Internacional - Política
Berlusconi busca la presidencia de Italia a pesar del bunga bunga
Por Jason Horowitz | The New York Times
ROMA — A principios de este mes, Silvio Berlusconi estaba sentado en la mesa del comedor de su mansión con su novia —quien es más de medio siglo menor que él— y con un aliado político de toda la vida. Mientras se daban un festín con un soufflé de calabaza y tagliatelle de trufa, el millonario ex primer ministro italiano de 85 años se dedicó horas a hacer llamadas telefónicas a una lista de legisladores distantes a quienes intentaba convencer para que, la próxima semana, lo elijan presidente de Italia.
“‘Estamos formando el partido Bunga Bunga y te queremos con nosotros’”, recordó que le dijo Berlusconi Christian Romaniello, exdiputado del partido antisistema Movimiento 5 Estrellas, refiriéndose a las bacanales desbordadas de carácter sexual que Berlusconi llamaba simplemente “cenas elegantes”. Según Romaniello, Berlusconi agregó después: “Pero llevaré a las señoras”.
La presidencia de Italia, la posición de jefe de Estado del país, es un cargo de siete años que por lo general ocupa un personaje de integridad y solemnidad intachables y cuya influencia emana de su autoridad moral. El presidente actual, Sergio Mattarella, es un estadista sosegado cuyo hermano fue asesinado por la mafia. Otro contendiente es Mario Draghi, el primer ministro en turno y titán de la política europea que ha llevado al país a un periodo de estabilidad inusual.
Y luego está Berlusconi, quien a pesar de su reciente mala salud, su semblante pálido y su debilitada situación política, se esfuerza con osadía para llegar a un puesto cúspide para su carrera que él espera borre décadas de escándalos (que sus aliados aseguran son injustos), y para reescribir su legado.
Eso requerirá mucho trabajo.
Están los innumerables procesos legales; las investigaciones por vínculos con la mafia y sobornos a legisladores; la condena por fraude fiscal; la prohibición de ejercer cargos públicos; la sentencia que lo obligó a realizar servicio comunitario en un asilo de ancianos; la utilización de su imperio mediático para obtener réditos políticos; la utilización de su gobierno para proteger a su imperio mediático; las conversaciones grabadas de los invitados a sus fiestas que mostraban las dimensiones caligulescas de sus episodios de libertinaje bunga bunga; su relación cercana con el presidente de Rusia, Vladimir V. Putin, quien le regaló una cama enorme; su descripción de Barack Obama como “joven, guapo y bronceado”; la comparación que hizo de un legislador alemán con un guardia de campo de concentración; el divorcio de su segunda esposa, quien se separó de él aparentemente porque estaba saliendo con una joven de 18 años.
Es un currículum poco ortodoxo.
Los conflictos de interés, los problemas judiciales y su historial de comportamiento hacen que Berlusconi sea un candidato poco idóneo, dijo Emma Bonino, una política italiana veterana y activista de los derechos civiles que se postuló para el cargo anteriormente. “No creo que dé una buena imagen de nuestro país al mundo”, dijo.
Berlusconi se negó a comentar para este artículo. Pero él y su equipo de asesores lo están presentando como un defensor moderado y proeuropeo de la democracia y del capitalismo dinámico. “Creo que Silvio Berlusconi puede ser útil para el país”, dijo en octubre Berlusconi, hablando de sí mismo en tercera persona.
Como es su costumbre, está usando todas las palancas a su disposición para lograr la mayoría requerida —505 votos— en la votación secreta que realizan los legisladores para elegir al presidente y que inicia el lunes.
Este mes, Il Giornale, un periódico que pertenece a la familia de Berlusconi, volvió a publicar el discurso que pronunció ante el Congreso de Estados Unidos durante el gobierno de George W. Bush (“Estadista internacional”, decía el titular) e incluyó un suplemento sobre sus cualidades (“héroe de la libertad”). Hace unas semanas, los legisladores encontraron en sus correos una fotografía de Berlusconi, con los brazos en alto y rodeado de fervientes seguidores en la portada de una antología de sus discursos.
Pero Berlusconi también está levantando el teléfono y usando el encanto mientras aumenta el nivel de sus regalos de Navidad de corbatas a pinturas al óleo con marcos dorados. Está haciendo todo lo posible para convencer a los miembros reacios de su alianza de que lo apoyen y persuadir a suficientes rezagados de que pueden contar con él.
La candidatura de Berlusconi es poco probable, pero no es una atracción secundaria.
A pesar de que su partido, Forza Italia, ha perdido influencia, el bisabuelo sigue siendo una figura paterna de la centroderecha, que —si se une— ahora cuenta con el bloque más grande de legisladores electores en el Parlamento y un deseo poderoso de elegir al próximo presidente.
La insistencia de Berlusconi, sin embargo, le ha generado un problema a Matteo Salvini, el líder del partido nacionalista la Liga, tanto en el trabajo como en casa. La novia de Salvini es hija de Denis Verdini, uno de los asesores más cercanos de Berlusconi y quien —desde su arresto domiciliario, en el que se encuentra tras una condena en un caso de fraude por bancarrota— está ejerciendo presión de manera pública para elegir a Berlusconi.
