Muy Oportuno
¡Yo no entiendo nada!
Victor Huho Mena Hernandez
Felipe corrió hasta él y le oyó leer al profeta Isaías; y le dijo: ¿Entiendes lo que vas leyendo? El contesto: ¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía? Hch 8,30.31
El hombre es incapaz de entender el significado de la Palabra de Dios contenida en la Biblia por si mismo. Es necesario que alguien pueda explicarnos lo que leemos. En este texto Dios envía a Felipe a encontrarse con un etiope eunuco que leía la Biblia sin entender lo que iba leyendo. Tal vez te preguntes como el etíope: ¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?. Así ocurre también en nuestro tiempo. ¿Cómo leer y com¬prender la Sagrada Escritura? ¿Qué pueden significar para nosotros estos textos tan antiguos? ¿Quién nos puede introducir en el rico contenido de la Biblia?.
Lo cual nos lleva a pensar que solo Dios a través de aquellos a los que ha encargado esta labor puede hacernos entender lo que dice, explicarnos su Palabra, solo Él puede abrir nuestro entendimiento y preparar nuestra mente para la escucha de su Palabra: “entonces, Jesús abrió sus inteligencias, para que comprendieran las Escrituras…” (Lc 24,45).
Muchas personas acostumbran tener una Biblia en casa, y son libres de leerla cuando quieran, pero al tratar de entender a que se refiere cada cosa podemos caer en el error, en entender una cosa por otra, en darle un sentido equivocado a lo que estamos leyendo y acarrear confusiones , todo esto por tratar de entenderla por nosotros mismos. Dios confió la legítima y verdadera interpretación de su Palabra a la Iglesia y esta como madre nuestra y guardiana de los tesoros ahí contenidos nos enseña los medios para llegar a su sentido verdadero .
Así que tranquilo, si no le entiendes a lo que lees pídele a Dios que te enseñe, ten paciencia y poco a poco Dios te ira llevando al camino que debes recorrer para entender, este primer capítulo te llevará a un acercamiento con Dios a través de la lectura y oración con su Palabra. Y recuerda que nadie nace sabiendo, a todos nosotros los “Felipes” Dios nos ha mandado antes a alguien para enseñarnos.
1.1 ¡NO LE ENTIENDO A DIOS!
¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Jn 8,43
Muchos son incapaces de entender su Palabra. El mensaje de Dios se dirige a todos, pero algunos están imposibilitados para entenderlo, pareciera que Dios habla en un idioma que no sabemos, en una lengua extraña a nosotros.
Jesús dirige estas palabras a los judíos, entre ellos había muchos fariseos que creían ser eruditos en cuestión de la Ley de Dios. Jesús los cuestiona constantemente acerca de porque no creen en él, y advierte que aquel que no crea en el Hijo de Dios se perderá y morirá en el pecado. Asegura que los presentes no son capaces de entender su Palabra por que el pecado ha hecho que no puedan seguir a Dios ni escuchar su Palabra.
El pecado los ha hecho esclavos de Satanás, ha hecho que solo obren según el deseo de este y solo crean en las cosas de su amo: “Vosotros sois de vuestro padre el Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” Jn 8,44.
El que no entiende el mensaje de Dios es porque por su pecado se ha acercado más al Diablo que a Dios. El que no puede reconocer el lenguaje de Dios ha perdido la gracia que Dios le ha dado para comunicarse con Él, ha cortado su lengua espiritual que le permitía hablar con Dios, ha envenenado con el pecado su mente que le permitía entender a Dios, ha subastado su alma con todo lo que ha hecho en su vida en contra de si mismo y que Dios aborrece, ha prostituido su cuerpo vendiéndolo a los deseos y pasiones carnales del mundo que agradan al príncipe de este mundo: Satanás .
Por eso Jesús se sorprende de que los que le escuchan no puedan creer en lo que les dice y se pregunta ¿Por qué no reconocen mi lenguaje? ¿Por qué no pueden escucharme?, Jesús espera una respuesta a estas preguntas que nos cuestionan fuertemente, es como si nos dijeran: ¿Por qué ya no te acercas a Dios?, ¿Por qué ya no crees en su Palabra ni la escuchas?, ¿Por qué ya no escuchas cuando te llama por tu nombre?, ¿Por qué ya solo tienes puesta tu fe en las cosas del mundo?. La pregunta obligada al llegar a este punto es: ¿Seré capaz de entender la Palabra de Dios? ¿Sigo la voluntad de Dios en mi vida o la voluntad de su adversario? Tal vez nuestro pecado nos ha nublado el entendimiento engañándonos sin que nos diéramos cuenta. Todavía hay muchas cosas que decir, pero antes que nada hay que quitarnos la traba que nos impide entender ya que: “Sobre este particular tenemos muchas cosas que decir, aunque difíciles de explicar por qué os habéis hecho tardos de entendimiento” (Hb 5,11).
