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La bienal del Whitney condensa la convulsa era de pandemia y tensión racial

2022-03-29

"Abordo la resistencia de las mujeres indígenas, su supervivencia y liderazgo en...

 

Nueva York, 29 mar (EFE).- La bienal del Museo Whitney de Nueva York, la exposición más longeva sobre arte estadounidense del mundo, condensa en su octogésima edición la convulsa era de la pandemia, las protestas por la injusticia racial, la polarización política y la crisis climática en el país.

Una semana antes de su estreno el 6 de abril para el gran público, y con un año de retraso debido a las restricciones de la covid-19, la pinacoteca creada hace 90 años por la mecenas de la alta sociedad Gertrude Vanderbilt Whitney invita a la prensa a conocer el estado del arte contemporáneo en EU

La bienal es una "constelación" de piezas de 63 artistas de diferentes disciplinas y generaciones que refleja "las condiciones que hemos atravesado recientemente: precarias, inestables, inciertas y siempre cambiantes", explica a Efe una de sus curadoras, Adrienne Edwards, quien propone un recorrido a base de "corazonadas".

La mayor parte de las obras están repartidas en la superficie de dos pisos cuya estética se contrapone: uno, con un concepto abierto en el que entra luz natural, y otro, con un laberinto de paredes oscuras al que se accede por lo que Edwards describe como una "antecámara".

Esa sala, que ofrece un "momento de pausa", está flanqueada por dos enormes cuadros geométricos en blanco y negro donde la pintora trinitense Denysse Thomassos recrea el "confinamiento" de los afroamericanos en los barcos de esclavos, la prisión y los sitios de entierro.

Una vez dentro, la mirada se va al tubo en el que Henry Ford capturó el último aliento de Thomas Edison, iluminado por una bombilla en la oscuridad, y el oído escucha la respiración de la tribu Sioux de Standing Rock en una protesta silenciosa contra el oleoducto Dakota Access, grabada por el artista Raven Chacón.

Chacón, nacido en la Nación Navajo, propone además unos videos tomados en varias reservas indígenas que recogen sus canciones, en lenguas tradicionales y al son del tambor repicador, sobre las historias de las masacres y desplazamientos ocurridos en esos lugares.

"Abordo la resistencia de las mujeres indígenas, su supervivencia y liderazgo en cómo estamos confrontando lo que pasa en nuestras tierras", sostuvo el artista, uno de los más visibles en la muestra, que también expone una instalación en la recepción del edificio y una gran fotografía en su exterior.

El arte encuentra espacio en lugares inusuales que se encuentran al moverse de un piso a otro, el ascensor o las escaleras, donde el artista beirutí Rayyane Tabet plantea preguntas sobre cómo "convertirse en estadounidense", por ejemplo: "¿Cuándo celebramos el día de la independencia?".

La bienal, agrega la curadora Edwards, aborda el propio concepto de "qué es arte estadounidense" mirando a las fronteras nacionales, con piezas de artistas de Canadá y del "punto de negociación" que supone el límite con México, de donde proceden artistas como Mónica Arriola y Andrew Roberts.

Arriola aborda los estragos del capitalismo a través de fotografías tomadas a las afueras de Tijuana, donde yacen ruinas de construcciones abandonadas en la crisis financiera de 2008, mientras que Roberts critica la industria del entretenimiento a través de "zombies" que lucen logos corporativos como el de Netflix.

Sobre un ventanal con vistas al barrio de Meatpacking se recorta la silueta de lo que parece una rueda de Chicago o de la fortuna negra, construida con mobiliario de prisiones y que gira lentamente para representar el "doloroso" paso del tiempo, en palabras de la estadounidense Sable Elyse Smith.

A su lado, una cocina de plástico translúcido de altura exagerada refleja los "obstáculos" que afrontan las personas en silla de ruedas en su rutina, obra de Emily Barker, quien ha apilado sus facturas acumuladas en tres años para tratar una lesión en la médula espinal en "Muerte por 7.865 cortes de papel".

Bajo el subtítulo de "Quiet as it's kept" (Aunque nadie diga nada), un coloquialismo utilizado por Toni Morrison, la primera escritora negra que ganó el Nobel, la bienal busca convertirse hasta su fin en septiembre en un foro para los artistas con carácter de "experimento en curso", señala el Whitney.



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