Reportajes

La difícil tarea de repatriar empleos a EU

2014-07-02

Por ejemplo, el fabricante de cunas Stanley Furniture Co. se equivocó al evaluar la...

Por Timothy Aeppel, The Wall Street Journal

Algunas pequeñas y medianas empresas de Estados Unidos que en los últimos años volvieron a fabricar en su país han encontrado un camino lleno de obstáculos.

La escasez de trabajadores calificados es un problema común, al igual que las dificultades para avanzar a través de sistemas regulatorios complejos que gobiernan la manufactura estadounidense moderna.

Pero también hay otros desafíos.

Por ejemplo, el fabricante de cunas Stanley Furniture Co. se equivocó al evaluar la predisposición de los estadounidenses para pagar más por bienes producidos en EE.UU. cuando se consiguen importaciones más baratas. En tanto, el matrimonio de emprendedores que hace 20 años fundó Chesapeake Bay Candle ha tenido dificultades para encontrar trabajadores que dominen los números.

Más de 80% de las empresas que repatrian puestos de trabajo a EE.UU. tienen US$200 millones o menos en ventas, según Reshoring Iniciative, una organización sin fines de lucro que incentiva a las empresas a repatriar la producción a EE.UU. Muchas son proveedoras de partes para empresas más grandes o, si venden de forma directa a clientes, buscan reducir las largas cadenas de suministro desde Asia.

Mientras que las grandes empresas tienen los recursos y la experiencia para trasladarse de un lugar a otro del mundo, hacer lo mismo es más difícil y riesgoso para las firmas pequeñas.

A continuación, analizamos los desafíos que enfrentan Stanley y Chesapeake Bay, dos compañías que adelantan esfuerzos de repatriación de empleos.

Cunas hechas en EE.UU.

El fabricante de muebles Stanley Furniture trasladó la producción de cunas y otros muebles para bebés y niños de fábricas en China a Robbinsville, estado de Carolina del Norte, el último sitio donde conservaba una fábrica en EE.UU.

La iniciativa que puso en marcha hace cuatro años fue una apuesta a que los estadounidenses pagarían bastante más dinero por los muebles para bebé fabricados en su propio país. Sus cunas de entre US$800 y US$900, promocionadas con la marca patriótica Young America (algo así como "EE.UU. Joven"), competían con importaciones de apariencia similar que costaban cerca de la mitad.

El año pasado, la iniciativa se topó con un problema inesperado cuando un nuevo sistema informático retrasó varios pedidos, una falla grave en un negocio que involucra a padres que hacen compras para bebés que están por nacer. Los retrasos "crearon oportunidades para otros vendedores", afirma Walter Joshi, vicepresidente de Home & Kidz Furniture, un minorista del estado de Nueva Jersey. La empresa también tuvo problemas no previstos con proveedores estadounidenses de madera y enchapados, que se concentran en exportar maderas duras que crecen en EE.UU. a fábricas de muebles en Asia.

Stanley también cometió errores de marketing, al sobreestimar la capacidad de los minoristas de convencer a los clientes de pagar los altos precios. A pesar de los contratiempos, la firma no escatimó esfuerzos. Micah Goldstein, director general de operaciones y de finanzas de la empresa fundada hace 90 años en Carolina del Norte, estima que gastaron US$20 millones, entre las pérdidas financieras y US$10 millones en máquinas avanzadas para la planta en EE.UU.

"Young America nunca ganó dinero, y las pérdidas en el fábrica se debieron compensar con las ganancias que logró en otras líneas de muebles importados que vendía. En el primer trimestre, la empresa reportó una pérdida neta de US$4,4 millones sobre ventas de US$21,9 millones.

Ahora, la fábrica en Robbinsvile está en proceso de cerrarse y deshacerse de sus últimos 300 empleados. Stanley intenta vender la planta, y si no lo logra la liquidará.

Un cambio para un fabricante de velas

Mei Xu, cofundadora de Chesapeake Bay Candle, afirma que la decisión de abrir una fábrica en EE.UU. en 2011 ha sido "como subirse a una montaña rusa" que sigue dando giros inesperados.

La empresa, conocida por sus velas aromatizadas y con texturas, solía producir todos sus productos en China y Vietnam. Xu, una inmigrante china que lanzó una empresa comercial junto a su marido David Wang en el estado de Maryland, pensó que sería relativamente fácil abrir una planta en ese estado.

Pero no fue así. Los reguladores exigieron mejoras costosas en el diseño de la fábrica lo cual retrasó por meses sus planes y sumó costos iniciales.

Algunas industrias han tenido problemas para repatriar la producción a EE.UU. porque no pueden encontrar proveedores de partes y servicios que son necesarios para que las plantas funcionen. Ese no es el caso de las velas, dice Xu, ya que hay una gran cantidad de proveedores estadounidenses de artículos como envases de vidrio.

El otro gran error de cálculo de Chesapeake Bay sólo fue evidente cuando abrió la fábrica, explica Xu. "Nuestro mayor problema es el empleo", señala. Chesapeake tuvo problemas porque tuvo mucha rotación de personal en sus inicios, y sigue teniendo dificultades para encontrar trabajadores con las destrezas necesarias para operar máquinas.

"Tenemos gente con problemas para las matemáticas", dice. "No matemática de escuela intermedia, sino de escuela primaria. Incluyendo a supervisores".

Contratar profesionales como ingenieros y químicos representa otro desafío, ya que la pequeña firma no puede competir con el nivel de salarios y beneficios que ofrecen las grandes empresas farmacéuticas y de tecnología del área.

Sin embargo, no lamenta su decisión. "Sin dudas hay frustraciones y momentos en los que cuestiono mi decisión de construir esta fábrica", confiesa. "Pero cuando veo que hay cada vez más velas fabricadas en EE.UU. en nuestra línea, siento que fue una elección acertada".



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