Salud
Mezclar dos vacunas, una estrategia para desatascar la lucha contra el coronavirus
Miguel Ángel Criado | El País
Francia lo hizo la semana pasada y Alemania lo acaba de anunciar: a los vacunados con una primera dosis de AstraZeneca, ahora suspendida, les inyectarán otra vacuna, ya sea la de Pfizer o la de Moderna. La idea no es una ocurrencia, se viene ensayando contra el VIH, la tuberculosis o el ébola con resultados muy prometedores. También hay enfermedades, como la meningitis, en las que las inyecciones de la pauta completa suelen ser diferentes. Pero contra el coronavirus, los ensayos clínicos se están empezando ahora y no habrá resultados hasta el verano. Los expertos defienden que combinar dos formulaciones dará mayor elasticidad a las estrategias de vacunación y no esperan mayores contratiempos.
La Universidad de Oxford, creadora de la vacuna de AstraZeneca, es la que más apuesta por la mezcla de vacunas diferentes. Este miércoles anunciaban sus ensayos para probar la combinación de su fármaco con el de Moderna y el de Novavax. Este último, de origen estadounidense, debería llegar en las próximas semanas. En febrero, los científicos británicos ya habían empezado a reclutar a voluntarios para ensayar también con el de Pfizer.
El profesor de pediatría y vacunología de Oxford Matthew Snape es el principal responsable de este ensayo y explica sus motivos en una nota: “Si podemos demostrar que estos planes de combinación generan una respuesta inmune que sea tan buena como la de las estrategias normales y sin un aumento significativo de las reacciones a la vacuna, esto podría permitir que más personas completaran la inmunización contra la covid en menos tiempo”. Snape da otro argumento a favor de la mezcla: “Podría crear resiliencia dentro del sistema en el caso de falta de disponibilidad de cualquiera de las vacunas en uso”.
“Podría crear resiliencia dentro del sistema en el caso de falta de disponibilidad de cualquiera de las vacunas en uso”
Matthew Snape, director del ensayo que combina la vacuna de Oxford con las de Pfizer, Moderna y Novavax.
La falta no de una sino de dos vacunas, la de AstraZeneca y la de Janssen, es lo que ha hecho girar la vista hacia estos ensayos. La idea de Snape y su equipo es reclutar a 1.050 personas mayores de 50 años (más vulnerables ante la covid) que aún no hayan sido vacunadas o que solo hayan recibido la primera dosis. Van a probar todas las combinaciones posibles de la vacuna de Oxford con las demás. De forma periódica analizarán sus defensas, en concreto la producción de anticuerpos neutralizantes. En cuanto a la pauta temporal, a unos les inyectarán la segunda dosis a las ocho semanas y a otros a las 12 semanas. “Los primeros resultados los tendremos en verano”, dice el gabinete de comunicación de la universidad británica.
AstraZeneca inició hace unos días su propio ensayo con el Centro Nacional de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, el organismo estatal ruso creador de la Sputnik V. Su plan es combinar ambas vacunas en voluntarios de Rusia, Bielorrusia y Azerbaiyán. A diferencia de los ensayos de Oxford, la idea es reclutar a mayores de 18 años. Hasta finales de año no tendrán resultados.
El problema es que hay quien no quiere o no puede esperar tanto. Sin saber qué efectos puede tener, ya sea en eficacia o en seguridad, algunos gobiernos europeos han decidido llevar estos ensayos a la vida real. Primero fue Francia, que anunció que inyectará vacunas de Pfizer o Moderna a los menores de 55 años que recibieron una dosis de AstraZeneca. Y no son pocos, medio millón de franceses, la mayoría sanitarios, se quedaron a la espera de la segunda inyección. Lo mismo acaba de decidir Alemania. Los 2,2 millones de alemanes de menos de 60 años que recibieron primero la de AstraZeneca serán inoculados para completar la pauta con la fórmula de Pfizer o con la de Moderna. La decisión de cambiar de vacuna para la segunda dosis no está libre de dudas. La Organización Mundial de la Salud no ha recomendado este paso ante la ausencia de datos sobre sus posibles riesgos y su efectividad contra el coronavirus.
Todas las vacunas aprobadas apuntan al mismo objetivo, una espícula del virus, lo que facilita la combinación.
Esa falta de datos es la que destaca Jaime Jesús Pérez, vocal de la Asociación Española de Vacunología (AEV). “Para determinar la intercambiabilidad entre vacunas diferentes, el antígeno debe ser el mismo o muy similar y que la tecnología sea parecida”. Con lo primero no hay problema, todas las vacunas apuntan al mismo objetivo, las espículas de su superficie que el coronavirus usa para engancharse a las células humanas. Lo segundo es más complicado: la vacuna de Oxford usa un vector viral como medio para llegar a la célula, las de Moderna y Pfizer son de ARN mensajero y la de Novavax es la primera que está basada en proteínas modificadas. “No hay datos sobre su intercambiabilidad”, recuerda Pérez.
Aquí podría ser de ayuda la vacuna rusa Sputnik V. La suya es una formulación especial, no hay otra entre las aprobadas que use su enfoque. Como en la de Oxford, un vector viral, un adenovirus, transporta información genética del SARS-CoV-2 para que sea la propia célula humana la que produzca la espícula. Esto activa la producción de anticuerpos. Pero lo que la que diferencia de la vacuna británica es que recurre a un adenovirus diferente en cada dosis. Con esto buscaban evitar que el sistema inmune se fijara en el transporte y no en la carga. La Sputnik usa dos vectores virales diferentes, pero vectores al fin y al cabo. Y, como dice el vocal de la AEV, “de lo que se trata ahora es de plataformas muy diferentes que no hemos combinado hasta ahora porque no existían”.
Sin datos aún, no se puede saber cómo afectará mezclar dos vacunas distintas. Hay trabajos de laboratorio con otros patógenos que han visto cómo la producción de anticuerpos es mayor al combinar inoculados que si se usa el mismo en las dos dosis. Tampoco se sabe si pueden provocar alguna reacción o efecto adverso. Sin embargo, el virólogo Ian Jones, de la Universidad de Reading (Reino Unido) cree que no debería de haber problemas: “Siempre que se haya determinado que cada vacuna es segura en un ensayo independiente, no existe ningún riesgo al combinarlas. En teoría, como el único componente común es la proteína S [la espícula], solo debería de reforzar la inmunidad contra ella”.
Jamileth
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