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Los malos hábitos económicos regresan a China
François Chimits | Política Exterior
La política de Covid cero de Pekín y la guerra de Rusia contra Ucrania han golpeado con dureza a la economía china, que ya estaba en dificultades. Hacer frente a esta situación tendrá un gran costo a largo plazo.
La economía china se encuentra en una situación difícil, en un año en el que la estabilidad social está en lo más alto de la agenda a medida que se acerca el Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), que se realiza una vez cada cinco años y que tendrá lugar este otoño. Las restricciones a los estímulos económicos, que provienen del mantra oficial de “evitar una inundación de estímulos” y que se han manifestado a través de impagos en los mercados financieros, no ha logrado producir un importante crecimiento del PIB, lo que ha obligado a Pekín a volver a su antigua receta de estímulo a través de la construcción. Al hacerlo, corre el riesgo de deshacer reformas logradas con tanto esfuerzo y cambios útiles en la asignación de recursos.
Recientemente, la falta de dinamismo del consumo interno se ha hecho evidente a medida que los motores de crecimiento tradicionales de Pekín perdieron impulso. El impresionante desempeño económico de China durante la pandemia de Covid-19 eclipsó a las advertencias sobre la sostenibilidad de una dinámica impulsada principalmente por las exportaciones y la inversión financiada con deuda. Posteriormente, la disminución de la demanda extranjera de productos digitales y el aumento de los precios de materias primas moderaron la primera, mientras que el endurecimiento de la regulación, centrado en el mercado inmobiliario y la economía digital, domesticó la segunda.
Los precios se disparan por las interrupciones inducidas por la guerra
La invasión de Rusia a Ucrania y la rigurosa política de cero Covid de China se sumaron a los problemas económicos. Como mayor importador mundial de la mayoría de materias primas y productos agroalimentarios, China está viendo cómo los precios se disparan debido a las interrupciones inducidas por la guerra. El posicionamiento geopolítico de Pekín y la incertidumbre financiera llevaron a que el capital extranjero que había entrado a raudales durante 18 meses volviera a salir. Y la vuelta a los confinamientos hicieron caer en picado la demanda interna, el estancamiento de la producción y las cadenas de valor. La desconfianza extendió el impacto por toda la economía.
Al principio, Pekín parecía confiado en que aún podría alcanzar su ambicioso objetivo de crecimiento del PIB del 5,5% para 2022 al detener las reformas y lanzar un estímulo limitado. Los planes gubernamentales anuales, publicados en diciembre, insistieron en la estabilidad económica después de un año de profundas reformas. De hecho, se detuvo el endurecimiento regulatorio que había caracterizado 2021 y se redujeron las tasas de interés. Además, Pekín toleró las primeras medidas locales de flexibilización de las compras de inmuebles.
Luego, Pekín sintió la necesidad de ir un paso más allá, con múltiples medidas para apoyar la producción. El primer ministro Li Keqiang reconoció la grave situación a principios de abril al hacer de los precios y el empleo la prioridad (abandonó implícitamente el objetivo de crecimiento de este año), al tiempo que brindaba y pedía más apoyo para la economía. Incluso organizó reuniones ad hoc para decirles a las autoridades provinciales que hicieran todo lo necesario para evitar que la actividad económica siguiera cayendo. El zar económico de Xi Jinping, Liu He, pronunció claros llamamientos a favor del mercado, mientras que las instituciones financieras parecen haberse movilizado para respaldar los mercados financieros.
Pero esta todavía no era la inundación de estímulos a la que Pekín había recurrido antes, y los datos de préstamos de abril fueron muy decepcionantes. Mostraron la renuencia de los bancos a prestar a los hogares y a otorgar préstamos a largo plazo a las empresas, dos áreas priorizadas explícitamente por Pekín pero muy sensibles a la confianza económica. Además, los gobiernos locales no solicitaron nuevas emisiones de bonos con la rapidez que se esperaba, continuaron los impagos y los precios inmobiliarios disminuyeron en todo el país. Todo ello desembocó entonces en un preocupante aumento del desempleo.
Los objetivos políticos obstaculizaron una economía muy receptiva
El problema no era tanto que el liderazgo del PCCh hubiera perdido repentinamente su toque económico, sino que los objetivos políticos en conflicto estaban obstaculizando una economía que generalmente responde muy bien. Las sustanciales reformas que tienen lugar desde 2012 han introducido la disciplina del mercado, lo que dificulta que Pekín dirija el crecimiento a corto plazo: las empresas ya no se benefician de la garantía implícita de los rescates públicos si están alineadas con los intereses estatales; ya no se garantiza que los precios inmobiliarios solo aumenten; se ha restringido la capacidad de los gobiernos locales para utilizar recursos financieros alimentados por deuda para impulsar el crecimiento local o apoyar a los campeones locales.
Pero la presión que supone la bajada del crecimiento revivió una vez más el trilema tradicional de Pekín: tener que elegir entre los objetivos de empleo estable, mejor asignación de recursos (es decir, reformas estructurales) y deuda pública estable. Dado que el empleo estable es la prioridad indiscutiblemente más importante a medida que se avecina el 20º Congreso del PCCh, cualquier ambición de más reformas estructurales y pasos hacia la sostenibilidad de la deuda se ha dejado de lado por el momento. Como resultado, Pekín nuevamente está buscando un rápido repunte en el crecimiento económico.
Es probable un regreso a los viejos métodos de estímulo
Es probable tenga lugar un regreso a los viejos métodos de estímulo. Una señal de ello es que Li aprovechó una reunión de emergencia a fines de mayo con miles de grupos locales para pedir que se reduzca la tasa de desempleo “lo antes posible”. En consecuencia, los gobiernos locales parecen dispuestos a volver a hacer lo que mejor saben hacer: garantizar rápidamente la estabilidad económica y los puestos de trabajo a través de estímulos financiados con deuda centrados en la construcción y rescates públicos de empresas en dificultades. Todas las medidas anunciadas recientemente apuntan en esa dirección, mientras que el estímulo del lado de la demanda sigue siendo, en el mejor de los casos, marginal.
Las mejoras logradas con esfuerzo en los últimos años para hacer frente a los desequilibrios económicos internos (haciendo retroceder industrias antiguas, aumentando la eficiencia de la inversión, enfrentándose a la deuda pública y corporativa) parecen estar parcialmente revertidas. La reaparición de malos hábitos retrasará el modelo de desarrollo económico preferido por las élites, basado en la innovación tecnológica y la eficiencia económica. Sin duda, evitarán un colapso total y ganarán tiempo en Pekín. Pero con una población que envejece rápidamente y un entorno internacional menos favorable, su economía aún tendrá que alcanzar rápidamente la productividad de las economías avanzadas.
aranza
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