lluch, catedrático de Biología Celular de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), añade dos condiciones más: “Una pandemia global requiere un microorganismo que se disemine fácilmente y una gran movilidad”. “Un virus tiene más capacidad que una bacteria”, añade.
En este sentido, ambos coinciden con lo que el experto en pandemias de la Universidad John Hopkins escribió hace tres años sin que su advertencia sirviera para prevenir la covid: “La amenaza más probable a nivel natural (riesgo biológico catastrófico global) a la que se enfrentan los seres humanos es de un virus de ARN transmitido por las vías respiratorias, por lo que esta clase de microbios debe ser una prioridad para la prevención”.
“El origen puede estar en cualquier sitio”, añade López Lluch. “Con el cambio climático se están multiplicando los vectores, como demuestran los últimos brotes del virus del Nilo o de otras enfermedades infecciosas”.
Martínez Manzanares suma el riesgo que supone “exponer población y animales que no deberían estar juntos”: “Favorecer que los patógenos puedan saltar a los humanos es traumático”.
En este sentido, el microbiólogo respalda la opinión de María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien advierte de la peligrosa relación entre los virus y las presiones del ser humano sobre el medio ambiente: “Al reemplazar la selva por agricultura intensiva y contaminante, los animales que viven en esos lugares donde el hombre no había entrado sufren profundas transformaciones. Nos relacionamos con especies con las que no estábamos en contacto y que nos pueden transmitir enfermedades”. Martínez Manzanares añade: “Son situaciones que, de forma natural, no se darían”.
De acuerdo a estos dos expertos, la primera medida de prevención ante el riesgo de próximas pandemias es reducir la relación entre reservorios y personas: evitar la usurpación de espacios naturales —”El cólera surgió de la ocupación de manglares indios por parte de los ingleses para plantar arroz”, recuerda el microbiólogo malagueño— y evitar la venta o el contacto de animales vivos que pueden albergar patógenos.
¿Estamos preparados?
A partir de considerar inevitables los saltos de virus a personas entra en juego la ciencia. Para López Lluch, “la clave es identificar al patógeno lo más rápido posible”. “Ahora tenemos mejores herramientas para determinar una enfermedad y secuenciar el genoma”, añade. El 11 de enero del pasado año, pocos días después de que se hubiera identificado la existencia del nuevo coronavirus que causa la covid (SARS-CoV-2), los científicos publicaron su composición genética. Y con asiduidad se dan a conocer nuevas variantes.
Pero para secuenciar e identificar al patógeno, antes hay que ser conscientes de que ha surgido, que genera una nueva enfermedad, que es necesario aplicar medidas y que no se puede ocultar. Li Wenliang, el oftalmólogo que junto con otros siete médicos fue el primero en lanzar la alarma sobre el nuevo coronavirus en diciembre de 2019 y que murió con covid semanas después, fue acusado de “difundir rumores” y retenido en comisaría hasta que firmó un falso arrepentimiento.
Utilizando herramientas de datación molecular y simulaciones epidemiológicas, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Diego, con colegas de la Universidad de Arizona e Illumina, han determinado en un estudio publicado en Science que el SARS-CoV-2 circuló sin ser detectado durante, al menos, dos meses antes de que los primeros casos humanos de covid fueran descritos en Wuhan (China).
Para evitar errores en los diagnósticos, Raimundo Real, científico del departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga (UMA), ha elaborado un mapa de potencial expansión de vectores de virus como el del zika (mosquitos) para que, entre otros objetivos, sirva de instrumento de alerta para las autoridades sanitarias, que actúan por divisiones administrativas que no se corresponden con las zonas de peligro y que, al no tener en cuenta que se encuentran en un área de riesgo, pueden dejar que los primeros síntomas pasen inadvertidos.
Alerta temprana
López Lluch, como miembro del departamento de Fisiología, Anatomía y Biología Celular de la UPO, considera que la estrategia básica, tras la preventiva (evitar el contacto con los animales que sirvan de reservorio), es reforzar los sistemas de identificación de patógenos y nuevas enfermedades infecciosas, disponer de unos sistemas de salud preparados y con recursos suficientes y actuar con la mayor urgencia ante cualquier notificación, aunque esta no derive en una situación tan grave como la actual. “Prefiero que se equivoquen a que lo oculten”, asegura.
Para mantener esas estrategias es imprescindible invertir en dos áreas interconectadas: ciencia y salud. La primera es fundamental para reconocer la irrupción de un nuevo patógeno y desarrollar tanto vacunas como tratamientos. La segunda, para establecer estrategias de prevención e intervención. En este sentido, Martínez Manzanares es pesimista: “La investigación está muy dejada. La inversión pública y privada está muy por debajo de lo que corresponde a países como el nuestro. Es ridícula. Y la única forma de salir de una crisis es con ideas nuevas”.
Para argumentar su descripción de la situación, el microbiólogo expone un ejemplo: “En España, llevar 30 años de investigación, con artículos publicados en revistas de primer nivel [un baremo de la relevancia de la labor científica], supone ganar 300 euros brutos más al mes”. La compensación económica, según aclara, es solo un indicador de la falta de reconocimiento de la ciencia y de la ausencia de incentivos, no solo monetarios. El microbiólogo lamenta que “algunos jóvenes y prometedores investigadores han abandonado su carrera para servir copas el fin de semana porque ganan más. Y a esos no se les recupera”.
El científico advierte que estas circunstancias son fundamentales ante el peligro de una nueva pandemia: “Con la covid nos hemos equivocado y no es ninguna tontería. Un virus no es solo peligroso por su capacidad de transmisión sino también por la falta de preparación. Y esta es histórica”
Aislamiento y vacunas
La médica y catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Castilla-La Mancha María Isabel Porras, que ha analizado la respuesta social ante otras crisis sanitarias, advierte que una de las claves en la covid y en las próximas epidemias es el “positivo papel de las medidas de aislamiento, cierres perimetrales y limitación del movimiento de la población, para disminuir el número de casos y aliviar la sobrecarga de los maltrechos sistemas sanitarios públicos, adelgazados por años de políticas neoliberales”.
En este sentido, señala que una de las lecciones que hay que aprender para próximos episodios es cómo paliar los efectos de esas medidas entre los trabajadores y en la población de bajos recursos que, según afirma, “debe elegir entre aislarse —no sin dificultad por las condiciones de su vivienda— e ir a trabajar para sobrevivir”.
También considera que hay que replantear la estrategia de desarrollo de vacunas: “Las cosas no están marchando adecuadamente. La producción y distribución se han constituido en un poderoso negocio, en una vía para lograr o mantener la hegemonía política y económica de los países”. Y concluye: “Las principales lecciones que deberíamos extraer serían la necesidad de suspender temporalmente las patentes de las vacunas efectivas y seguras para facilitar su fabricación, difusión y aplicación a la población mundial, y no olvidar las otras desigualdades más generales para atenderlas también y facilitar una recuperación tras la pandemia. No perdamos otra vez la oportunidad para cambiar el curso de una pandemia y sus consecuencias, como lo hemos hecho en varios de los momentos del último año transcurrido”.
Jamileth