Quitemos pues la principal traba para entender y recuperemos nuestro estado de gracia. Recuerda que los santos no adquirieron su gran sabiduría en cursos intensivos doctrinales, sino directamente de Dios a través de su Palabra (lectura de la Biblia), de la intimidad con Dios (en oración) y de nutrirse de su cuerpo (La eucaristía). Empieza pidiéndole perdón a Dios por los pecados cometidos, acércate al sacramento de la confesión lo antes posible y reconcíliate con Dios, Él te está esperando con los brazos abiertos.
1.2 ¡ES QUE A VECES DIOS ME MOLESTA!
He aquí que su oído es incircunciso y no pueden entender. He aquí que la Palabra de Yahveh se les ha vuelto oprobio ; no les agrada. Jr 6,10
Muchos no quieren entender su Palabra. Existen aquellos que no entienden el mensaje de Dios no porque no puedan, sino porque no quieren dejar de hacer lo que hacen, es tan cómodo, atractivo, placentero y agradable para muchos el pecado que prefieren seguir como están y hacerle mas caso al mensaje de Satanás que al mensaje de Dios. Echan a la basura la Palabra de Dios.
El profeta Jeremías pronuncia estas palabras en su libro para advertir a los descendientes de la Tribu de Benjamín de los habitantes de Jerusalén, pues denuncia que sus caminos están torcidos, que han hecho de Jerusalén que era la ciudad santa, una ciudad de mentira e infiel a Dios. Aquí se denuncia que aquellos que debían permanecer fieles a Dios no lo hicieron, se apartaron voluntariamente de Dios y ya no quieren escuchar su Palabra pues se ha vuelto una carga para ellos.
Hay algunos hoy en día que pueden entender la Palabra de Dios pero ¡no quieren! le pasa lo mismo que los habitantes de Jerusalén de los que habla el relato. Hoy hay muchos habitantes de “Jerusalén” infieles y que la Palabra de Dios se les hace una molestia.
Pero ¿Qué quiere decir Jerusalén hoy en día?. No voy referirme al espacio geográfico llamado Jerusalén sino a lo que la palabra significa: Jerusalén= “La Ciudad de la Paz” era y es hasta hoy para los judíos “La Ciudad Santa”, el lugar de la paz, el lugar santo donde habita Dios. Para nosotros los que creemos en la nueva y eterna alianza que Jesús firmo con su sangre en su muerte en la cruz donde nos redimió, la “ciudad santa”, donde se encuentra la paz y la presencia de Dios, la “Nueva Jerusalén” es: la Iglesia.
La Iglesia es grande y los habitantes que habitan en ella somos todos los bautizados. La Iglesia debe ser la difusora y defensora de la paz, el lugar santo donde reside la presencia de Dios, y lo es. Pero muchos de los que forman parte de esta “nueva Jerusalén” han puesto en sus oídos como un tapón para no escuchar lo que Dios nos dice y por eso su oído no está descubierto, está cerrado al mensaje de Dios, es incircunciso. No existe peor alumno que el que no quiere aprender, ni hombre más necio que el que se niega a escuchar.
Hay muchas personas para las que la Palabra de Dios solo es como un regaño molesto y desagradable del que se avergüenzan y prefieren no escuchar o huir de él. Aquellos que nos dedicamos a la Evangelización nos encontramos con gente que al quererles hablar de Dios y de su Palabra nos cierran la puerta en la cara, nos ven como locos u ociosos, se enojan con nosotros o simplemente no quieren escuchar.
Lo mismo pasa con el pueblo de Israel quien al pasar el tiempo se iba alejando poco a poco de Dios que le hablaba, que se incomodaba y molestaba con las personas que llevaban su mensaje como Moisés, los profetas, los jueces e inclusive el mismo Jesús: “Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Jn 6,60.
Hay muchos a los que el mensaje de Dios les es muy desagradable porque está en contra de lo que hacen en su vida y es como estar contra ellos, recuerdo aquella frase de un artista conocido : Así nací, así crecí y así me moriré. Con tanta razón decía llorando San Francisco de Asís “El Amor no es amado”, Dios no es amado por la mayoría, ni siquiera es escuchado, ni mucho menos entendido. Su amor es tan grande, que asusta al hombre que rehúsa entregarse a Dios y prefiere la tibieza cómoda de una vida sin Dios.
