Pan y Circo
La polarización electoral exhibe los fallos de la prensa en Colombia
Diego Salazar, The Washington Post
Las elecciones presidenciales son el mundial de fútbol de los periodistas. No existe evento o cobertura más importante y para el que los medios se preparen con más afán y antelación.
Pese a ello, de forma similar a lo que ocurrió con los medios peruanos en 2021, buena parte de la prensa colombiana tropezó de forma estrepitosa en las recientes elecciones presidenciales, donde el izquierdista Gustavo Petro obtuvo el triunfo.
En las últimas semanas, aquellos que estuvimos pendientes de la campaña colombiana y acudimos a los medios de ese país en busca de información pudimos toparnos con un triste espectáculo de posicionamiento partidario y abaratamiento de los estándares periodísticos para favorecer a uno u otro candidato.
Por ejemplo, la revista Semana, antaño una de las publicaciones más prestigiosas del país, se convirtió en el órgano no oficial de campaña del candidato que disputó la segunda vuelta a Petro, Rodolfo Hernández. Al punto que el sábado 18, un día antes del balotaje, colocó en la portada de su más reciente edición a los candidatos frente a frente y el titular: “¿EXGUERRILLERO O INGENIERO?”. Una caricatura ridícula del perfil de ambos. Tanto, que Petro respondió en Twitter a la directora del semanario: “Le comunico que soy economista”.
Antes, la revista había publicado una serie de videos donde se ve a miembros del entorno de Petro discutiendo estrategias de campaña. Los videos fueron descritos por el semanario como “impresionantes revelaciones” que dejaban al descubierto el “plan de guerra sucia” del candidato. En realidad, lo que se ve en ellos son estrategas de campaña que hablan como estrategas de campaña y esbozan planes para “atacar” a sus rivales políticos y, en el peor de los casos, “infundir ciertos rumores” en su contra. Más allá de la exagerada indignación de los responsables de Semana y de Rodolfo Hernández, quien llegó a calificar a los estrategas de “banda de criminales”, la verdad es que el supuesto escándalo no daba para mucho.
Mientras tanto, en la tienda opuesta, uno de los periodistas más prestigiosos y conocidos del país, Daniel Coronell, se sumó al circo de sobrerreacciones intencionadas con su propia “exclusiva”. El reportaje de Coronell, publicado por W Radio, presentaba “imágenes desconocidas de la exótica fiesta de Rodolfo Hernández en un yate”. Exótica significa aquí que podía verse a mujeres en bikini bailando.
Más allá de los pruritos morales de Coronell, el periodista lanza en su reportaje una acusación seria: “Una fuente asegura que el viaje a bordo del yate fue pagado por lobistas interesados en hacer negocios con el gobierno colombiano”. Según Coronell, entre esos lobistas, había “ejecutivos de la multinacional farmacéutica Pfizer”.
La revista Cambio, que copublicó la exclusiva, aseguraba lo mismo: “Según una fuente consultada por Cambio, los gastos fueron cubiertos por la compañía farmacéutica Pfizer”. Una sola fuente protegida por el anonimato bastó para que Coronell, exdirector de uno de los canales noticiosos más importantes de Colombia (RCN), expresidente del área de Noticias de Univisión y actual presidente de la revista Cambio, publicara tamaña acusación.
Cuando horas después de publicado el reportaje Pfizer negó cualquier relación con la “exótica fiesta”, el periodista utilizó su cuenta de Twitter para reafirmarse “en lo informado (...) tal como está escrito”. Sin embargo, en el mismo tuit lanzaba tres preguntas: “¿Quién pagó la fiesta? ¿Se dejó invitar por lobistas? ¿Quiénes eran las mujeres?”.
¿Cómo puede Coronell reafirmarse en lo publicado si no sabe quién pagó la fiesta, pese a haber dicho antes —“según una fuente”— que lo hizo Pfizer? ¿Qué está reafirmando si, según revela su pregunta, no sabe quiénes eran los supuestos lobistas o siquiera si estos existieron?
Pensaba en estos tristes episodios cuando, días después, el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford publicó la más reciente edición de su Digital News Report. El informe ubica a Colombia en el sótano de la región en lo que a confianza en los medios se refiere. Penúltimo, junto a México: solo 37% de los encuestados responde afirmativamente cuando se les pregunta si confían en la prensa en general. Son tres puntos menos frente al año anterior.
No es el único estudio que ubica a Colombia en esa difícil posición. La edición 2021 del Barómetro de las Américas, realizado por el LAPOP de la Universidad de Vanderbilt, coloca a Colombia como el país con una mayor desconfianza ante los medios en América Latina.
El Digital News Report incluye además una pregunta sobre la confianza en los medios que el encuestado consume. Aquí la caída es más profunda: de 45% que respondía afirmativamente en 2021, ahora solo es 39%. El investigador Víctor García Perdomo, responsable de los hallazgos sobre Colombia, atribuye este número a “la creciente polarización de los medios por las elecciones presidenciales y legislativas”.
Yo iría un poco más lejos y diría que esa pérdida de confianza tiene que ver también —y quizá principalmente— con la percepción de parte de la audiencia de que los medios, lejos de obrar con independencia, responden de forma poco transparente a intereses políticos o económicos determinados. De hecho, según los propios datos del Digital News Report, los colombianos así lo creen: solo 17% “piensa que los medios son independientes de influencia política” y 18% “piensa que los medios son independientes de influencia empresarial”.
¿Cómo podríamos culparlos cuando, como en los ejemplos reseñados, vemos a medios y periodistas actuar como propagandistas en campaña?
Pasado ya el mundial colombiano de la información política, harían bien los medios en ese país —y el resto de la región— en aplicarse en el partido más difícil de cuantos están jugando: recuperar la confianza perdida de sus audiencias. No sé si lo saben pero, visto lo visto, están perdiendo por goleada.
Jamileth
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