Tras Bambalinas

Demasiados países no se han posicionado respecto a la invasión de Ucrania

2022-04-06

Los países que apoyan las sanciones contra Rusia representan la gran mayoría de la...

Editorial | The Washington Post

La agresión rusa contra Ucrania violó tanto la moral como un principio del derecho internacional: la inviolabilidad de las fronteras soberanas. La transgresión fue tan severa que hasta naciones neutrales o no alineadas como Suiza y Suecia condenaron enérgicamente la guerra del presidente ruso, Vladimir Putin, y se unieron a las sanciones internacionales contra su régimen. Sin embargo, muchas naciones grandes e influyentes, incluidas algunas democracias con las que Estados Unidos tiene relaciones sólidas, han sido ambiguas. Es un aspecto preocupante de la crisis y exige una respuesta estadounidense deliberada pero diferenciada.

Los indecisos tienen variadas posturas. En una categoría aparte está China, que ha buscado la neutralidad mientras se niega a modificar su declaración de amistad con Moscú realizada antes de la guerra. De forma un poco menos indefendible, Sudáfrica e India se abstuvieron en una resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que deploró la agresión de Rusia y se negaron a imponer sanciones. Luego están otros países como Brasil, México, Israel y los Emiratos Árabes Unidos (que sin duda no es una democracia), que votaron a favor de la resolución de la ONU pero que aún se resisten a las sanciones.

Cada país tiene sus argumentos, a menudo relacionados con algún embrollo con Rusia, ya sea actual o histórico (como es el caso de Sudáfrica, donde algunos todavía sienten un sentimiento de gratitud fuera de lugar por el apoyo de la Unión Soviética contra el apartheid). India todavía le compra la mayor parte de su armamento a Rusia, a pesar de su reciente alineación con Estados Unidos, Australia y Japón contra China. La agricultura brasileña depende de fertilizante ruso. Israel tiene un acuerdo con Putin, cuya fuerza aérea en Siria permite ataques aéreos israelíes contra caravanas iraníes que abastecen a las guerrillas de Hezbolá.

Solo en el caso de México el problema se basa en mera ideología desacertada en lugar de un conflicto de intereses. México tiene solo 2,300 millones de dólares en comercio bidireccional con Rusia, pero aún así el vecino del sur de Estados Unidos y su mayor socio comercial de mercancías (614,500 millones de dólares en 2019) se apega al dogma no intervencionista del presidente Andrés Manuel López Obrador. Algunos miembros de su partido político de izquierda eligieron (de manera irrazonable) este momento para inaugurar un “comité de amistad” con Rusia.

Desafortunadamente, la lección es que gran parte del mundo no comparte la combinación de indignación moral e interés propio geopolítico que ha forjado a las democracias en Europa, América del Norte y la cuenca del Pacífico en una sólida coalición organizada contra la guerra de Moscú. Putin ha pasado años tratando de captar países de todo el mundo, sin duda anticipándose a una acción contra Ucrania planificada desde hace mucho tiempo. Sin lugar a dudas, está cosechando algunos beneficios de esa estrategia en la actualidad.

Los países que apoyan las sanciones contra Rusia representan la gran mayoría de la actividad económica mundial, por lo que la negativa de otros a cooperar no es decisiva. Sin embargo, Estados Unidos no debe subestimar la necesidad de contrarrestar la influencia rusa entre las naciones ambiguas ni las oportunidades para hacerlo.

La estrategia del gobierno de Biden debería variar dependiendo de su influencia en cada país. Por ejemplo, no tiene mucho sentido utilizar la persuasión moral en China, aunque las insinuaciones que se le han hecho a Pekín sobre el precio que pagaría por reabastecer de armamento a Putin parecieran estar teniendo cierto impacto. Para el resto, Washington debería desplegar de forma contundente la persuasión moral, el comercio y la ayuda tanto económica como militar. Es lo que Rusia ha estado haciendo; este país debe responder de la misma manera.
 



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