Imposiciones y dedazos
El asalto de Putin a Ucrania dará forma a un nuevo orden mundial
David Ignatius, The Washington Post
Cuando el presidente ruso Vladímir Putin inició su invasión total a Ucrania el jueves 24 de febrero, le puso punto final a la era post-Guerra Fría. Ahora hay que construir una nueva arquitectura para las relaciones globales, y su forma dependerá de si la brutal campaña de Putin tiene éxito o fracasa.
El ataque de Putin despertó los fantasmas de la guerra que habían perseguido a Europa durante un siglo. El mundo vio con horror cómo una fuerza de asalto masiva atacaba a Ucrania desde tres frentes con misiles, bombas, tanques y la magia electrónica de la guerra cibernética. Decenas de naciones condenaron la invasión, pero la desgarradora realidad es que Ucrania está luchando sola contra Putin.
Este conflicto no es un caso de “sonambulismo” hacia la guerra, como los historiadores han descrito la marcha a ciegas hacia la Primera Guerra Mundial en 1914. Esto se parece más al ataque que un líder alemán resentido y vengativo lanzó contra su vecina Checoslovaquia en 1939. Putin no es Adolf Hitler —todavía— pero ambos comparten una inquietante obsesión por ajustar cuentas mediante la fuerza militar.
La disposición de Putin de escalar hasta la guerra ha quedado cada vez más clara para el gobierno de Biden desde que el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) William J. Burns visitó Moscú a principios de noviembre. El motivo de su viaje fue advertirle a Putin que la inteligencia estadounidense había llegado a la conclusión de que detrás de la congregación de tropas rusas a lo largo de la frontera con Ucrania se escondía una seria planificación bélica.
Burns les dijo a sus colegas que Putin, quien por lo general es un calculador frío, parecía listo para ir a la guerra. En parte, eso parecía deberse a una sensación de destino personal para un Putin que se acerca a los 70 años. En otra, a su estimación de que el momento era propicio porque Estados Unidos y sus aliados estaban desorientados mientras que Rusia era relativamente fuerte. En el centro de todo estaba la vieja obsesión de Putin con una Ucrania desafiante, a la cual veía moverse inexorablemente hacia Occidente a pesar de las advertencias del Kremlin, y contra el peso de la propia historia rusa.
Putin ya le había expresado a Burns su fijación con Ucrania en 2008, cuando Burns era embajador de Estados Unidos en Moscú. Esa conversación, descrita en las memorias de Burns de 2019, es una lectura escalofriante en la actualidad, en la que Kiev está siendo bombardeada. “¿No sabe su gobierno que Ucrania es inestable e inmadura políticamente y que la presencia de la OTAN allí es muy divisiva?” le reprendió Putin a Burns. “¿No sabe usted que Ucrania ni siquiera es un país real? Una parte es en realidad de Europa del Este y otra es en realidad rusa”.
Putin repitió casi exactamente esas mismas palabras esta semana cuando anunció la guerra. Ucrania es su punto débil. Es evidente que cree que Rusia no podrá ser una gran potencia a menos que controle Ucrania.
El gobierno de Biden trató de disuadir a Putin advirtiéndole de las posibles sanciones demoledoras, las cuales impuso el jueves 24 de febrero poco después del comienzo de la invasión. La Casa Blanca también empleó una novedosa táctica disruptiva de revelar las estrategias militares rusas, los complots de “bandera falsa” para incitar la guerra e incluso planes de asesinatos selectivos.
Los funcionarios creen que este aluvión de información debilitó algunos de los planes de Putin; también desmontó la narrativa que Putin esperaba consolidar. En esta oportunidad, Estados Unidos tuvo la iniciativa en la guerra de información en la que el líder ruso ha sido tan hábil.
A medida que Putin fue avanzando hacia la guerra total, fue asesorado por un pequeño círculo interno, liderado por tres extremistas: el ministro de Defensa, Sergei Shoigu; el director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, por su acrónimo ruso), Alexander Bortnikov, y el jefe del Consejo de Seguridad, Nikolai Patrushev. Los funcionarios estadounidenses creen que en los niveles más bajos de la burocracia militar y del Kremlin, algunos se mostraron escépticos ante los planes de guerra en Ucrania. Pero esos cuestionamientos, claramente, no llegaron al propio Putin.
Ahora que las tropas rusas han irrumpido en Ucrania, ¿cómo planea Putin liberarse de esta situación? Es probable que espere mantener las tropas terrestres rusas fuera de Kiev y otras grandes ciudades, y en su lugar utilizar allí las fuerzas especiales Spetsnaz y agentes del FSB para neutralizar estos objetivos. Probablemente buscará instalar un gobierno títere. Sin embargo, es en este punto donde los funcionarios estadounidenses creen que el plan de Putin se derrumba.
De lo que Putin pareciera no darse cuenta, con su visión de unidad ruso-ucraniana, es que su hostigamiento ha alienado de manera profunda a los ucranianos. Vi ese sentimiento anti-Putin cuando visité Kiev a finales de enero, y sin duda es mucho más fuerte ahora que los tanques rusos están en las calles y los aviones en el cielo. Es evidente que Putin cree en su propia retórica de que Ucrania no es un país real. Ese nivel de ensimismamiento por lo general conduce a errores.
Con su invasión injustificada, Putin ha destruido las reglas legales internacionales establecidas después de la Segunda Guerra Mundial, junto con el orden europeo que le siguió a la Guerra Fría. Esa vieja arquitectura se estaba volviendo inestable, y estaba destinada a ser remplazada con el tiempo.
El asalto a Ucrania, que enfrenta a un autócrata ruso que se cree mesías contra los deseos de todas las demás naciones importantes, quizás hasta incluida China, determinará la forma del nuevo orden por venir. Si Putin pierde su batalla para subyugar a Ucrania, el nuevo orden tendrá una base sólida y prometedora. Si gana Putin, la nueva era será ciertamente muy peligrosa.
aranza
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