¿Pero será verdad que Dios nos molesta? ¿No será más bien que lo que nos incomoda verdaderamente es el no poder experimentar a Dios por el estado en el que nos encontramos?, ¿No será que nos molesta sentir su ausencia por nuestro alejamiento aunque realmente Dios siempre este con nosotros? ¿No será que estamos enfermos y amargados sin Dios y que le echamos la culpa a Él de nuestra desgracia siendo nosotros mismos los culpables?. Contéstese a si mismo mi querido hermano. Lo cierto es que por más que lo queramos ocultar con falsas ideologías, placeres desmedidos o simular estar muy ocupado la verdad es que estamos desesperados y tristes sin Dios, nos hace falta su presencia en nuestra vida, pero nuestro orgullo y soberbia es tan grande que aún así no queremos saber nada de Él.
Nos sentimos libres y sin ataduras al querer vivir nuestra vida como “Yo quiera”, haciendo solo lo que “Yo quiero”, cuando esa falsa libertad en realidad es libertinaje obsesivo. Nunca un huérfano dirá: Yo soy libre por que no tengo un Padre que me ame, me cuide y me aconseje, estoy mejor en la calle solo y sufriendo. O un corredor atleta dirá: Yo soy feliz corriendo sin rumbo, en cualquier dirección alejándome cada vez más de la meta a la que debía llegar. O un preso dirá: Pues yo estoy bien aquí encerradito, no como bien, me maltratan y me va mal, pero esta es mi vida ¡No me molesten!, ¡no quiero salir!. ¿Verdad que no?.
Nosotros no podemos prescindir de Dios, ni vivir lejos de su mirada. Solo podemos cerrar los ojos para no verlo, correr en otra dirección para no encontrárnoslo, manotearle para que no nos abrace, enojarnos con Él para no hablarle, pero todo esto no sirve para nada, hermano: Dios no se va a ir ni nos va a dejar de llamar, ni va a dejar de amarnos nunca.
Cuando creemos que podemos alejarnos de Dios, vivir sin Él, lo reemplazamos por un entretenimiento trágico como la droga, el sexo, el dinero o el poder entre otros muchos. Buscamos el infinito donde solo hay muerte y vacío. Si la mirada divina puede incomodar a los hombres: “¿Cuándo apartarás tu mirada de mi? ¿No me dejaras ni el tiempo de tragar saliva” Jb 7,19; la verdad es que el mantenerse alejados de esa mirada nos mata. ¿Qué hacer entonces para superar todo esto? Hay que querer entender y preferir lo más (Dios) por lo menos (El mundo). Hay que hacer lo que hizo aquella mujer enferma:
“y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamo y le dijo: Mujer quedas libre de tu enfermedad. Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios” Lc 13,11-13.
Hay que acercarnos a la mirada de Dios, dejarse ver por Jesús, aceptar que estamos encorvados, desviados por nuestro alejamiento y que por nosotros mismos (sin Dios) no podemos enderezarnos de ningún modo. Dejar esa actitud tonta de adolescentes rebeldes e inmaduros que quieren vivir la vida solos y lejos de su Padre, sin poder valerse por si mismos. Hay que dejar que nos imponga sus manos benditas (su voluntad y no la nuestra) y cure nuestro entendimiento para que podamos glorificarle con nuestra vida.
1.3 LOS IGNORANTES SE EQUIVOCAN
Estáis en un error, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios. Mt 22,29
Es que muchos ya no creen en su Palabra. Otros muchos no creen el la Palabra de Dios, piensan que es una invención de gente fanática, una falsedad, una mentira, algo equivocado y fuera de tiempo. Ponen su fe en todo menos en Dios.
En este texto Jesús reprende a unos saduceos quienes intentan hacer que se equivoque preguntándole aspectos erróneos acerca de la resurrección. Jesús les dice que se equivocan por no entender las Escrituras ni el poder de Dios, pero ¿Por qué no entendían las saduceos?, ¿Qué hizo que no entendieran?.
Lo primero que les impidió entender es que pensaban saberlo todo acerca de la Ley, al igual que los fariseos; creían que eran grandes maestros de la Sagrada Escritura, se creían sabios. La muestra mas grande de sabiduría es reconocer que esta no se encuentra en el conocimiento o en la ciencia sino en la experiencia de vida y es adquirida únicamente por los sencillos y humildes: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños” Mt 11,25. Aquellos que creen saberlo todo, no reconocen su ignorancia y por eso caen en el error, el gran sabio Sócrates dijo: “Yo solo sé, que no se nada”.