Después de años de prometerle a Berlusconi que respaldaría una candidatura suya a la presidencia, esta semana Salvini le envió un mensaje punzante en el que decía que “debemos corroborar si Berlusconi tiene los números antes de que comience la votación la próxima semana”. Salvini insinuó que tenía en mente a otra persona.
El martes, Giorgia Meloni, presidenta del partido de extrema derecha Hermanos de Italia, el tercer partido en la alianza de centroderecha, habló sobre la posibilidad de que Berlusconi se retirara, lo que generó especulaciones de que podría salir de la contienda.
“No lo he decidido”, dijo Berlusconi en un comunicado el martes por la noche. “Soy un optimista”.
Su candidatura sería una mala noticia para la izquierda italiana, encabezada por el Partido Democrático, al que Berlusconi ha exasperado durante décadas como pionero de un estilo de polarización política y victimización que perfeccionó.
No saben muy bien cómo responder a su candidatura. Se habla de votar en blanco o de abandonar el recinto de la cámara, pero eso podría lucir como un acto mezquino y siempre existe el riesgo de que los legisladores cortejados por Berlusconi lo elijan.
En cualquier caso, la posibilidad de que el retrato con el rostro color mandarina de Berlusconi cuelgue en las aulas de las escuelas y en las oficinas públicas del país ha incitado amenazas de manifestaciones a nivel nacional y un llamado a los viejos puestos de batalla liberales.
“Él no”, se leía en la portada de la revista L’Espresso.
A pesar de lo poco idóneo que Berlusconi parece ser para ocupar el cargo de jefe de Estado, sus aliados argumentan que los italianos lo eligieron varias veces, que los jueces que lo persiguieron durante décadas estaban motivados por circunstancias políticas y que se trata de un hombre de negocios brillante y hecho a sí mismo que construyó un imperio.
Pero sus aficiones desmesuradas y el uso egoísta del poder incitaron una reacción violenta que sentó las bases e hizo crecer al enorme Movimiento 5 Estrellas, el partido antisistema cofundado por el comediante Beppe Grillo, quien de nuevo se refirió burlonamente a Berlusconi como un “enano psicótico”.
El Movimiento 5 Estrellas llegó al poder en 2018 como el principal partido de Italia, y el respaldo a Berlusconi disminuyó. Pasó a un segundo plano frente al ascenso de figuras nacionalistas, primero Salvini y luego Meloni. Berlusconi criticó al Movimiento 5 Estrellas, a cuyos integrantes llamó buenos para nada e incompetentes y señaló que eran una amenaza para la democracia. Desdeñó sardónicamente su característico plan de bienestar universal. Dijo que su estructura de poder era comunista.
Pero ahora Berlusconi y los buenos para nada se necesitan mutuamente.
El Movimiento 5 Estrellas ha implosionado desde entonces y sus miembros se han dispersado en un grupo variopinto de legisladores desesperados por evitar unas nuevas elecciones que casi con seguridad les costarán sus trabajos y pensiones. Berlusconi prometió de manera explícita que si gana la presidencia mantendrá la legislatura actual, dijo que el plan de renta básica universal era bueno para los pobres y llenó de regalos a sus antiguos rivales.
Luigi Di Maio, el líder de 5 Estrellas que alguna vez se negó a unirse a un gobierno con Berlusconi, aceptó esta Navidad una pintura al óleo veneciana de siglos de antigüedad procedente de la colección del magnate, según una persona cercana a Di Maio, quien se negó a hacer comentarios.
Mientras Berlusconi hablaba por teléfono acompañado de su novia, quien también es integrante del Parlamento con su partido político, junto a él estaba Vittorio Sgarbi, un exministro suyo, diputado y personalidad de la televisión muy apreciado por muchos miembros del Movimiento 5 Estrellas.
Cuando Sgarbi llamó a Romaniello, el exdiputado del Movimiento 5 Estrellas que en ese momento hacía máscaras de carnaval con sus dos hijos pequeños, presentó socarronamente a Berlusconi como “un amigo seguidor de Grillo”.
Romaniello dijo en una entrevista que se sentía halagado por la llamada y agregó que sus amigos contactados por Berlusconi también respetaban la campaña telefónica y el “carisma positivo” del ex primer ministro. Pero Romaniello dijo que todavía se consideraba, políticamente, “un adversario”, y agregó que el Movimiento 5 Estrellas había nacido “como la antítesis de Berlusconi”. Una llamada por teléfono, dijo, no ganaría su voto.
Para el martes, incluso Sgarbi había abandonado a Berlusconi y lo exhortaba a convertirse en un poder en la sombra.
“No creo que él pueda lograrlo”, dijo en una entrevista, y argumentó que el dúo solo había convencido a unos 15 legisladores de que lo respaldaran, muy pocos para ganar la elección, incluso con una base de alrededor de 450 partidarios conservadores. “Es inútil intentarlo si no tienes los números”.
El miércoles, cuando los abogados de Berlusconi conseguían que se postergara hasta después de la votación presidencial un juicio en Milán por soborno relacionado con sus tribulaciones bunga bunga, su equipo respondió y prometió que él resistiría y, que como siempre, Berlusconi hablaría por sí mismo.
“No voy a decepcionar a quienes han confiado en mí”, dijo Berlusconi.
Jamileth
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