Pan y Circo

México, más allá de las urnas

2021-05-25

Solemos votar en bloque en uno u otro sentido. Y, con la polarización a todo volumen, a los...

Antonio Ortuño, El País

En un par de semanas, los mexicanos votaremos para renovar la Cámara de Diputados, varias gubernaturas y las alcaldías del país. No han sido, las que están por acabar, unas campañas comunes. La polarización reinante, azuzada cada mañana desde Palacio Nacional, es tal que las elecciones parecen haberse visto reducidas (no solo por los roces entre funcionarios, candidatos y militantes, sino en la discusión cotidiana de los ciudadanos en las calles y las redes) a un referéndum en torno a la popularidad de Andrés Manuel López Obrador.

Si Morena y sus partidos satélite retienen el control de la cámara y avanzan en una mayoría de los Estados y ciudades que no dominaban, quedará confirmado lo que el mandatario remacha cada día: que la gente está feliz con él y que su respaldo es inmenso. Si los votos no les alcanzan para tanto, en cambio, la imagen blindada que el Gobierno trata de vender se verá muy abollada... Y los forcejeos por la sucesión presidencial se desatarán de forma inmediata.

El problema de que las votaciones de medio sexenio se conviertan en esta suerte de opción binaria al estilo “conmigo o contra mí” que ha lanzado el presidente, es que es una estrategia de corto plazo que solo le funciona a él… Y también, hay que decirlo, a la alianza PRI-PAN-PRD. Porque convertirse en los enemigos públicos número uno del poder les atraerá los votos mayoritarios de quienes están furiosos, hartos o decepcionados con López Obrador y sus acólitos. Y las encuestas parecen indicar que esos números van en alza.

A los pequeños partidos estatales o a los no alineados (como tal se presenta, por ejemplo, Movimiento Ciudadano), sin embargo, el juego de blancos y negros les pone el camino cuesta arriba. Nuestras elecciones no suelen ser un ejemplo de sufragios diferenciados en las esferas de lo local y lo nacional ni entre los diversos niveles de Gobierno. Solemos votar en bloque en uno u otro sentido. Y, con la polarización a todo volumen, a los matices probablemente se los lleven los ventarrones. Porque tan claro parecen tener su voto los que apoyan a López Obrador como aquellos que ejercerán el llamado “voto útil” para frenar la embestida presidencial contra las instituciones y los contrapesos a su poder.

Pero la cosa no puede acabar en eso. Hay vida más allá de las casillas y la tenebra que se ha desatado ante la cercanía de los comicios. Suceda lo que suceda en ellos, sería un error enorme reducir la paleta política del país al duelo entre el mandatario y la alianza opositora. Queda claro que hay enormes vacíos con respecto a las necesidades reales de millones de ciudadanos, necesidades y aspiraciones que las agendas del Gobierno y sus adversarios sencillamente no tocan (o se limitan a saltar por encimita). La política tendría que ser algo más que rayar una papeleta y meterla en la urna. Y allí es donde se abre un panorama que algunas fuerzas han comenzado a explorar.

No es casualidad que muchas de las posturas críticas que más han calado e irritado al Gobierno y quienes lo apoyan no provengan de la oposición partidista, sino de esos grupos civiles cuya existencia tanto le escuece al mandatario. Las colectivas feministas, las organizaciones de pueblos originarios, los grupos ambientales comunitarios, las cooperativas de familiares de personas desaparecidas son algunos sectores que impulsan sus propias agendas y acciones sin importar la posición que tomen ante ellos López Obrador o sus adversarios. Cualquier país requiere grupos así. Y no solo ellos, sino muchos más. Grupos capaces de plantarse ante el poder, ocúpelo quien lo ocupe, y dejar claro que la política no solo de trata de darles nuestros votos a uno y otros. Los ciudadanos no somos pollos que pasan del corral de uno al de los de enfrente. Hay que votar, sí, pero hay que hacer más.



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