Pero había otra cosa que no les permitió entender la Sagrada Escritura: No creer en ella y por eso, tampoco en el poder de Dios. ¿Cómo creer en el gran poder que Dios tiene si no creo en su Palabra que me lo asegura?.
Actualmente la mayoría que se dicen “inteligentes”, “críticos”, así como los estudiantes influidos por el racionalismo, el materialismo o lo supuestamente científico no creen en la Sagrada Escritura. No le creen a Dios que les habla como un Padre amoroso. No creen en su poder, ni en que todo lo que dice su Palabra lo cumple eficazmente. No creen en lo que no entienden.
Como el animal salvaje le teme al fuego por qué no lo entiende, no sabe por que quema, solo huye de él; así son los que desacreditan la Biblia y la rechazan por creerla algo falso, no creen en ella, no le tienen fe. Y aunque la Palabra de Dios se les dirija directamente son escépticos y no creen en ella:
“Y si todavía nuestro evangelio esta velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo (el diablo) para impedir que vean brillar el resplandor de la Gloria de Cristo, que es imagen de Dios” (2 Cor 4,3.4).
Su entendimiento esta cegado por que su fe la tiene puesta en las cosas de este mundo pero no en Dios, y solo creen en las cosas terrenas. Jesús sabía que muchos solo creen en las cosas de este mundo y lo que no lo entienden no lo creen y dijo: “Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿Cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?” Jn 3,12.
En cambio los que creen en Dios, en su Palabra, en su Hijo Jesús, y lo aceptan como su Salvador y Señor tienen con qué creer en el poder de Dios, porque se manifiesta en ellos mismos:
“Estas son las señales que acompañaran a los que crean: en mi nombre expulsaran demonios, hablaran en lenguas nuevas, agarraran serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” Mc 16,17.18.
Pero hay muchos que no creen en los milagros del Señor, en las sanaciones que sigue haciendo a los enfermos, en las experiencias sobrenaturales que experimentan los que le entregan su corazón, ¡No creen en el poder de Dios, y lamentablemente a veces son ejemplo para otros!, y de esto nadie se salva sucede en laicos regularmente pero llega a ocurrir hasta en algunos sacerdotes que prefieren la doctrina a la fe, y que seguramente es que ya dejaron atrás su vida de oración.
¿Y tú en que pones tu fe?, ¿En lo material, comprobable y científico ?, ¿En lo que leíste en algún libro, revista o periódico?, ¿En lo que dijeron en un programa de televisión?, ¿En lo que te imaginas que es verdad, y que no necesariamente tiene que serlo?, ¿O en lo que otros te han convencido de que creas?. En efecto, hay muchos profesores, escépticos, amantes de la filosofía moderna o que se dicen intelectuales que se dedican a convencernos de que en la Biblia se encuentran puras mentiras, de que Dios no existe o de que la Iglesia es perversa y corrupta.
Esto es muy grave ya que una mentira dicha muchas veces y de manera convincente, engañosamente se convierte en verdad para muchos. Jesús mismo fue víctima de esta influencia de los demás en cada uno, y dijo a Pilato cuando le pregunto si era el Rey de los judíos: “Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mi?” Jn 18,34. En nuestros días se multiplican los incrédulos, los “hombres de poca fe”, los ateos y los que cambian su fe por otra más adecuada a sus propios deseos. Es raro encontrar a alguien con una gran fe, que crea sin pruebas, que confié sin ver, le sucede hasta a los más cercanos a Dios, le sucedió al apóstol Tomas:
“Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” Jn 20,25.
Hay que creer en Dios, en su Palabra verdadera, en su poder para realizar prodigios y milagros, hay que poner nuestra fe en Cristo su hijo y nuestro Señor. Hoy como en tiempos anteriores la gente necesita oír de los milagros del Señor, pero estos ya casi no se dan por la falta de fe de la mayoría. Hay que tener la fe del centurión romano que se acerco a Jesús y le dijo:
“Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; pero una palabra tuya bastará para que mi criado quede sano” Mt 8,8.
Hay que confiar plenamente en Dios, en su Palabra que es capaz de realizarlo todo, hasta lo que creamos imposible, porque “nada es imposible para Dios” (Lc 1,37). Hay que dejar que Dios haga su obra. ¡Atrévete a poner toda tu fe en Él!, hazlo completamente y sin reservas, créele a Dios como Él te cree a ti y confía en ti. Hazlo y recibirás la respuesta que Jesús le dio al centurión: “Anda; que te suceda como has creído” Mt 8,13.
JMRS