Del Dicho al Hecho

Carlos III actuó contra el cambio climático. ¿Seguirá hablando del tema?

2022-09-14

Esa transición evoca un verdadero pathos, especialmente en temas como el cambio...

Eugene Robinson | The Washington Post

Existe una frase de Shakespeare ideal para cualquier situación. “Inquieta yace la cabeza que lleva una corona” de su Enrique IV, Segunda Parte es una frase apropiada para el rey Carlos III, quien está asumiendo su tan esperada corona a cambio de mitigar las pasiones y causas que ha apoyado toda su vida. Esa transición evoca un verdadero pathos, especialmente en temas como el cambio climático y el medioambiente, en los que Carlos no solo ha estado en lo correcto, sino una generación adelantada.

Carlos, quien durante mucho tiempo recibió de sus críticos el mote burlón de “príncipe metiche” por su activismo explícito sobre asuntos de política gubernamental, ocupa ahora un puesto en el que, según los términos de la constitución no escrita del Reino Unido, se espera que no exprese ninguna opinión. Cuando le preguntaron en un documental de la BBC de 2018 si iba a continuar con su hábito de expresar lo que pensaba una vez que se convirtiera en rey, Carlos respondió: “No. Ya no lo haré. No soy tan estúpido. Sé que ser monarca es un ejercicio distinto”.

Quizás un hombre testarudo de 73 años puede cambiar radicalmente su forma de ser. Pero Carlos ha sido tan expresivo en tantos temas que es difícil creer que le resultará fácil cerrar el pico real.

Apenas en noviembre del año pasado, durante la cumbre climática mundial de la ONU en Glasgow, Carlos pronunció un discurso en el que calificó al cambio climático como una “amenaza existencial al punto de que tenemos que ponernos en lo que podría llamarse una situación de guerra”. Les dijo a los líderes mundiales que “los ojos y las esperanzas del mundo están sobre ustedes, esperando que actúen con la máxima prontitud y determinación, porque el tiempo, literalmente, se ha agotado”. Además, pidió “transformar de manera radical nuestra actual economía basada en combustibles fósiles a una que sea genuinamente renovable y sustentable”.

Pero la primera ministra británica, Liz Truss, quien asumió el cargo apenas la semana pasada, le ha asignado la supervisión del sector energético a un secretario del gabinete que se ha burlado de los activistas ambientales y los ha llamado “la masa verde”, y ha hablado en el pasado de extraer “hasta la última gota” de petróleo del mar del Norte del Reino Unido. Sin embargo, Truss ha afirmado estar comprometida con la meta de que el Reino Unido alcance cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050. Pero eso requerirá acelerar la transición hacia la energía verde, no ralentizarla.

El año pasado, Carlos también lanzó una iniciativa llamada Terra Carta, cuyo objetivo es lograr enfocar al sector privado hacia la sostenibilidad. “Con un nombre inspirado en la histórica Carta Magna, la cual inspiró la creencia en los derechos y libertades fundamentales de las personas hace más de 800 años, la Terra Carta busca reunir a las personas y al planeta, otorgándole valor y derechos fundamentales a la naturaleza, y asegurando un impacto duradero y un legado tangible para esta generación”, afirma el sitio web de la iniciativa.

Este es un ejemplo perfecto de las maneras en que las opiniones de Carlos sobre la naturaleza a veces se aventuran en el territorio del movimiento New Age: para deleite de los bromistas, Carlos reconoció en algún momento que hablaba con las plantas. Sin embargo, Carlos intenta practicar, o al menos modelar, lo que predica.

Hace casi 30 años, fui parte de un grupo de periodistas que fue invitado a visitar Highgrove, la finca de Carlos, para ver cómo estaba implementando sus ideas sobre la sostenibilidad. El recorrido fue realizado por asistentes; Carlos no estuvo presente. Recuerdo que me mostraron lo que describieron como el “jardín de aguas residuales”, el cual afortunadamente no se veía ni olía como su nombre. Nos condujeron a través de los campos para observar a un rebaño de corderos que estaba siendo criado de forma sustentable, y luego nos sirvieron unas deliciosas chuletas de cordero en un fastuoso banquete generado con insumos locales.

La ironía de la ascensión de Carlos III es que, como rey, tiene —potencialmente— un megáfono mucho más grande para comunicar su petición de respetar y salvar a la naturaleza. Pero esa plataforma viene con restricciones: la “intromisión” proveniente de un rey provocaría no solo comentarios críticos sino una crisis constitucional plena.

Carlos III también se preocupa por otros asuntos. En la categoría de “excentricidades”, el rey odia la arquitectura moderna, y en una oportunidad describió una adición a la Galería Nacional de Londres como un “forúnculo monstruoso en el rostro de un amigo muy querido y elegante”. Además, ha sido criticado por la sociedad médica del Reino Unidos porque en ocasiones ha parecido adoptar terapias alternativas “holísticas” que carecen de pruebas sólidas sobre su seguridad y eficacia.

Pero también creó The Prince’s Trust, una organización benéfica que ha ayudado a más de un millón de jóvenes de bajos recursos a obtener mejores habilidades y capacitación. “Si es una intromisión preocuparse por los barrios pobres como lo hice hace 40 años, entonces estoy orgulloso de ser un entrometido”, le dijo a la BBC.

Hoy, el Reino Unido enfrenta la peor crisis de inflación entre los países más ricos del mundo y el valor de la libra esterlina se ha desplomado casi hasta llegar a la paridad con el dólar. Las fuertes olas de calor de este verano dejaron los parques de Londres resecos y marrones. Un movimiento creciente de Black Lives Matter está protestando contra los que muchos perciben como una vigilancia policial racista. El Brexit sigue sin estar del todo resuelto.

En algún momento, Carlos podría haber visto todo esto y haberse metido en la refriega. Pero en la misma obra de Shakespeare previamente mencionada, Enrique IV señala que la fortuna “nunca vendrá con manos llenas”. Para cumplir con un deber, Carlos III debe abandonar otro.
 



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